Francia
Interesante pero desigual
Jorge Binaghi
Empecemos por la ‘incoherencia’ de que una versión en forma de concierto tenga una ‘mise en space’, que he traducido como he podido…Se trata de algo que se viene practicando desde hace un tiempo, y que consiste en que los artistas se muevan como si estuviesen en el escenario, con los trajes de concierto y sin decorados. Esta vez ha habido una concepción detrás porque el responsable fue asimismo el protagonista (no le conocía yo esta faceta). Y el resultado fue francamente positivo aunque no se esté de acuerdo con todo (agregar una escena con acompañamiento de clave –o piano- tras la muerte del Comendador para que éste se marche con su señora esposa mientras una criada lanza un alarido más apropiado al final de Cavalleria rusticana no parece que agregue nada y presenta problemas para la escena siguiente, aunque tengamos que suponer que lo que se ha ido es el alma y ha quedado el cuerpo).
No suelo estar de acuerdo con la ‘ilustración’ de las oberturas porque fatalmente la atención a la música sufre. Pero esta vez al menos hubo un intento de aclarar ciertas relaciones ambiguas de la obra, como la pareja doña Ana-don Octavio y la presencia del protagonista en la habitación de la dama cuando comienza la acción). Schrott caracterizó bien a los personajes, marcó movimientos adecuadísimos y si alguno fue excesivo a veces (Leporello) y otro muy contenido (Octavio, que siempre es un problema) creo que una cuota de responsabilidad le queda siempre al cantante. También los miembros del coro se movieron con gran empeño y alegría, y lo mismo cabe decir del propio director y algunos instrumentistas (señaladamente la concertista encargada del mandolín en el momento tal vez más bello de toda la velada, la serenata del segundo acto). Schrott no necesita presentación como don Juan, pero hacía tiempo que no lo veía (no sé si esta es la sexta o séptima vez que se lo veo, aunque en un caso fue un excepcional Leporello) y debo decir que lo ha madurado mucho en todos los aspectos: el aspecto vital es menos desenfrenado sin quitarle espontaneidad y arrojo –es un noble que va a por todas sin importarle nada de nada…hasta el final, cuando su actitud cambia al final de la escena del cementerio y en la última escena donde su voracidad y su última burla de Elvira esconden una inquietud que se transforma en angustia ante la llegada del Comendador). El canto es soberano por timbre, emisión y línea y, Dios sea loado, es la primera vez en que puedo decir que sus recitativos, sin ser casi nunca los de la ‘tradición’ (que no siempre es mala), no me parecen ‘mejorables’, por decirlo de algún modo. No tiene problemas en ningún momento y puede pasar del frenesí del aria del champagne a la morbidez de la serenata, de la insolencia en el primer acto a la ternura (fingida o no) con Zerlina y asume tintes dramáticos en la mencionada escena final con ese tan difícil agudo incluido. Hay varias formas de concebir al libertino, pero esta es sin duda una de ellas, y en esa óptica la mejor. Cabría aún destacar un momento al que no se le suele prestar demasiada atención. ‘Metà di voi qua vadano’ es un aria absolutamente teatral, llena de información, pero en segundo grado; a veces es difícil lograr mantener vivo el interés en cada una de las frases, en especial las repeticiones: aquí fue un gran momento de teatro, y de canto.
Si me he detenido en la doble labor de Schrott es porque creo que en el resto, que nunca dejó de ser bueno o correcto, no hubo este nivel. Suelo tener problemas últimamente en Mozart con sopranos y tenores porque, si son buenos, no me parecen los más adecuados por diversas razones. Me volvió a ocurrir ahora. De las señoras sólo Semenzato (una voz no grande y de cualidades no muy personales) dominó perfectamente en todos los aspectos su Zerlina. Kleiter es muy buena cantante, pero yo la prefería cuando cantaba Zdenka, antes de pasar a papeles plenamente líricos, y por lo menos la primer aria de Ana (‘Or sai chi l’onore’ con su importante recitativo) requiere una voz más oscura y unos agudos de acero. Kleiter la hizo bien, pero estuvo más convincente en otros momentos y sobre todo en su gran momento final, ‘Non mi dir’, que cantó con mucha finura y buenas (no maravillosas) agilidades y trinos. En general el extremo agudo se muestra metálico o fijo. Crowe (Elvira) se vio privada de ‘Mi tradì’ (no así el tenor, que tuvo las dos suyas, mientras el final fue el de la muerte sin el concertante sucesivo; o sea, ni Viena ni Praga). Estuvo mejor en el segundo acto, pero su entrada del primero y varios de los momentos comprometidos que tiene hicieron escuchar una voz más bien grande, pero carente de color, hueca en el centro, escasa e ingrata en el grave y muchos de los agudos, emitidos con seguridad, se transformaban en grito.
Si pasamos a los caballeros, Leporello es esencial en la arquitectura de la obra. El cantante previsto (Christian Senn) tuvo que cancelar. Lo sustituyó Ruben Drole, un joven bajo de buenos medios, que tiene que medir más cómo emite sus agudos y sobre todo no caer en la sobreactuación (sobre todo cuando se repiten los mismos gestos). Bruns, que por cierto fue aplaudido como si estuviéramos ante un grande, sigue sin parecerme nada excepcional. El color es muy oscuro para la parte, su respiración es a veces mejorable (es cierto que en ‘Dalla sua pace’ los tiempos lentos no lo ayudaron) y en ‘Il mio tesoro’ tuvo un vistoso error –que al parecer nadie advirtió, o, peor, no importó… Steffens no es un bajo, sino un barítono, y de ahí que estuviera muy bien como Masetto e insuficiente como Comendador (hasta ahora no había visto nunca semejante ‘ocurrencia’, que no sé a quién ‘agradecer’).
El coro y la orquesta lo hicieron muy bien, pero Antonini dirigió con mucho empaque, lentitud, y volumen ya desde la obertura (a veces algún cantante no se oyó demasiado). No advertí ninguna de las presuntas ventajas de una versión ‘histórica’ y sí eché de menos las bien conocidas de una orquesta sinfónica con un gran maestro (tipo Giulini o Abbado). Ya sé que no tengo perdón de Dios, pero como Don Giovanni tampoco…
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