Francia
¡¡¡Bailan!!!
Elna Matamoros
Monte-Carlo, domingo, 28 de abril de 2002.
Printemps des Arts, Monte-Carlo. Grimaldi Forum, Mónaco. Salle des princes. Jean-Christophe Maillot-Meredith Monk: Opus 40; Kylian-Webern: No more play; Kylian-Mozart: Sechs Tänze; Godani-Dall'Osto: Getting started. Los Ballets de Monte-Carlo; Director Artístico: Jean-Christophe Maillot. Aforo: 1320 localidades. Ocupación: 90%.
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Los Ballets de Monte-Carlo han celebrado la Primavera de las Artes 2002 con la presentación de un programa mixto constituído por una nueva versión del Opus 40 de su director artístico, Jean-Christophe Maillot, dos coreografías de Kylian y una creación mundial de Jacopo Godani. Así, de primera mano, la cosa parecía interesante, sobre todo al ver la larga lista de integrantes en el elenco del cuarto ballet; una misma pregunta recorría las mentes del público: ¿Lograríamos esa noche ver bailar a la compañía? Como una ya está curada de espanto, decidimos esperar.El telón se levantó con una coreografía de Jean-Christophe Maillot ya estrenada hace dos años que ha ganado muchos puntos con ser revisada. Sobre música de Meredith Monk, este ballet, que como siempre, sirve para encumbrar a la hermosísima Bernice Coppieters, llenó el escenario y la platea de algo más que buenas intenciones. Maillot juega bien con el espacio - y todo lo que la escenografía conlleva -, muy bien con el lenguaje gestual de la danza y escepcionalmente bien con Bernice. Aunque se empeñe en rodearla de gente, es inevitable: al final, todos los ojos están puestos en ella, que no sólo se encarga de brillar por encima del resto de los mortales, sino que es capaz de resaltar las deficiencias - aunque sean escasas - de quien le pongan al lado. En cuanto al trabajo de Monk, ya ha sido bastante objeto de controversia como para seguir dándole vueltas, pero sí hay que destacar la adecuada compenetración de su música con la coreografía de Maillot, quien ha encontrado en la norteamericana un pilar interesante para su trabajo. Por otra parte, la brillante colaboración de Georges Condo como diseñador de escena y vestuario, con la iluminación de Dominique Drillot, hace mucho más que echar una mano al éxito de la pieza. El director y coreógrafo francés obtuvo del público una respuesta muy positiva a su Opus 40, pero tras la pausa apareció el genio arrollador de Kylian y colocó a cada uno en su sitio.La compañía estrenaba una coreografía de 1988, No more play, que Kylian creó sobre las Cinco piezas para cuarteto de cuerda de Webern y que está inspirada en una de las esculturas más esotéricas del genial Giacometti; una coreografía llena de juegos de líneas y formas, luces y sombras, simultaneidad y alternancia, tensión y dinámica (bueno, y además, estaba Bernice en el escenario, como guinda del pastel). Sorprendentemente, el ballet se representó sin apenas separación del muy conocido Sechs Tänze, lo que mató totalmente el fantasmal hechizo que con tanto esfuerzo habían creado entre todos, al entrar en escena el lado más humorístico de Kylian. Ignoramos los motivos que justifiquen tan sorprendente fusión, pero aunque el No more play quedara desprotegido frente a la agresiva comicidad del Sechs Tänze, el brutal choque a que se vio sometido el público no hizo más que aportar un granito de arena para que todos cayéramos a los pies del creador. La extraordinaria musicalidad, los recursos técnicos y escénicos, la vitalidad más absoluta con el dramatismo más amargo, la estética resultante del movimiento creado por sí mismo y no para buscar la foto del ballet... en resúmen, todo lo que engloba lo que podríamos llamar talento coreográfico, es lo que demuestra Kylian cada vez que uno de sus ballets se pone sobre la escena.Cerraba la velada un estreno de Jacopo Godani, coreógrafo que recientemente se ha convertido en una de las caras más frecuentes de las compañías europeas. Como demostró con Cult Race, la pieza estrenada por nuestra CND, Godani está bajo la más estricta influencia de Forsythe. El trabajo escenográfico llevado a cabo por el italiano (que además de la coreografía, firma los diseños de decorado, vestuario e iluminación) está también en la línea del director de Frankfurt, por lo que su Getting Started podría pasar fácilmente por una copia sin interés, si no fuera por la particular estética de grupo que sabe desarrollar, casi podríamos decir, de corte balanchiniano. Y de nuevo, Bernice Coppieters en cabeza; esta vez, acompañada de uno de los más crecientes valores de la compañía, Jérôme Marchand, que tal vez pueda convertirse en la pareja artística adecuada a la diosa del principado.Efectivamente, esta noche vimos bailar. Por fin los integrantes de los Ballets de Monte-Carlo han logrado que les dejen hacer algo más que pasearse por el escenario. El público lo agradeció ostentosamente, pero probablemente los bailarines lo hayan recibido con más alegría aún, a decir del claro entusiasmo demostrado por todos ellos. Los espléndidos bailarines - perdón, artistas coreográficos - de los Ballets de Monte-Carlo rodeaban felices a Bernice ; unos más lejos, otros más cerca, pero ninguno tan próximo como ella del Olimpo.
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