Madrid, martes, 7 de mayo de 2002.
Auditorio Nacional de Música (Madrid). Orquesta Sinfónica de La Monnaie. Director: Antonio Pappano. Solista, Michelle DeYoung. Obras: La Forza del destino (Giuseppe Verdi); Les nuits d'ete Op.7(Héctor Berlioz); Symphonie Fantastique. Episode de la vie d'un artiste Op.14(Héctor Berlioz). Ciclo de Promúsica
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Programa interesante el de la lluviosa tarde del martes 7 de mayo en el Auditorio Nacional de Madrid, con obras de Giuseppe Verdi y Héctor Berlioz.Comenzó el concierto con la obertura de La Forza del destino, de Verdi; tal vez una de las más conocidas y admiradas del autor. En conjunto sonó bastante bien, pero pese a todo le faltó precisamente eso: Forza... hasta que entraban los metales, que arrasaban con todo. Por lo demás, todo en orden; sin grandes alardes de virtuosismo, pero sin sobresaltos y llevando bien la melodía, algo que el público agradeció.En segundo lugar interpretaron Les nuits d'été Op.7(las noches de estío), de Héctor Berlioz, obra compuesta por seis piezas para mezzo y orquesta. De todo este conjunto que conforma la obra, la primera de las piezas (Villanelle) y la última (L'lle inconnue) son las más rápidas, mientras que las cuatro que quedan en medio (Le spectre de la rose, Sur les lagunes, Absence y Au cimentiere. Clair de lune), llevan un ritmo mucho más pausado. La mezzo escogida para la ocasión fue Michelle DeYoung. Lo hizo bastante bien, con buena voz y expresividad, aunque tal vez se excediera un poco con el vibrato. La orquesta (mucho más reducida ahora) también estuvo a gran altura, de fondo, acompañando sin tapar en ningún momento a la mezzo. Entre Sur les lagunas y Absence se comenzó a hacer un poco pesado, debido tanto a las características de la obra como a la parsimonia de los intérpretes; resultó un tanto lineal. Con la llegada de L'lle inconnue se recuperó la atención de mucha parte del público, que terminó aplaudiendo mucho a DeYoung.Y tras el descanso llegaba la obra 'fuerte' de la tarde, e incluso me atrevería a decir que es la obra 'fuerte' de toda la programación de la temporada (sin querer quitar importancia al resto, por supuesto), debido a la importancia que esta obra tuvo y tiene aún hoy en la Historia de la Música. Me refiero a la Symphonie Fantastique. Episode de la vie d'un artiste Op.14. de Héctor Berlioz. Con esta composición Berlioz abrió un nuevo episodio en el mundo de la música, dividiendo el Romanticismo musical en un antes y un después: era el comienzo de la música programática. El propio autor se encargó de repartir unas notas explicatorias acerca de la obra antes del estreno de la misma. El primer movimiento, Reveries et passions (Ensueños y pasiones), comenzó de la misma manera que todo el concierto: bien, muy melódico, pero falto de fuerza. Poco a poco la orquesta se fue acomodando y llegó a la exposición de la Idea Fundamental de manera brillante. Si hay algo que no se consiguió durante toda la obra fueron los crescendos y los diminuendos, demasiado bruscos tanto en un caso como en el otro. El segundo movimiento, Un bal (un baile) estuvo a gran altura: el vals estuvo muy bien ejecutado, y la Idea Fundamental fue interpretada de manera magistral por los intrumentos de viento madera. No así el tercer movimiento, Scéne aux champs (escena en el campo), que se hizo muy pesado, y con unas trompetas bastante torpes en sus intervenciones. Los crescendos y diminuendos salieron especialmente mal aquí, y en general todos los cambios de dinámica. Resultó bastante 'espeso'. La Marche au supplice (Marcha al suplicio) cambió el carácter de lo que se acababa de escuchar: fue un movimiento muy breve, rápido, con mucha fuerza. Si bien es cierto que todos estos ingredientes son propicios para una audición interesante, también es lícito decir que se les fue de las manos: las trompetas (torpes toda la noche) sonaban cuales mariachis en un corrido mexicano, y el final se quiso hacer tan espectacular que explotó, con la percusión a un volumen excesivo, tapando con los metales al resto de la orquesta; tanto que el último golpe del bombo pareció que rompía el parche del mismo. Una cosa es un final enérgico, y otra es un final apocalíptico, y yo me temo que Berlioz, por innovador que quisiera ser, no se refería a este último. El último movimiento, Songe d'une nuit de Sabbat (el sueño de una noche de akelarre), consiguió remendar lo que podría haber acabado en debacle. A excepción de las trompetas, la orquesta volvió a la calidad de los dos primeros movimientos, y esta vez sí realizó un grandísimo final. El público se mostró agradecido y entusiasmado, y al final la orquesta hizo un bis... muy típico: Marcha Radetzky y un fragmento de Carmen, para volver de nuevo a la Marcha. Sin comentarios (¿hay algo más típico y tópico que esto?). Como para que les saliese mal después de todo.El director, Antonio Pappano, estuvo muy discreto en su función: no lo hizo mal, pero tampoco destacó por su buen hacer. De hecho, el problema de los cambios de dinámica y las entradas mal hechas dependieron casi en su totalidad de su batuta. En fin, un programa demasiado grande, pero que resultó ameno para la gente que acudió al Auditorio.
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