Discos

Vueltas de tuerca hacia ambos lados del océano

Paco Yáñez
lunes, 12 de agosto de 2019
Steffen Schleiermacher: Das Tosen des Staunenden Echos. Kaija Saariaho: The Tempest Songbook. Michael Wertmüller: Antagonisme Contrôlé. Olivia Vermeulen, soprano. Peter Schöne, barítono. Peter Brötzmann, saxofón. Dirk Rothbrust, percusión. Marino Pliakas, bajo eléctrico. Ensemble Musikfabrik. Jean Deroyer, Christian Eggen y Emilio Pomàrico, directores. Werner Wittersheim, productor ejecutivo. Reinhold Nickel y Uwe Sabirowsky, ingenieros de sonido. Un CD DDD de 61:32 minutos de duración grabado en la WDR Funkhaus am Wallrafplatz de Colonia (Alemania), los días 22 de agosto de 2009, 20 de junio de 2010 y 6 de abril de 2014. Wergo WER 6868 2.
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Regresamos (tras nuestro último acercamiento, el pasado 28 de enero -entonces, con los volúmenes duodécimo, decimotercero y decimocuarto de la serie de por medio-) a la colección que el sello Wergo está dedicando al Ensemble Musikfabrik, que alcanza su decimoquinto lanzamiento con un disco compacto que muestra a las claras la pluralidad estética que preside las programaciones del que es uno de los conjuntos de música contemporánea más importantes de Europa,

Y es que el eclecticismo manda en este decimoquinto volumen ya desde su primera partitura, Das Tosen des Staunenden Echos (2009), obra del alemán Steffen Schleiermacher (Halle, 1960), músico con una larga carrera como director y compositor, si bien es su faceta pianística la que más lo ha dado a conocer en los círculos de la nueva música, con registros que muestran (como la propia serie Musikfabrik en Wergo) una apertura de miras fascinante, pues entre los muchos compactos de Schleiermacher encontramos grabaciones que van de Erik Satie a Frederic Mompou, o de la Segunda Escuela de Viena a la música de vanguardia japonesa, sin olvidar su siempre atenta mirada a la música norteamericana del pasado siglo, con referenciales registros dedicados a John Cage, Philip Glass, Terry Riley, Morton Feldman, Stefan Wolpe, Christian Wolff, etc. Precisamente, del ámbito norteamericano parece provenir la influencia estilística fundamental que se asoma a Das Tosen des Staunenden Echos, una página con no pocos dejes de John Adams por su manejo del ritmo, las superposiciones de líneas melódicas, así como por su tan particular sentido del humor en una obra que, a priori, no tendería mucho hacia ello, pues fue escrita como recuerdo del paso de Steffen Schleiermacher por Luang Prabang, la antigua ciudad real de Laos. Los recitados de las oraciones budistas en los templos de Luang Prabang, acelerados por la vida moderna y asediados por los medios de (in)comunicación de masas, sirven al compositor alemán a modo de -reconoce- cantus firmus sobre los que va tejiendo capas rítmicas y sonoridades que no dejarán de poseer cierto carácter paisajístico o programático, como los acordes de piano a modo de campanas rituales: todo ello, en una maraña inextricable que remeda el caos de las ciudades de extremo oriente, entre ecos de lo espiritual y una aceleración de parte de los estratos rítmicos irrefrenable. Una inmersión, así pues, que desde el bullicio del Laos contemporáneo nos remite a ecos de la música norteamericana y a los continuos hilos con los que se entreteje la prolija interculturalidad del siglo XXI.

La segunda partitura incluida en este compacto es The Tempest Songbook (1992-2004), ciclo vocal camerístico de la compositora finlandesa Kaija Saariaho (Helsinki, 1952) que ya había visitado (en abril de 2012) nuestra sección discográfica por medio de un recopilatorio del sello Ondine (ODE 1113-2Q) en el que se incluían dos de sus partes: Caliban’s Dream (1992) y Miranda's Lament (1997), allí en versiones de la Avanti! Chamber Orchestra, dirigida por Hannu Lintu. Pensar en las grabaciones ochenteras de la Avanti! con música de Saariaho de por medio, nos ubicaría totalmente fuera de los planteamientos estilísticos que escuchamos en el ciclo que hoy reseñamos, The Tempest Songbook, pues estamos ante una música que se acerca más a compositores como Benjamin Britten o Hans Werner Henze que a la Saariaho que fue la finesa en sus años mozos. Lejos queda, aquella inquietud musical y su búsqueda de nuevos paisajes sonoros, dejando aquí paso a una música básicamente plegada a la voz, a la prosodia de la pieza teatral que le da nombre, la shakesperiana The Tempest (c. 1610-11). Afortunadamente, el carácter mágico y misterioso del texto posibilita el que Saariaho juegue con ciertas sonoridades, destacadamente en vientos y cuerdas, para dar salida a esas sombras y paisajes siniestros, si bien todo ello se limita sobremanera cuando entran en juego unas voces de una escritura tan escasamente imaginativa que, al menos a quien esta reseña firma, lo mueve al sopor y al distanciamiento. Y no es que falten aquí ni buenos cantantes, la soprano Olivia Vermeulen y el tenor Peter Schöne, ni una atentísima dirección: la de un Emilio Pomàrico que no escatima un ápice al lirismo de los personajes en manos de Saariaho, aunque a lo que a uno impele esta partitura es a volver al original shakesperiano: pura música en sí misma, sin necesidad de aditivos tan empalagosos y edulcorados como estos.

Puesto que con teatro anglosajón estamos, demos, como Henry James, otra vuelta de tuerca y devolvamos nuestra mirada a los Estados Unidos, pues la última partitura vuelve a mostrar unas improntas estilísticas notablemente norteamericanas; en este caso, a través del jazz. Nos referimos a Antagonisme Contrôlé (2013-14), obra para saxofón, percusión, bajo eléctrico y ensemble del compositor y percusionista suizo Michael Wertmüller (Thun, 1966), alumno de Dieter Schnebel que aquí nos muestra su carácter iconoclasta y la difícil adscripción de su música a una sola estética, pues, al menos, en Antagonisme Contrôlé de muchas de ellas bebe, con una presencia no menor del propio Schnebel, así como de la libertad e hibridación estética de un Mauricio Kagel. Esa unión de estilos, en muchos casos 'antitéticos', es lo que manda en esta página sobre los antagonismos y sus puentes de encuentro, siendo el free jazz y la tradición desmitificadora de los citados maestros lo que aquí prima. De este modo, el crossover se convierte, por medio de los procedimientos armónicos compartidos por dichos estilos musicales, en una sola voz: en ese control al que el título se refiere, aunque no diría que sean esos puntos de encuentro lo más brillante de esta extensa partitura (que sobrepasa la media hora de duración), pues se cae un tanto en el mínimo común denominador, siendo los pasajes más libres y evocadores del jazz, los más enérgicos y furibundos, los más impactantes y atractivos. Otro aspecto en el que ambos universos estéticos chocan es a la hora de unir la improvisación (destacadamente, en los solistas) con la escritura (¡a estas alturas!) estrictamente serial (fundamentalmente, en el ensemble), lo que crea momentos un tanto desconcertantes, que se viven como una curiosa disfunción en pos de un desarrollo que apueste por una salida, a poder ser, hacia la mayor libertad de lo jazzístico, pues son dichas partes, preferiblemente a trío (el largo pasaje central para saxofón resulta un tanto demodé), las más logradas, evolucionando la partitura hacia unos minutos finales que son de un frenesí polirrítmico propio de otro mago de la fusión de estilos (incluyendo al jazz) como Bernd Alois Zimmermann, por lo que, al final, quedamos con buen sabor de boca y seguros de haber escuchado una versión de muchos quilates, con un trío solista de lujo y un ensemble que brinda unas lecturas con sabor estadounidense propio de un Ensemble Modern (el conjunto alemán que, en mi opinión, mejor toca música norteamericana, como demuestran sus grabaciones de Frank Zappa, John Cage, Morton Feldman, Conlon Nancarrow, John Adams, o Steve Reich, entre otros). No le anda lejos, aquí, Musikfabrik, con un Christian Eggen en la dirección que combina el rigor avantgardista (valga el palabro) en el ensemble con un margen para la improvisación de lo más fluido para unos solistas que saben hacer un fantástico uso de dichas libertades, sin perder de vista al conjunto.

Como es norma de la casa en la edición Musikfabrik desde su primer lanzamiento, las tomas de sonido son impecables, con registros a cargo de la WDR de Colonia. El libreto, con ensayos sobre cada una de las obras y datos biográficos de compositores e intérpretes, se vuelve a incorporar en un póster desplegable sobre un cuadro del pintor alemán Gerhard Richter; en este caso, el óleo Rot-Blau-Gelb (1973). Es una presentación, como hemos indicado en anteriores lanzamientos, poco manejable, pero que vuelve a apostar por lo artístico y por la modernidad de su diseño, en línea con la música reunida por Musikfabrik en su serie para el sello Wergo, aunque en este volumen con muy desiguales resultados.

Este disco ha sido enviado para su recensión por Wergo.

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