Reino Unido
Katia y cuando todo funciona bien
Agustín Blanco Bazán
En 1947, el director de orquesta Charles Mackerras (1925-2010) aprovechó el corto período de relativa libertad antes de que Stalin impusiese allí el comunismo duro para aprender en Checoslovaquia todo lo que pudo sobre Leos Janacek y ver algunas de sus óperas, incluida una llamada Katya Kabanova. Mackerras volvió a Londres en 1948, y dirigió la primera representación inglesa de Katya en el teatro Coliseum en 1951. Y así siguió Mackerras dirigiendo las óperas de Janáček, no sólo en la English National Opera (ENO) sino en Gales y Escocia. Todo ello hasta tal punto que cuando llegué a vivir a Londres en 1979 Janáček era allí moneda corriente, aún cuando se cantaba siempre en inglés, con lo cual, advertía el mismo Mackerras, se perdía esa integración de onomatopeya vocal tan típica del idioma checo con la medularmente articulada orquestación de las obras del compositor. Katya llegó al Covent Garden en idioma original sólo en 1994, dirigida por Bernard Haitink y en una puesta de Trevor Nunn donde un carretón tirado por un enorme caballo percherón entraba a una escena inclinada para llevarse en viaje de negocios a Tichon, el marido supuestamente impotente de Katya. Durante los ensayos finales, el caballo entró pisando tan fuerte que casi partió las tablas y el refuerzo de éstas costó…¡costó libras esterlinas que los responsables contaron con lágrimas en los ojos! Pero también hubo lágrimas de emoción frente ante el hecho que finalmente la obra se cantaba en checo en el teatro más importante del Reino Unido. Mackerras dirigió la última reposición de esta producción en el 2007. Recuerdo que su interpretación era muy a la checa, mas bien crispada por una nerviosidad expresionista que contenía acertadamente el exacerbado lirismo de la obra para impedir lo peor que puede pasar con Janáček, esto es, hacerlo sonar como Puccini.
La nueva puesta de la obra que acaba de presentarse en el Covent Garden consagra otra gran batuta en el altar británico de Janáček. Porque Edward Gardner no sólo sucede a Mackerras con una lectura de profunda sensibilidad y diferenciación cromática, sino que agrega una expansión tersa, afirmativa y luminosa en los pasajes líricos descriptivos de la desesperada ansiedad de la protagonista, en contraste con el sadismo nihilista de su suegra. Un tercer plano de alternativa a esta confrontación lo constituye la emancipada relación de Varvara con Vána que Gardner presenta con un folklorismo palpitante y medular. Cómo nunca respondió la orquesta de la casa a esta interpretación antológica. ¿Es que nadie sabe como Gardner sacar esa redonda y lubricada brillantez a las trompas y esa incisiva afinación a las flautas y oboes? Pero hay más, porque Gardner demostró que las pausas son en esta partitura un componente esencial de la orquestación porque nos imponen una mudez premonitoria que nos detiene como para anunciarnos cada uno de los pasos de la tragedia antes de precipitarnos a ella. El regisseur Richard Jones se hizo parte de la narrativa orquestal con sugestivos golpes de luz y sombra.
La puesta de Jones cambia la aldea rusa a orillas del Volga por un estéril y desesperanzado suburbio inglés de fines de 1970. Un panel giratorio muestra alternativamente el interior de la opresiva casa familiar, con ventanas a través de las cuales los hombres del barrio calientes se detienen de vez en cuando para atisbar a la reprimida Katya. El panel gira para mostrar el frente de la casa en las escenas exteriores. En estas escenas las ventanas sirven para que Kabanicha espíe desde el interior a su nuera, cuando ésta regresa de su primera noche de adulterio con Boris.
La regie de personas es un soplo de aire fresco de tiempos pasados, gracias a una madurez que contrasta con tantas de esas propuestas de regisseurs empeñados en mostrar y explicar todo y entretener al publico con videos, hiperactividad y reiteración de gestos. Como Harry Kupfer o Götz Friedrich, Jones sabe insinuar en lugar de interferir entre la obra y el espectador. En todo momento su regie de personas fue sincronizada con el drama y la partitura y ello fue decisivo para permitir que un elenco también excepcional pudiera interiorizar cada personaje como es debido.
Con voz cálida y de sólido apoyo Amanda Majeski cantó una protagonista frustrada y neurótica, mas bien una precursora de Lady Macbeth de Mtsensk que la joven soñadora y ñoña que nos presentan a veces. La de Majesti es una Katya abrumada por culpas que alternan con visiones de libertad y amor más obsesivas que poéticas. Frente a ella Andrew Staples interpretó un Tichon nunca ridiculizado sino trágico en un apasionamiento que sólo puede neutralizar con el alcohol. Como Dikov, Clive Bayley convenció en su esquizofrenia de furioso autoritario frente a su sobrino Boris y de sometido a una Kabanicha que le propina calculados cachetazos, mirando su reacción después de cada uno de ellos. Excelentes también la Varvara de Emily Edmonds y el Kudrjás provincial semi-hippie de Andrew Tortoise, no sólo por la calidad de sus voces sino por esa inolvidable y delicada explosión de sexualidad durante un dúo de amor sobre un banco de plaza y bajo un farol de neón. Y también excelente Pavel Cernoch como un Boris de voz de clarín, coordinada con una liviandad de carácter adecuadamente explicada por su aterrado sometimiento a su tío Dikov. Susan Bickley fue una Kabanicha de crueldad adusta, oscura, pero nunca estereotipada, bien acorde con el modelo de autoridad que pretenden ofrecer quienes tratan de justificar sus ambiciones de mando con presuntos valores de orden y moralidad social.
Gracias a la nitidez de la regie de Jones esta versión admirablemente cantada y dirigida lució con impecable dramaturgia en sus conclusiones teatrales. Kabanicha y Katya se complementan en su neurosis de dominante y dominada, con brotes de alucinada sensualidad en esta última. Por su parte Kabanicha somete a Dikov (que a su vez somete a su sobrino Boris) y a su propio hijo. ¿Pero logra Kabanicha triunfar con ese nihilismo autoritario que muchas puestas presentan siguiendo a pies puntilla las instrucciones del libretista/compositor? No en la regie de Jones, que sin contradecir estas instrucciones se aprovecha de la música y las pausas para escenificar un final donde también la suegra termina perdiendo los estribos: cuando oye los gritos fuera de escena sobre el rescate de un cadáver, Kabanicha, sola en escena, altera su autoritaria compostura con un gesto de desesperación de boca abierta, brazos en alto y ojos desbocados. Y con esta gesticulación da una vuelta completa a la escena. ¿Significa este inesperado descontrol remordimiento al sentirse por una vez culpable, o terror frente a la posibilidad de perder el amor de su propio hijo? Parece que tal vez lo último. Kabanicha se recompone a tiempo para recibir a los pescadores que traen el cadáver de Katya en vilo y tratan de reanimarlo con respiración artificial y movimientos de brazos y piernas. Cuando Kabanicha les agradece con gesto de que ya pueden retirarse, los pescadores arrojan el cadáver en brazos de Tichon que sostiene el cuerpo inerte de pie. Justo antes de que la iluminación de paso a una oscuridad total, vemos a Kabanicha tratando de arrancar el cadáver de brazos de su hijo, pero sin lograrlo: el abrazo de una Katya muerta termina siendo más fuerte para Tichon que el de su madre. Al orquestar la aniquilación de su nuera, esta dominatrix ha terminado perdiendo a su propio hijo.
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