Alemania

Par cet étroit sentier qui borde un sombre abîme

Juan Carlos Tellechea
jueves, 24 de enero de 2019
Perlenfischer, cartel © 2018 by Valeria Lampadova Perlenfischer, cartel © 2018 by Valeria Lampadova
Gelsenkirchen, sábado, 22 de diciembre de 2018. Musiktheater im Revier Gelsenkirchen. Die Perlenfischer (Les Pêcheurs de Perles), ópera en tres actos y cuatro cuadros con música de Georges Bizet y libreto en francés de Michel Carré y Eugène Cormon, estrenada el 30 de septiembre de 1863 en el Théâtre Lyrique (Théâtre-Lyrique du Châtelet) de París. Nueva edición del musicólogo inglés Hugh Macdonald. En francés con sobretítulos en alemán. Régie Manuel Schmitt. Ecenografía Bernhard Siegl. Vestuario Sophie Reble. Dramaturgia Stephan Steinmetz. Iluminación Patrick Fuchs. Intérpretes: Dongmin Lee (Leïla, sacerdotisa de Brahmā), Stefan Cifolelli (Nadir, amigo de la infancia de Zurga y mochilero), Piotr Prochera (Zurga, jefe de los pescadores), Michael Heine (Nourabad, gran sacerdote de Brahmā). Coro de la ópera y coro extra del Musiktheater im Revier, preparado por Alexander Eberle. Comparsas del Musiktheater im Revier. Niña Mi-Na Springer. Vídeo: entrevista con Saeeda Khatoon, madre de un joven de 18 años muerto en el incendio de una fábrica textil en Paquistán. Acróbata Michael Bittinger. Orquesta Neue Philharmonie Westfalen. Director Giuliano Betta. 100% del aforo.
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El joven director teatral Manuel Schmitt (Oberhausen, 1988) puso en escena con estruendoso éxito una singular producción de Los pescadores de perlas, de Georges Bizet, en el Musiktheater im Revier de Gelsenkirchen (MIR), uno de los principales teatros de la Cuenca del Ruhr que mantiene una gran tradición en ofrecer obras líricas poco representadas e incluso estrenos mundiales.

Entre todas las óperas de repertorio es ésta la única cuya acción se desarrolla en Sri Lanka. Por supuesto, su compositor, a la sazón de 24 años (recién egresado del Conservatorio) y que debutaba con esta pieza, nunca estuvo allí. Como tampoco conoció siquiera Andalucía cuando escribió Carmen (1875). Pero qué importancia podía haber tenido el que haya estado en ese lugar o no.

El mundo de la música de aquel entonces estaba tan obsesionado por crear obras líricas que contaran historias de lejanos lugares que bastaba con algo más o menos exótico y supuestamente bello, aunque no fuera muy apegado a la realidad, para satisfacer sus anhelos y deslumbrar al público. Por otra parte, regía en la época una música que se arrogaba el derecho de conocer los sonidos de sus héroes. Verbigracia, a nadie le interesaba que en 1863 los isleños a orillas del mar de Laquedivas (entre la India, las islas Laquedivas, las Maledivas y Sri Lanka) tocaran o no el arpa y el flautín cuando iban a trabajar; lo que se dice ... una impertinente arrogancia colonial.

De todas formas, hubo sí un trabajo de investigación y documentación previo de los libretistas Michel Carré y Eugène Cormon (cuando fueron encomendados por el empresario Léon Carvalho, del Théâtre Lyrique de París), ya que no contaban con ningún antecedente en la materia, y lograron por fin combinar hábilmente el mundo de los pescadores de perlas con los clásicos ingredientes de amor, celos y traición de toda ópera que se precie de serlo.

Schmitt declinó presentar un pintoresco triangulo amoroso, con runruneo de olas y conjuros divinos como el que desborda a esta obra, orquestada con gran refinamiento. Sus pescadores de perlas son gente de nuestros días, aún cuando los muestre escénicamente como un musical de miserables oprimidos que causan estragos en su entorno. En la escenografía de Bernhard Siegl el poblado industrial saca la mayor perla de una ostra con forma de globo terráqueo dorado (parábola visual de la globalización).

Cuando los ceilaneses cantan desde lo más profundo de su alma el miedo que sienten ante los malos espíritus, en realidad están gritando su ira contra la voracidad del mundo de los artículos de lujo que cobra víctimas humanas a diario. Para acallarlos, la élite económica global les envía en contrapartida despiadados policías antimotines con gases lacrimógenos que no hacen más que persuadirlos de la legitimidad y justicia de sus reivindicaciones.

La puesta denuncia con diáfana claridad cómo perecen seres humanos para que otros puedan lucir sus joyas y artículos de moda. Al comienzo de cada uno de los dos actos y al final del segundo se proyecta sobre el telón la conmovedora entrevista con una mujer paquistaní, Saeeda Khatoon, madre de un joven de 18 años que trabajaba en una fábrica de prendas textiles y pereció en el incendio de esa planta. También se citan frases célebres del teórico político, escritor y antiguo funcionario británico Leonard Woolf (1880-1969), el marido de Virginia Woolf, quien en 1906 estuvo en Ceilán y describía la explotación colonial de recursos humanos y naturales que predominaba allí, con el objetivo de obtener el mayor beneficio en el más corto lapso, como era el caso de la pesca de perlas, sin miramientos de ningún índole por las pérdidas que se ocasionaran.

Uno de los golpes de la estupenda escenificación es la cortina de plástico semitransparente que cubre la boca del escenario para simular (desde el techo hasta el piso) impresionantemente la inmersión en aguas profundas (acróbata Michael Bittinger); algo así como un leitmotiv de la pieza. Después serán los pescadores muertos los que habrán de ser transportados a tierra envueltos en estas láminas de material sintético.

Desde que se tenga memoria, las codiciadas perlas naturales han simbolizado la suerte y la belleza. Además de la península arábiga fue la isla de Ceilán (hoy Sri Lanka) el lugar tradicional de la pesca de perlas. No hay en toda la isla ningún espectáculo más notable para un europeo que el de la bahía de Kondaichchi, en la costa noroeste, en la temporada de la pesca de perlas, afirmaba el oficial británico Robert Percival en 1803.

En la inhóspita franja costera venían entre febrero y abril de cada año miles de personas de muchos países para explotar los bancos de ostras. Solo pocos europeos habían visto con sus propios ojos el sucio y peligroso negocio. Era un sistema estrechamente interrelacionado de concesionarios, propietarios de embarcaciones, intermediadores y joyeros.

Los pescadores se encontraban en el más bajo nivel de la estructura social. Lo normal era que estos pescadores se sumergieran entre 40 y 50 veces por día a profundidas de entre 7 y 18 metros de profundidad. Sin protección y totalmente desamparados, quedaban expuestos a peligrosos riesgos reales y cotidianos: sobrepresión pulmonar, embolia, rotura del tímpano, ahogamiento y, no en último término, ataques letales de tiburones. Por ello era importante para ellos la protección divina en el trabajo, ya que solo quien se sintiera protegido por una fuerza superior podría exponerse a tales peligros.

La exótica ópera está fuertemente politizada en el MIR. Se trata de la globalización y de la explotación. Lo que en Bizet no es más que un aspecto entre bastidores, termina por dominar y concienciar políticamente esta velada. Sin embargo el trío de protagonistas no es arrollado por una protesta ecologista Verde al estilo de Greenpeace, World Wildlife Found o de Amnistía Internacional. No, de ninguna manera.

La historia de amor entre la casta sacerdotisa hindú Leïla (magnífica la soprano surcoreana Dongmin Lee, ovacionada por la platea) y los dos pescadores de perlas que la idolatran, Nadir (magnífico asimismo el tenor belga Stefan Cifolelli) y Zurga (el barítono polaco Piotr Prochera), trata de desprenderse repetidamente de las imágenes que hagan referencia al sojuzgamiento capitalista. De entre las diferentes claves con las que puede interpretarse la ópera, el Musiktheater im Revier de Gelsenkirchen prefirió la primera, la del consuelo. Al final Leïla y Nadir huyen del infierno en llamas. Zurga, pagando una vieja deuda, protege a la pareja y se sacrifica. Triunfa el amor.

Otro de los aspectos que hace aún más interesante esta versión para los iniciados es que el famoso dúo Zurga-Nadir en el primer acto Au fond du Temple Saint, es desde hace largo tiempo conocido solo por su revisión, adaptación y arreglo; no es el originario de Bizet. Desde 2015 hay una nueva edición que por primera vez permite representar la ópera Los pescadores de perlas tal como la compusiera Bizet en 1863. En esta nueva producción del MIR suena por primera vez también el final inédito del dúo del segundo acto Leïla-Nadir Par cet étroit sentier qui borde un sombre abîme que tachara Bizet antes del estreno y que fue reconstruido ahora en base a diversas fuentes por el músicólogo británico Hugh Macdonald (Newbury/Berkshire, 1940), uno de los mayores expertos actuales en Berlioz y música francesa del tercio central del siglo XIX.

No todas los escenarios de la región tienen mucha suerte cuando eligen un programa con obras raramente escenificadas. Por eso es que fue muy grande la euforia con la que el público recibió y celebró el estreno este sábado. Es una ópera que merece ser vista, aunque sea solo para admirar la formidable y precisa dirección del italiano Giuliano Betta al frente de la orquesta Philharmonie Westfalen. Otro tanto ocurre con el triunfante coro, estupendamente preparado por Alexander Eberle, que moldea de forma extraordinaria el miedo y la protesta de los isleños.

Los dos papeles masculinos luchan entre sí, pero no solo por Leïla: Cifolelli hace un Nadir con una voz muy sensible, a veces apenas audible en el aria Je crois entendre encore, en el primer acto. El Zurga de Prochera no siempre con tonos graves, sino con coloridas facetas baritonales, parecía tener algunos problemas (tal vez estaba algo constipado). El Nourabad, gran sacerdote de Brahmā, encarnado por el bajo Michael Heine, hizo temblar la tierra (hasta las más recónditas profundidas de los yacimientos de carbón que acaban de ser cerrados ayer, viernes 21 de diciembre, definitivamente en la región, fecha histórica para Alemania) con su profunda voz.

La Leïla de la joven soprano lírica Lee (formada en la Universidad Nacional Hyun-ju Yun, de Seúl y en la Muskhochschule de Colonia), bellísima, sonaba casi perfecta en Comme autre fois; dio vida a un papel que bien podría ampliar ella hacia una dimensión todavía más sensual y encantadora. Los grandes arcos líricos que domina, la excelencia de sus trinos fueron algo así como un espléndido regalo de Navidad para el millar de espectadores presente.

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