DVD - Reseñas
Bruckner y Mahler, en sus albores (II)
Paco Yáñez
El segundo lanzamiento del sello Accentus que reseñamos esta semana nos adentra un paso más en la integral de las sinfonías de Gustav Mahler (Kaliště, 1860 - Viena, 1911) que el director milanés Riccardo Chailly está grabando con la Gewandhausorchester Leipzig, orquesta de la que ya no es titular, pero con la que tiene aún pendiente el registro de las sinfonías Tercera (1893-96; rev. 1906) y Décima (1910) para concluir éste que es su segundo ciclo mahleriano, tras el grabado en sus años como titular de la Concertgebouworkest de Ámsterdam (Decca 475 6686).
En esta ocasión, escuchamos la grabación, efectuada en enero de 2015, de la Sinfonía Nº1 en re mayor (1884-88, rev. 1896), una de las páginas verdaderamente afortunadas en el ciclo chaillyano para la Decca: una grabación, aquélla, veinte años anterior que presenta algunas diferencias con esta nueva versión lipsiense, ya no sólo a nivel interpretativo, sino por la propia partitura, pues Riccardo Chailly vuelve a tomar muy en cuenta la tradición de la orquesta de la que es titular para informar su propia práctica como director. Es algo que nos cuenta el propio Chailly en los extras de esta edición de Accentus, que incluyen una entrevista en la que el milanés se remonta a su infancia, cuando en el Foro Itálico de Roma conoció la música de Gustav Mahler, precisamente, con esta Primera sinfonía en los ensayos de la misma que efectuaba la Orchestra Sinfonica della RAI con un Zubin Mehta debutante en Italia. Recuerda Chailly especialmente de aquella primera impresión el que califica de «grito histérico» del comienzo del cuarto movimiento, y como aquél sonido lo atrapó de inmediato...
...medio siglo después de aquella revelación musical, vemos a Riccardo Chailly en su despacho de la Gewandhausorchester retrotraerse, a su vez, todo un siglo para recordarnos la que fue primera interpretación en Leipzig, hace ahora cien años, en 1918, de la Sinfonía Nº1 de Gustav Mahler, entonces bajo la dirección de Arthur Nikisch. Era, aquél, el primer paso de un recorrido mahleriano-lipsiense que con las interpretaciones de Bruno Walter en 1927 y 1932 alcanza el director que Chailly tomará más en cuenta en su aproximación a la Primera de enero de 2015: una lectura que, a su vez, se sigue informando por las numerosas anotaciones efectuadas por el director milanés tras su estudio de la partitura de Willem Mengelberg en Ámsterdam, unas anotaciones tomadas tras el trabajo del holandés con el propio Mahler. Uno de los aspectos más importantes en este sentido lo es la búsqueda de una total fidelidad temporal en la nueva grabación chaillyana, un registro que pretende cumplir escrupulosamente las once indicaciones metronómicas suministradas por el propio Mahler: siete de ellas, para el primer movimiento; dos, para el segundo; una, para el tercero; y una, para el cuarto; lo que tendría que aproximarse a los 52 minutos empleados por un Bruno Walter a cuya lectura se acerca algo más esta Primera del año 2015, con sus 54 minutos (repartidos en 16:27, en el primer movimiento; 6:54, en el segundo; 11:11, en el tercero; y 20:13, en el cuarto), que la del año 1995 en Ámsterdam, con sus casi 57 minutos (repartidos en 16:32, 8:22, 10:58 y 21:00 minutos por movimiento).
Así pues, nos encontramos con un especial mimo por parte de Riccardo Chailly a la hora de estructurar metronómicamente el primer movimiento, un 'Langsam, schleppend' que el director milanés pretende enfatizar en su estructura clásica; una estructura que dice netamente postbeethoveniana (algo que, afirma, se reforzó en términos globales al retirar Blumine de la sinfonía y dejarla en sus finales cuatro movimientos). Según Chailly, Mahler deseaba que los directores respetasen sus hasta siete indicaciones metronómicas en este primer movimiento, sin alterar las tensiones que ello deparaba entre los distintos elementos constructivos, ya desde el comienzo con ese La en un unísono de ocho octavas que considera de una originalidad sin precedentes, con sus sucesivos sonidos escuchados desde la lejanía (algo en lo cual sigue Chailly fielmente las indicaciones de Mengelberg a partir de los consejos del propio Mahler, convocando toda una sonoridad natural que Chailly pretende irracional, misteriosa y suspendida en el tiempo). Sin embargo, a la hora de escuchar esta versión de la Gewandhausorchester, más que a un complejo entramado episódico de diversos tempi, a lo que parece que asistamos es a un intrincadísimo crescendo hasta el primer clímax, graduado paso a paso en estructura y dinámicas, sin el más mínimo desmelene, con ese total control del sonido orquestal que caracteriza hoy en día a la dirección del milanés; incluso, a veces, a costa de un plus de expresividad, dejándonos con la sensación de escuchar una lectura demasiado correcta: una naturaleza que, así leída, nos parece más la de un jardín prusiano que la de un bosque bohemio. La articulación tan atada en corto de cada una de las maderas que van exponiendo los cantos de la naturaleza, así como su carácter tan incisivo y transparente, abunda más en esa sensación, como lo pausado de los pasajes más suspendidos, aunque algo más de garra en el desarrollo hasta el clímax no hubiese venido mal para que, además de un mecanismo de orfebrería técnica, escuchásemos la musicalidad en cada atril que sí destilaba la grabación chaillyana de 1995 con la Concertgebouworkest.
Con respecto al segundo movimiento, señala Riccardo Chailly que durante mucho tiempo se mantuvo la tradición, debida a la edición más extendida de la partitura, de comenzarlo más lento hasta el quinto compás: punto de inflexión en el que arrancaría un tempo propiamente de scherzo que el director milanés ataca ahora desde el primer compás, siguiendo la unificación temporal del inicio marcada por la edición crítica de Universal Edition. Otro aspecto que cambia Chailly en este 'Scherzo' con respecto a su grabación holandesa es la inclusión, en el final del movimiento, de siete compases más de timbal, siguiendo una costumbre de Bruno Walter que Chailly considera proviene de conversaciones del director con el propio Mahler. Se refuerza, así, el sentido de triunfo y apoteosis del final de este 'Scherzo', como homenaje al vals y al ländler que es; un triunfo bien merecido en esta versión lipsiense, al punto de que me ha parecido lo más logrado de esta interpretación chaillyana. Hay aquí más garra con respecto al tan medido y domado 'Langsam, schleppend', se gana en mordiente y en sensualidad, sin por ello renunciar a una soberbia técnica y precisión, con unos juegos orquestales impresionantes en todas y cada una de las secciones: ¡qué contrabajos, tanto en col legno como en arco! Las distintas transiciones, muy bien articuladas por los motivos de la trompa, siguen indicándonos por dónde van los tiros de esta versión escasamente romántica, repleta de ecos clásicos, ligera y mendelssohniana, tan bailable y elegante en sus ecos del vals en una cuerda estupenda, mientras que las maderas llevan a cabo un contrapunto que impronta dejes populares más rústicos. La reexposición del tema inicial vuelve a mostrar la enorme energía que disfrutamos en todo este 'Scherzo', destacando las secciones de contrabajos y percusión, con un protagonismo especial de ese timbal ampliado en siete compases; un timbal, en todo caso, impactante durante toda la lectura.
En el tercer movimiento, Riccardo Chailly opta por un metrónomo de 60 que cree lo conecta de forma más directa con la que es una de las velocidades principales del tan plural en lo rítmico 'Langsam, schleppend', frente a este único metrónomo de la más homogénea 'Trauermarsch'. Es en parte, por ello, por lo que la irrupción del tema klezmer suena con el mismo tempo, sin cambio con respecto a los compases precedentes, algo que Chailly sí había realizado en su grabación de 1995. También en la entrevista recogida en este BD el director milanés pone un especial énfasis en las citas de los Lieder eines fahrenden Gesellen (1884-85, rev. 1891-96) insertadas en este tercer movimiento, que concibe como llamadas de atención y que considera de una lógica estructural perfecta con respecto al conjunto de esta 'Trauermarsch'. Sin embargo, el comienzo de este movimiento suena, con el tema del Frère Jacques en el contrabajo principal de la Gewandhausorchester, correcto, sin más, como todo el canon posterior con el que se expande a la orquesta, un tanto en la línea del primer movimiento. Quizás por esa unificación de tempi antes referida, el tema klezmer apenas suena folclórico en las maderas y en la trompeta principal, sin el énfasis tan premeditado de un Leonard Bernstein; aquí, europeizado y, de nuevo, domado en exceso (por más que la ejecución técnica sea muy notable). Es algo que, sin embargo, también sucede con las citas de los Lieder eines fahrenden Gesellen: algo parcas y distantes, si bien el final de la primera de ellas en arpa, percusión y contrabajo es destacable por el punto de oscuridad y negros presagios que en ella Chailly crea: perfecta antesala para la reexposición de un canon tan sombrío en los fagots como metálico y moderno sonará la subsiguiente reexposición del tema klezmer, con unas tensiones armónicas en la antesala de lo disonante: más rugosas, atávicas y rurales que en la exposición inicial. Sí me ha gustado mucho el planteamiento de Riccardo Chailly en la disolución de esta 'Trauermarsch': conducida hacia el silencio con un progresivo apagamiento de los temas judíos y liederísticos previos, como una lucha que se va soterrando y no resolviendo hasta el brutal estallido final del cuarto movimiento...
...y es que el 'Stürmisch bewegt' lo concibe Chailly como un grito de derrota, motivo por el cual en la entrevista dedica una especial atención a analizar armónicamente cómo sólo a un nivel superficial puede parecer una explosión triunfal y mayestática, si bien las corrientes armónicas subyacentes nos hablan de una tonalidad sombría que arrastra al conjunto hacia su región. De este modo, afirma el Riccardo Chailly actual que sería esa tragedia tan violenta y directa la que él mismo sintió de niño en Roma, aquélla por la que se sintió tan poderosamente atraído y que comprende como perfecta antesala para el comienzo de la Segunda sinfonía (1888-94) mahleriana, por lo cual para Chailly en la Primera se condensa y anticipa todo el Mahler futuro. Más allá de las palabras del propio director, en el concierto recogido en este BD nos encontramos con un cuarto movimiento atacado prácticamente sin pausa desde el tercero: brutal y soberbio en su contraste con los compases progresivamente acallados de la tan sombría, en su final, 'Trauermarsch'. Junto con el segundo movimiento, este 'Stürmisch bewegt' es lo que más me ha gustado de la nueva grabación de la Primera en manos de Riccardo Chailly, con una exposición de sus pasajes más poderosos fantásticamente articulada y detalladísima, lo que ayuda sobremanera a comprender los elementos rítmicos y armónicos en choque y tensión dentro de semejante entramado musical. De nuevo, los timbales me han parecido soberbios, siendo el principal de la Gewandhausorchester uno de los músicos más destacados de esta lectura. También me ha gustado mucho la cuerda en los sucesivos temas líricos, con cierta ligereza y ningún amaneramiento, en pasajes en suspensión (que diría Adorno) que tan dados son a lo edulcorado. A través de alternancias, por tanto, muy bien señaladas y acusadas en sus respectivas personalidades, llegamos hasta ese pseudotriunfal final en el que Riccardo Chailly pone en pie a tres trompas, un trombón y una trompeta para reforzar ese carácter de fanfarria mayestática, aunque no deje, como explicitaba de palabra, de destacar las sombrías fuerzas que en la cuerda grave y en los metales nos hablan de tonalidades oscuras y de derrota: algo logrado, en altísima medida, por la proverbial transparencia que Riccardo Chailly es capaz de conseguir de sus orquestas; cierto es que aun con el riesgo de una 'excesiva corrección' que en ocasiones puede restar algo de pasión y drama a alguna de sus lecturas. En ésta de la Primera sinfonía en Leipzig serían los movimientos pares los que más logrados me parecen; aunque, en conjunto, me quedaría con la versión grabada en Ámsterdam en 1995 como la Primera más completa del director milanés (siempre dentro del interés que supone el contrastar ambas lecturas y los nuevos criterios interpretativos que Chailly -como hemos visto- muy conscientemente ha implementado en esta grabación de enero de 2015).
Las tomas de sonido son, como es habitual en este ciclo Mahler de Accentus, excelentes. Los formatos de audio del Blu-ray son PCM estéreo y DTS HD Master Audio. La filmación del concierto volvió a ser dirigida por Ute Feudel, también con una calidad de imagen excelente, servida en formato NTSC Full HD, con ratio de 16:9 y región 0; bondades, todas ellas, que se disfrutan al máximo si observamos el BD, pues la diferencia en calidad de imagen entre los BDs y los DVDs del sello Accentus está bastante desnivelada en nitidez y calidad de imagen hacia los BDs, razón por la cual se recomienda este formato para gozar plenamente este nuevo lanzamiento del segundo ciclo mahleriano de Riccardo Chailly. Unas buenas notas (inusualmente largas para un BD) a cargo de Ann-Katrin Zimmermann completan esta edición.
Este Blu-ray Disc ha sido enviado para su recensión por Accentus
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