España - Cataluña
Aniversario feliz para la Filarmónica de Oslo
Berta del Olivo

La Filarmónica de Oslo se encuentra celebrando sus 100 años de existencia con una gira por nuestro país que comenzó con este concierto en el Palau de la Música Catalana el día 29 de enero de la mano de BCN Classics. Con un programa dedicado a Brahms y a Rimski-Kórsakov, el titular de la formación, el ruso Vasily Petrenko demostró una gran empatía y complicidad con la orquesta y con el pianista macedonio Simon Trpçeski.
Como todos sabemos, la sombra de Beethoven era alargada para Brahms, y, seguramente por ello, Petrenko llevó a cabo una lectura de la partitura fuertemente rítmica, (llegando incluso a bailar literalmente las síncopas que presentaba el cuarto movimiento), dando a la música un firme sentido de dirección libre de cualquier sentimentalismo o amaneramiento. El pianista Simon Trpçeski acometió con éxito esta obra endiabladamente complicada y perversa en el plano técnico, firmando una interpretación centrada en lograr la intensidad requerida por Brahms. A lo largo del concierto, el diálogo del piano con la orquesta fue una delicia, con un fraseo con el que el sonido del piano se deshacía en la orquesta como una ola de mar que acaricia la arena de la playa suavemente.
El Segundo concierto para piano de Brahms encierra un viaje emocional complejo, tan duro, si se me permite el símil alpinista, como hacer escalar varios ochomiles a nuestras ánimas, sobre todo en el primer y segundo movimiento, a los que le siguen, afortunadamente, la recompensa del tercero y cuarto. Repasemos el primer movimiento: comienzo apacible de la trompa, al que le sigue el dolor y la rabia del piano, luchando durante todo el movimiento por poder replicar al completo la melodía inicial de la trompa. La obra prosigue con el diálogo de la orquesta y el piano reflejando tensión, sosiego, aceptación, nostalgia, serenidad, para llegar a un final triunfante. El segundo movimiento, con forma de scherzo, comienza con el desgarro del tema principal, al que le sigue un tema secundario más apasionado, para dejar paso a un trío de Händel en el desarrollo: en medio del aturdimiento y de la agitación, una mirada al pasado para encontrar un salvavidas en medio del naufragio. A continuación, el tercer y cuarto movimiento se centran en el amor y la alegría, así como en el juego y el recreo. El sonido un tanto oscuro en la cuerda de la Filarmónica de Oslo combinó perfectamente con la música de Brahms. Memorable fue el solo del chelo del tercer movimiento, una de las recompensas del duro viaje emocional de los dos movimientos anteriores.
La sección de viento, más luminosa, y la sección de metal, más brillante, fueron idóneas para la segunda parte del concierto, dedicado a Sheherazade. La dirección de Petrenko fue firme y enérgica de principio a fin, sacando todo el colorido de la orquesta. Impresionantes fueron los movimientos de sus brazos en paralelo y hacia delante para que la sección de metal remarcara el fortísimo de la melodía en medio del tutti orquestal. El dominio de la orquesta de la partitura de Rimski fue absoluto, con un concertino impecable en lo técnico, articulando la melodía sabiamente. Un debate que quiero dejar apuntado en esta crítica es sobre si el concertino tiene que mostrar rigor y responsabilidad con su orquesta o si tiene un margen para soltarse la melena y no ser tan prudente. Quizás al concertino de la Filarmónica de Oslo le faltó dejarse embelesar por el orientalismo de las melodías ensortijadas del compositor ruso. Esa chispa de pasión que Petrenko destilaba a raudales con la obra de su compatriota.
Y, para terminar, “La mañana” de la Suite Peer Gynt de Edvard Grieg como bis, momento emocionante que a más de uno nos puso la piel de gallina.
Muchas felicidades a la Filarmónica de Oslo por su aniversario, ¡per molts anys!
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