Italia

Recuperando a Donizetti (I)

Jorge Binaghi
miércoles, 26 de diciembre de 2018
Donizetti, Il castello di Kenilworth © Gianfranco Rota, 2018 Donizetti, Il castello di Kenilworth © Gianfranco Rota, 2018
Bérgamo, viernes, 30 de noviembre de 2018. Teatro Sociale. Il castello di Kenilworth, Nápoles, San Carlo, 6 de julio de 1829. Libreto de A. L. Tottola y música de G. Donizetti. Puesta en escena: Maria Pilar Pérez Aspa. Escenografía: Angelo Sala. Vestuario: Ursula Patzak. Luces: Fiammetta Baldiserri. Intérpretes: Jessica Pratt (Elisabetta), Carmela Remigio (Amelia), Francisco Brito (Leicester), Stefan Pop (Warney) y otros Coro  (preparado por Fabio Tartari) y Orquesta del Teatro. Dirección: Riccardo Frizza
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El Festival Donizetti eligió este año dos ‘rarezas’ auténticas (el próximo tendrá el estreno de L’ange de Nisida en forma escénica por primera vez en Italia, la poco conocida Pietro il Grande czar delle Russie  y la comparativamente ‘conocida’ Lucrezia Borgia). Seguimos en la ‘città alta’ (la antigua, y bellísima) y en su simpático Teatro Sociale con las vigas del techo a la vista (el Donizetti de la ‘città bassa’ sigue en obras que no parecen tener un fin próximo).

Esta, de las dos la más ‘madura’ (aunque siendo anterior a la Bolena y a L’elisir d’amore es difícil hablar de voz personal o de madurez alcanzada), sigue mostrando no obstante ciertos momentos (en particular el extenso y magnífico cuarteto que cierra el primer acto, a cargo de los cuatro principales, ‘Pietà mi chiedi, o perfido’) la profunda influencia de Rossini. Incluso para las tesituras elegidas: si no sorprenden tanto las dos señoras, que el malvado sea un ‘baritenore’ y el’amoroso’ un tenor David -que fue quien la estrenó- deja todo dicho). Pocas veces el fuerte de Donizetti fueron sus oberturas (hasta el milagro de Don Pasquale, aunque la de La favorite tiene sus aciertos) y en este caso estamos ante una buena aunque ‘pro forma’, o sea poco personal. Como el resto de la ópera fue muy bien dirigida por Frizza, actual director musical del Festival, que luego de su Semiramide en Venecia -aunque a algunos no los convenciera totalmente- confirma su afinidad especial con el repertorio del primer Ochocientos italiano. Orquesta y coro (preparado como siempre por su titular Fabio Tartari) realizaron un trabajo muy digno y más que adecuado.

Los dos comprimarios, en especial la doncella de Amelia (Fanny), no tienen mucho que hacer, pero Federica Vitali fue correcta y Dario Russo, en el cómplice del pérfido Warney, estuvo bien. Pop dio relieve a este personaje, y fue muy aplaudido, pero creo que posee más medios que la capacidad de gestionarlos de modo ‘belcantístico’ y como intérprete es inerte. De momento canta todo fuerte y con agudos más propios del último Verdi. Brito estuvo ‘bien’ como Leicester. Lamento no haber podido oír a Xabier Anduaga, que sólo cantó la primera función, porque además de voz más bella y figura más adecuada tiene mejor solucionados los problemas de un tenor ‘contraltino’. El timbre de Brito es anónimo, ni bonito ni feo, y si en los roles pequeños en Pésaro me había impresionado muy bien, en su primer rol titular -o al menos el primero que yo le veo- se ha quedado algo corto en fraseo y en extensión, y el grave suena poco. 

O sea que lo más importante de esta reposición, junto con el director, fueron las dos rivales. En el primer acercamiento de Donizetti a la figura de Isabel I Tudor, muy lejos de los otros dos títulos (Stuarda y Devereux), Pratt fue un acierto total, y no sólo en su entrada o en su gran rondó final, sino que bordó recitativos, dúos, conjuntos, y como artista ha mejorado. Es probable, vistos los roles de la creadora del personaje, Adelaide Tosi, que con su aire a lo Sutherland, Pratt nos haga una idea muy aproximada de cómo habrá sonado la parte. Amelia, en cambio, fue un papel escrito para Luigia Boccabadati, que no sé si tenía un instrumento ni una vocalidad como los de Remigio (cantaba, entre otras, Zelmira), pero en cualquier caso lo hizo bien -eso sí, el timbre se ha empobrecido y está más rígido- y como sabe cantar y ha hecho varios títulos del período dio buena cuenta de la esposa secreta de Leicester, en particular en su gran aria con acompañamiento de armónica de cristal (a lo mejor de aquí le empezó a rondar la idea para una escena de locura como se materializaría en Lucia): ‘Par che mi dica ancora’ es, junto con el mencionado cuarteto, el momento más interesante de la obra. 

El teatro estaba prácticamente lleno y los aplausos (sólo se aplaudieron tres arias a telón abierto) fueron cálidos al final de la función.

¿Me he olvidado de la puesta en escena? No. No molestó, pero no interesó: tuvo una escenografía mínima, bellos trajes, luces correctas, no se intentó dar un espesor dramático a personajes que apenas lo tienen. Al menos no interfirió, y eso que puede parecer un mérito insuficiente, según se mire no lo es tanto.

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