Estudios literarios
Una visita a la casa natal de Schiller
Juan Carlos Tellechea
Friedrich Schiller (1759-1805) uno de los más grandes pensadores que ha dado Alemania en su historia, nació (y vivió su primera infancia) en condiciones muy pobres en Marbach/Suabia, una encantadora y pequeña localidad al noreste de Stuttgart, a orillas del río Neckar. En la tarde de este sábado 8 de diciembre de 2018 visitamos emocionados la diminuta pieza de la humilde vivienda en la que su madre le dió a luz hace casi 260 años. La familia alquilaba el dormitorio con derecho a utilizar la contigua cocina en la planta baja de la casucha de dos pisos con establo integrado que es hoy museo con exposiciones permanentes sobre la primera época, vida y obra de quien dos décadas y media más tarde sería un reconocido poeta, autor teatral, filósofo, ensayista e historiador, además de médico alemán.
De Schiller veremos próximamente en el Theater Mönchengladbach/Baja Renania (), una nueva producción de la obra con la que con 22 años de edad debutó como dramaturgo, Die Räuber (Los bandidos), de 1781, en cinco actos (con puesta del destacado director teatral Matthias Gehrt), un clásico de la época de la Ilustración y del movimiento cultural del Sturm und Drang que contribuyera decisivamente al nacimiento del romanticismo alemán. Los bandidos le valió a Schiller la ciudadanía de honor de la joven República de Francia en 1792 por su abierto llamamiento y apoyo a la rebelión. El influjo de su obra se extendió también a la música. Don Karlos, Infant von Spanien (1787), sirvió de inspiración al libreto de Joseph Méry y Camille du Locle para el Don Carlos (1867) de Giuseppe Verdi, y su Wilhelm Tell (1803 -1804) para el argumento escrito por Etienne de Jouy e Hippolyte Bis de la ópera Guillermo Tell (1829) de Gioachino Rossini.
Marbach es hoy asimismo sede del prestigioso Deutsches Literaturarchiv (Archivo Alemán de Literatura), visitado anualmente por decenas de miles de interesados y germanistas de todo el mundo, que alberga al Museo Friedrich Schiller, fundado para conmemorar el primer centenario de su nacimiento en 1859 y donde se conserva buena parte de su legado. En estos meses el archivo presenta dos interesantes exposiciones, una sobre el escritor Thomas Mann (perseguido por el nazismo) y su exilio en Estados Unidos (Thomas Mann in Amerika), y otra (fotográfica y documental) titulada Die Erfindung von París (El invento de París), sobre la inmortalidad de una ciudad adorada por literatos y artistas de todo el orbe, que merecerán sendas reseñas en las próximas semanas.
Otro tanto se encuentra en Weimar (Turingia), abierto en 1889, donde Schiller con su amigo y cofrade masón Johann Wolfgang von Goethe (1749 – 1832) desarrollara una ingente labor cultural en los campos de la literatura, el teatro, la estética, la filosofía, la historia y las ciencias naturales
A Goethe lo había conocido Schiller fugazmente en 1779 en Stuttgart, pero lo comenzó a tratar más intensamente a partir de 1788, un año antes de acceder a un cargo de profesor de Historia de la Universidad de Jena, donde desde su primera clase, sobre Was heißt und zu welchem Ende studiert man Universalgeschichte? (¿Qué es y con qué finalidad se estudia la historia universal?) se ganó el aprecio y la entusiasta admiración de académicos y estudiantes.
Cuando concluyera en 1785 su contrato con el Teatro Nacional de Mannheim, donde estrenó Los bandidos, Schiller, viajó a Leipzig en busca de trabajo y sería en aquellos años cuando conocería a Goethe, pero también al lírico, traductor y editor Christoph Martin Wieland, al filósofo y escritor Carl Leonhard Reinhold (seguidor de Immanuel Kant) y al poeta, traductor y teólogo Johann Gottfried Herder, acuñando lo que pasó a denominarse como la pléyade de los clásicos de Weimar.
En el histórico Hoftheater, hoy Nationaltheater de Weimar que dirigiera en aquella época Goethe y que en estos días ha subido a cartel nuevamente Wilhelm Tell (1803-1804) de Schiller, presenciamos hace un par de años atrás una sensacional representación de Kabale und Liebe (Cábala y amor), del mismo autor (estrenada en el Schauspiel de Frankfurt/Main en 1784), también en cinco actos, con régie de Bettina Bruinier, una obra inolvidable, revolucionaria y característica del Siglo de las Luces.
Las obras de Schiller forman hoy parte del repertorio estable de casi todos los teatros de Alemania. Algunas de las piezas retratan (con otros nombres) a figuras femeninas que conoció en su trayectoria y que lo inspiraron fuertemente. Entre otras damas, trabó amistad en 1787 en Rudolstadt (Turingia) con las hermanas Caroline (ésta ya casada) y Charlotte von Lengenfeld, quienes se enamoraron de Schiller, un hombre alto, elegante y por demás atractivo, y mantuvieron relaciones íntimas con él. Schiller, embelesado por ambas mujeres no sabía en realidad por cuál decidirse y hasta pensó en un ménage à trois duradero. Pero ellas no lo consintieron. De todas formas, Schiller quedó siempre prendado por este entrañable vínculo triangular.
Los múltiples avatares en su breve pero intensísima existencia iban debilitando paulatinamente sus defensas, sin darse cuenta. Casado finalmente con Charlotte von Lengenfeld en 1790 y afectado muy probablemente por la tuberculósis en 1791, el más feliz acontecimiento en la vida de Schiller fue el nacimiento de su primer hijo, Karl, en 1793 (al que siguieron Ernst en 1796, Caroline Luise Friederike en 1799, y Emilie Henriette Luise en 1804). El padre de Schiller y una de sus hermanas, Nanette, fallecieron en 1796, casi simultáneamente con la venida al mundo de Ernst.
La prematura muerte de Schiller en 1805 por neumonía aguda, presumiblemente a consecuencias de aquella tisis, impactó tremendamente a Goethe, quien cayó también gravemente enfermo y sintió de pronto que llegaba a su fin una trascendente época de su vida. Cuando éste falleció 27 años después, en 1832, concluiría asimismo el clacisismo literario en este país.
Los restos mortales de Schiller, enterrados primeramente en una iglesia de Weimar, han desaparecido entretanto; los que estaban depositados en su sarcófago no le pertecen (según recientes estudios de ADN). Por lo tanto, los despojos de Goethe descansan (como era su última voluntad) junto al féretro de Schiller, lamentablemente vacío, en el mausoleo del nuevo cementerio de Weimar.
De alguna forma, Schiller tuvo que haber pensado por un momento en las penurias que experimentó en carne propia durante su niñez y que minaron para siempre su salud cuando en la traducción y adaptación al alemán de la comedia Médiocre et rampant (1797), del francés Louis-Benoit Picard, escribió en Weimar: para una pareja feliz que se ama hay espacio hasta en la choza más pequeña (título en alemán: Der Parasit oder Die Kunst, sein Glück zu machen; El parásito o el arte de labrarse su propia suerte).
Su madre, Elisabetha Dorothea Schiller, la bella hija de un panadero que había logrado reunir cierta fortuna con su oficio y que se arruinó al perderla en inversiones especulativas, se casó con el médico militar (equivalente hoy a un sanitario), Johann Caspar Schiller, que debía acompañar permanentemente a las tropas del duque (Karl Eugen) de Württemberg en la Guerra de los Siete Años (1754-1763) para curar a sus heridos. Eran los tiempos del apogeo del Absolutismo en la Europa feudal (dividida y subdividida en múltiples reinos, principados, ducados y condados), cuyo final definitivo comenzó a perfilarse en 1789 con la Revolución Francesa, a la que Schiller, simpatizante en un principio, terminaría por condenar ante la crueldad de los jacobinos y el régimen de terror imperantes.
Friedrich Schiller vivió solamente los primeros cuatro años de su vida en Marbach (descendientes de la familia por parte materna viven aún hoy en día allí). Terminada la guerra, la familia (conformada por cinco niñas y el varón) se trasladó posteriormente a otras localidades suabas (Schwäbisch Gmünd, Lorch y Ludwigsburgo) y nunca más regresó a aquella localidad, por lo que Marbach hubo de pasar durante muchos años al olvido.
En Ludwigsburgo Friedrich Schiller se había recibido de médico en 1780 y siguió por breve lapso las huellas de su padre en la sanidad militar. Pero esta no era verdaderamente su vocación; abandonó definitivamente las filas y buscó refugio en Turingia, para no ser encarcelado por desertor y para que sus subversivos textos no fueran censurados.
Ya lo vaticinaba en Guillermo Tell (su penúltimo drama, estrenado en 1804 en el Teatro de Weimar) y su lucha contra la tiranía (obra primero aceptada y luego proscripta por los nazis en 1941, presuntamente tras el descubrimiento de un fallido intento de atentado en Múnich contra Adolf Hitler, en 1938, del ciudadano suizo Maurice Bavaud, condenado a muerte y ejecutado en Berlín): lo viejo (el Antiguo Régimen) sucumbe, cambian los tiempos y la nueva vida florece de las ruinas.
Su célebre Oda a la alegría, escrita en 1785 (integrada por Ludwig van Beethoven en su Sinfonía número 9, en 1824), hoy el Himno Europeo, describe con gran patetismo el ideal clásico de fraternidad e igualdad entre los Hombres libres unidos por el vínculo de la alegría y la amistad; fue dedicada a su influyente amigo y mecenas, el jurista y escritor Christian Ludwig Körner, quien se la encargó. Körner era miembro de la logia masónica Minerva zu den drei Palmen (Minerva de las tres palmeras), de Leipzig.
Schiller publicó la Oda en 1786 en el número 2 de su revista literaria Thalia, editada en Mannheim, y Körner se convertiría con el tiempo en el primer editor de sus obras completas entre 1812 y 1816. La primera musicalización del poema, realizada entonces por el violinista, clavecinista, pianista y compositor Johann Christian Müller, fue dedicada a la logia masónica Zu den drei Schwerten (De las tres espadas), de Dresde (clausurada asimismo por los nazis en 1935) para un banquete de sus miembros.
En 1794 Schiller conocería al editor Johann Friedrich Cotta y un año después comenzaría a publicar en Tübingen su célebre revista mensual Die Horen (Las Horas, de la mitología griega, hijas de Zeus y de Temis, diosas del orden en general y de la justicia) sobre cultura y filosofía en la que contribuyeron los más destacados (el who is who de los) pensadores alemanes, entre ellos Goethe, Wilhelm von Humboldt, Alexander von Humboldt, Johann Gottlieb Fichte, Karl Ludwig von Woltmann, Gottfried Herder, Wilhelm Schlegel, Johann Jakob Engel, Johann Heinrich Voß, Friedrich Hölderlin, Karl Theodor von Dalberg, y muchos otros, así como intelectuales de diversos países europeos, además de traducciones de obras de grandes escritores, como William Shakespeare, y poetas de la Antigüedad, como Teócrito. Aquí apareció por primera vez en 1795 el cuento Das Märchen (traducido a otras lenguas como La serpiente verde) de Goethe. La publicación duró dos años, pero sirvió de modelo para otros opúsculos similares aparecidos más tarde, así como para el Musenalmanach (el Almanaque de las Musas), un formato literario que comenzó a editarse en 1796 por Schiller, Goethe y sus colegas.
Desde 1791, catorce años antes de su muerte, ya había comenzado a notarse en la obra de Schiller el influjo (a través de Reinhold) del filósofo Immanuel Kant (Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica y fundamentalmente Crítica del juicio) que despertó en él su interés por la estética, dejando atrás el género histórico. El realismo estricto se convirtió gradualmente en arte y la filosofía kantiana le ofreció la oportunidad de diseñar su propio sistema. Schiller, quien al igual que Kant estaba interesado en la educación estética del Hombre para su libertad espiritual, encontró en esta confrontacion una inmensa claridad que daría forma a su obra posterior. En sus cartas sobre este tema, y observando las condiciones reinantes en la Europa de la Ilustración, se preguntaba visionariamente Schiller: (...)Woran liegt es, dass wir noch immer Barbaren sind? [ (...) ¿a que se debe que todavía seamos unos bárbaros?]. La cuestión sigue estando aún hoy en pie y reta a la sociedad a la reflexión, a mirarse al espejo, a actuar contra la intolerancia, las violaciones, los fanatismos e irrespetos de toda índole para emprender necesarias, urgentes y radicales transformaciones.
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