España - Cataluña
Estreno mundial en el Liceu
Jorge Binaghi

El Liceu ha vuelto a encargar, después de algunos años, una nueva ópera. Hecho siempre positivo. Se dan cuatro funciones en un espectáculo de considerable esfuerzo al que ha contribuido la Asociación de Amigos del Liceu.
La obra, de unos ciento cinco minutos, se da sin intervalo, cosa que si está bien por la continuidad -aunque la división en actos es clara- hace que a veces la atención oscile dada la repetición de situaciones y palabras. Se trata de una distopía que comienza en un mundo futuro en el que Lea, la protagonista, ha sido poseída por la fuerza divina y se ve condenada a vagabundear eternamente por tiempos y espacios distintos, convertida en ‘puta de Dios’ y siempre vigilada por Millebocche y Milleocchi que tienen como misión impedir que cuente el secreto de su experiencia a nadie. Pero, toda sentidos y emoción, encuentra a un sonámbulo que, por un contacto parecido con la muerte, ha quedado reducido a sólo el aspecto racional y está cegado. Luego, en el mundo actual, Lea se encuentra reclusa en un manicomio regentado por un antiguo director de circo y psicólogo, el doctor Schicksal (Destino en alemán) que inventa juegos para los internos y en uno de ellos hace que tres artistas (tres formas distintas de amor) intenten arrancar el secreto a Lea para esculpirla, pero la joven se niega. Sin embargo, cuando reaparece Ram, ahora otro interno, y pese a los esfuerzos denodados de los vigilantes, la pareja se ve ayudada por tres damas de la frontera que ya en la primera parte han aparecido como protectoras de Lea. Finalmente entran en contacto mediante una unión amorosa, cosa que enfurece a los otros internos, que no desean ver libre a nadie y claman pidiendo a Schicksal que los reconduzca a la situación anterior. Pero lo poco que dure la unión y la situación ‘no común’ habrá valido la pena.
Me he detenido en contar el argumento porque se trata de una obra nueva, y precisamente creo que es en el texto donde está el principal problema. No acabo de entender por qué un libreto en castellano se ha traducido al italiano (no del todo irreprensible por lo que me ha parecido entender) en el caso de los solistas mientras que el coro canta en catalán. Y por otra parte el propio argumento y las palabras con que se lo desarrolla me han parecido más bien huecos, pretenciosos y, además, ‘moralizantes’ (de hecho la obra podría bien ser un misterio medieval o de ese tipo, y tal vez así resultaría más lograda).
La música es interesante, aunque un tanto reiterativa, y no creo que se haya dado con una solución para el canto. La protagonista tiene una línea casi siempre aguda, como sus carceleros. Las frases más melódicas (y comprensibles) están en las damas de la frontera, los artistas y el sonámbulo (resulta raro que el racionalismo sea cantable y lo instintivo o antirracional no). El doctor Destino tiene de todo, recitado, cantado, hablado, y la línea del coro es la más estable y, dentro de todo, tradicional. Los recursos orquestales de Casablancas son buenos y justamente los mejores momentos, la introducción al tercer acto y el acto amoroso de la pareja son sólo orquestales.
La producción fue muy buena y cuidada. Portaceli, en su primera aproximación a la ópera, se encontró a gusto y marcó bien. Las luces y los videos ayudaron a crear la atmósfera, como los decorados y el vestuario. Palabra aparte para la coreografía, que en especial en la reproducción del encuentro sexual, con ocho bailarines, cumple muy bien con su cometido.
Josep Pons dio una buena prueba de su valía para enfrentar textos contemporáneos y la orquesta sonó muy bien y expresiva. Asimismo excelente el coro.
Los solistas también trabajaron con entusiasmo. Más allá de su entrega y de la mayor o menor extensión de las respectivas partes, el conjunto fue muy bueno. Pero hay que hacer distinciones. Si Allison Cook, que al parecer se especializa en la creación lírica contemporánea (la hemos visto aquí mismo en Quartett), y se manifestó muy entusiasmada por la obra, trabajó con el compositor, o bien aceptó una línea vocal que no la favorece, o simplemente el esfuerzo que se requiere de su agudo ha sido excesivo. Excelente en cambio José Antonio López, a quien me gustaría ver en otro tipo de roles. Xavier Sabata es un magnífico intérprete con una voz no precisamente bonita, pero aquí eso importa menos. Las tres damas (Blanch, Masllorens e Infante) fueron asimismo muy buenas, y los vigilantes, en especial De Munck, que tiene también unas líneas de gran dificultad en el agudo, junto con Bou, se lucieron. Los tres artistas (con sus tres ‘canciones’ distintas de acuerdo al tipo de amor que proponen) fueron tres tenores, todos correctos, pero sobre Alegret y Lozano se destacó la seguridad de Noval-Moro aunque tal vez Lozano tenga un color más bonito.
El público era más numeroso en las localidades bajas que en las altas, y en mi función (que se filmaba, y era la tercera, supongo que también se habrá hecho en las anteriores y posterior) habrá rondado el sesenta por ciento de ocupación de la sala, que no está mal. No hubo deserciones y al final hubo un aplauso cerrado, por momentos más cortés y en otros más apasionado junto con algunos ‘bravos’ de clara aprobación a artistas y obra.
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