Discos
Piano-resonancia(s)
Paco Yáñez
Aunque con menor frecuencia que cuando nuestras defenestradas cajas patrocinaban la edición de música contemporánea en disco compacto, de vez en cuando los sellos europeos publican algún que otro lanzamiento de compositores españoles; incluso, repitiendo en un mismo sello algunos de ellos: tal es el caso del vasco Ramon Lazkano (Donostia, 1968), de quien Kairos lanza su segundo disco tras el publicado en 2009 con tres de sus obras orquestales en versiones de la Orquesta Sinfónica de Euskadi bajo la dirección de Johannes Kalitzke (Kairos 0012992KAI).
Así pues, diez años más tarde nos reencontramos en Kairos con Ramon Lazkano, y lo hacemos por medio de un disco protagonizado por su música para piano(s): una propuesta que comprende un abanico temporal considerablemente mayor que su primer compacto en el sello vienés, pues ahora escuchamos obras cuya composición va de 1989 a 2017. Tal y como José Luis Besada se pregunta en sus notas para esta edición, ¿qué desafíos encara un compositor del siglo XXI cuando se enfrenta a la música para piano, tras las cimas que en dicho medio han supuesto el último György Ligeti, la línea que surge con Henry Cowell y se expande hasta el presente vía John Cage, o la reconceptualización del instrumento a manos de Helmut Lachenmann? Para Besada, profundo conocedor de la música de Ramon Lazkano, el compositor donostiarra se situaría, ya desde los años noventa del pasado siglo, en un paradigma que se movería entre la tradición y la experimentación, algo que se percibe desde la primera partitura aquí reunida. Ésta es Hitzaurre Bi (1993), concierto para piano y orquesta que deja ver las influencias de los maestros franceses de Lazkano, pues hablamos de una pieza compuesta cuando el donostiarra completa sus estudios en el Conservatorio de París, bajo la tutela de Alain Bancquart y Gérard Grisey. De este modo, estos Dos prefacios inciden en los armónicos y en la expansión de sus resonancias a través de las distintas secciones orquestales, con una fusión (típica en Lazkano) entre los ecos de un pensamiento espectral y la (atávica, diría) reminiscencia de una materialidad que conecta al compositor con la escultura vasca (tradicional y contemporánea): influencia recurrente en muchas obras de su catálogo, con una mención muy especial para su Laboratorio de tizas (2001-11): ciclo camerístico en diálogo con el artista vasco Jorge Oteiza que ya visitó nuestra sección discográfica, en enero de 2013, por medio del soberbio registro del ensemble recherche para el sello Verso (VRS 2127). Hitzaurre Bi no es una partitura tan lograda como las que comprende el Laboratorio de tizas, pero se disfruta la mayor masividad de sus materiales, que pasan de una mirada microscópica a la materia a su gran forma, con contrastes más violentos y abruptos en sus pasajes más virtuosísticos (especialmente, en el primer movimiento), si bien abundan los compases serenos y suspendidos, en los que el piano adquiere un gran protagonismo, casi a modo de cadencia, con una dificultad técnica digna de Ligeti, aunque con desiguales niveles y brillantez en sus desarrollos. La lectura recogida en este compacto parece, en todo caso, muy notable, con Alfonso Gómez como solista y una Bilbao Orkestra Sinfonikoa, dirigida por Ernest Martínez Izquierdo, en muy buena forma.
La segunda partitura que escuchamos en este disco es la más reciente, Petrikhor (2017), así como la más larga, con sus casi diecisiete minutos de duración. Estamos ante una obra en la que las resonancias mandan, con un ataque cristalino que evoca el movimiento de los fluidos y el vapor, aquí deslizándose por cada resquicio de un piano que deviene tan líquido como el momento histórico en el que esta obra fue compuesta. Destaca, asimismo, la sólida construcción polifónica desde el teclado, que obliga a Alfonso Gómez a una medida endiablada en los compases más virtuosísticos y rápidos, balanceando dicha polifonía con un manejo del pedal que agudiza esa concepción tan resonante del piano. Toda una lección, por tanto, de construcción desde los armónicos, y nueva lectura espectacular de un Alfonso Gómez centelleante en el teclado y muy sutil a la hora de dotar de relieves a cada altura por medio del pedal, lo que crea diferentes reverberaciones y estratos de densidad para las constelaciones de este piano tan marcado por lo geológico como por el sólido conocimiento aquilatado por Lazkano del piano del siglo XX, con improntas que van de Schönberg a Ligeti, pasando por Bartók y Messiaen, recorriendo buena parte de lo más sustantivo en dicha tradición.
Zintzilik (2005) es el primero de los dúos aquí escuchados, una partitura de fuertes contrastes en cuanto a registros, con un deje kurtagiano por lo dialógico de su discurso, en el que parece que los pianistas hablasen entre sí. En esta grabación, quienes conversan por medio del teclado son el propio Alfonso Gómez y Marta Zabaleta, desgranando una magnífica lectura que posee algo mágico y una perfecta coordinación entre ambos. Bras dessus bras dessous (2008) es la otra partitura para varias manos recogida en este compacto. Como en el caso de Zintzilik, estamos ante una pieza muy corta que apenas sobrepasa el minuto de duración; si bien en ambiente es contraria a Zintzilik, por cuanto aquí prima la concentración y la serenidad, sin el amplio despliegue de registros de la primera, por lo que, como dos caras de un pensamiento pianístico, conforman un interesante dúo. A ello le sumamos el hecho de que en este registro podemos escuchar al propio Ramon Lazkano al teclado, que se une a Alfonso Gómez y a Marta Zabaleta en un ejercicio de reflexión meditativa que se convierte en un oasis en este disco tan marcado por los contrastes y la explotación de los extremos del piano.
Esto último es lo que sucede en Laugarren Bakarrizketa (2000), una obra que, si bien se abre desde las resonancias graves, con una sonoridad cavernosa y densa, pronto se lanza a un virtuosismo centelleante con ciertas reminiscencias de Claude Debussy por su uso del cromatismo y de un piano que tanto se suspende como busca direccionalidades cortadas por una brocha impresionista capaz de quebrar los recorridos y abismarlos al aire como espacio reverberante. Del mismo modo, si en una pieza de este disco el piano danza de forma etérea, movido a ese espacio de incesante desplazamiento, ésta es Laugarren Bakarrizketa, con su motilidad, aquí muy acusada por un Alfonso Gómez excelente en su manejo del mecanismo, de las dinámicas (fundamentales en la construcción de las estructuras y en su correcta percepción) y del pedal. Todo el recorrido central del octavo minuto es un buen ejemplo de ello, con una contundencia y una masividad inapelables: clímax de la obra y punto de inflexión en su recorrido de vuelta a las resonancias y al silencio, por lo que Laugarren Bakarrizketa acaba teniendo algo de circular, con una sólida arquitectura que, de nuevo, muestra el estudio atento y bien asimilado de la tradición pianística del pasado siglo realizado por Lazkano.
Las tres piezas que conforman el ciclo Ilargi Uneak (1989-96), sucesivamente: 'Izar', 'Ekhi' (escrita para la mano izquierda) y 'Urtzi', se interpretan de forma ininterrumpida y conducen nuestra mirada al espacio, ya desde los propios nombres de cada pieza: 'Estrella', 'Sol' y 'Firmamento'. Como en el caso de Laugarren Bakarrizketa, nos acercamos a un piano que danza y sobre el que gravitan influencias que nos hacen pensar en Messiaen, aquí complejizado a través de los polirritmos, con una estructura que, con 'Ekhi' como movimiento lento, nos vuelve a remitir a los modelos clásicos, convenientemente actualizados.
Presencia (2002) es una pieza escrita por Ramon Lazkano para celebrar el centenario de Joaquim Homs, y tal y como señala José Luis Besada, se enraíza en Arnold Schönberg a través de Roberto Gerhard, de quien Homs fue discípulo, trazándose, de este modo, todo un rizoma de influencias históricas. La pieza de Joaquim Homs Presències (1967) sirve a Lazkano de punto de partida, pues de ella toma el compositor vasco una serie dodecafónica, si bien, como nos recuerda Besada, sin una explotación estrictamente serial de la misma, sino por medio de un concepto muy flexible y poético, con un teclado suspendido y resonante, así como con una estructura que se conduce hacia las notas que, en notación germánica, son la primera (H) y última (S) del apellido de Homs, aquí utilizadas a modo de tributo y recuerdo. Suziri (1999) es otra partitura compuesta como homenaje; en este caso, al también vasco Luis de Pablo. Escrita para el septuagésimo aniversario de este último, estos Fuegos artificiales (pues tal sería la traducción) combinan la sutil presencia de la felicitación con una fascinación por el gesto virtuosístico que Besada dice es común a Lazkano y de Pablo; de ahí, el que a intervalos asistamos a dichos destellos, como rasgo estilístico y como pirotecnia a modo de celebración. De nuevo, los contrastes se asoman a este disco por doquier, pues si Presencia es una obra introspectiva y poética, en Suziri Alfonso Gómez se lanza a lo vital y a lo festivo, dominando ambos ambientes con clarividencia.
Como las anteriores (y buena parte de las piezas reunidas en este compacto), Zortziko (2000) es una partitura muy breve que ni a los dos minutos de duración llega. En parte, ello se debe a que se trata de piezas con fines pedagógicos, como el caso de la propia Zortziko, escrita a petición de Thalia Myers y en la que Lazkano incluye patrones rítmicos del folclore vasco; de nuevo, con un gran contraste entre un registro grave denso y cavernoso, y unas constelaciones en el registro agudo más etéreas, poéticas y danzables. Al igual que Zortziko, Gentle Sway (2002) fue encargada por Thalia Myers y, como la anterior, no alcanza los dos minutos de duración. Estamos ante una pieza más sencilla, tanto en fraseo como en digitación y contrastes, uniéndose a partituras como las antes vistas Zintzilik y Bras dessus bras dessous formando parte de las obras escritas por Ramon Lazkano para estudiantes. Como en aquéllas, Alfonso Gómez da cuenta de Zortziko y Gentle Sway con maestría; máxime, cuando sus dificultades están bastante por debajo (especialmente, en Gentle Sway) de lo que otras partituras aquí reunidas demandan, por lo que, a nivel interpretativo, las bondades de Gómez en cuanto a técnica, poética y conocimiento del lenguaje lazkaniano se mantienen a lo largo de todo el compacto.
Las grabaciones reunidas en este disco son excelentes, con toma de sonido a cargo de Benedikt Schröder para un piano de gran cuerpo y total naturalidad, en uno de los puntos fuertes de este lanzamiento. La edición del compacto es la típica de Kairos, con notas a cargo del ya varias veces mencionado José Luis Besada, que demuestra su buen conocimiento de Ramon Lazkano y de su música en un ensayo que, curiosamente, sólo se presenta en inglés y en alemán. Mientras, el segundo ensayo incluido en el libreto (de corte más personal, a cargo del pianista Alfonso Gómez) sí se presenta en castellano y vasco, además de en inglés, alemán y francés. Biografías de compositor e intérpretes, junto con fotografías y ejemplos de partituras, completan un disco no tan interesante como el primero de Ramon Lazkano en Kairos, o como su Laboratorio de tizas en Verso, pero que, por la maestría del compositor vasco y por su proteica mirada a la tradición, se abre un hueco en su discografía.
Este disco ha sido enviado para su recensión por Kairos.
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