Discos
Canto a la Reforma, desde el recogimiento
Paco Yáñez
Hace una semana visitó nuestra sección discográfica el compositor francés Mark Andre con su díptico vocal-electrónico-orquestal hij (2008-12), en la primera de cuyas dos partes, hij 1 (2008-10), el parisino nos remitía a la música de Johann Sebastian Bach (Eisenach, 1685 - Leipzig, 1750) de muy diversos modos, ya por la construcción contrapuntística de su partitura orquestal, ya por su riqueza polifónica, o por la presencia simbólica de la firma del Kantor: de esas alturas B-A-C-H que, en notación germánica, modificaban las resonancias del piano y la dialéctica entre presencia y ausencia musical.
Pues bien, una semana más tarde, tirando del hilo de la invocación bachiana y de la honda profesión de fe llevada a cabo por Mark Andre en su nuevo compacto en Wergo (WER 7379 2), recalamos en la música de quien es, como apuntamos en marzo de 2018, el buque insignia del sello PHI: un Johann Sebastian Bach de quien el promotor de dicha discográfica, el director belga Philippe Herreweghe, continúa abordando la ardua y dilatada labor de grabar sus cantatas, presentando ahora tres de entre las cuales, que tenga constancia, sólo había grabado con anterioridad una, en enero de 1990 para Harmonia Mundi (HMC 901326); precisamente, la cantata que abre este compacto, la BWV 80, "Ein feste Burg ist unser Gott" (c. 1723-24), partitura que Michael Maul, en sus notas para este compacto, define como el «el epítome de la cantata de la Reforma»...
...y es que nos encontramos, en este nuevo disco de Philippe Herreweghe, ante tres obras dominadas por los textos de un Martin Luther que tanto influyó en el pensamiento teológico de Johann Sebastian Bach, como bien muestran estas tres cantatas que, además, nos acercan a momentos y ubicaciones geográficas distintas en el periplo compositivo bachiano, pues la BWV 80 fue comenzada en Weimar, si tenemos en cuenta que ésta asume el libreto de Salomo Franck, poeta de dicha corte cuyos versos florecerán ya plenamente en Leipzig en la forma final de "Ein feste Burg ist unser Gott": parte de la festividad del Día de la Reforma celebrado en la ciudad sajona cada 31 de octubre. Escuchando ambas grabaciones a cargo de Philippe Herreweghe, llama la atención, como viene siendo habitual en su etapa en PHI, la depuración sonora que lleva a cabo el belga, rehuyendo cualquier adorno superfluo o efectista, para concentrarse en la arquitectura barroca de estas piezas y en la riqueza del contrapunto; en el caso de la BWV 80, ya desde un coral inicial en el que Herreweghe clarifica sobremanera las líneas melódicas atendiendo especialmente a su desarrollo, así como a los registros graves del continuo en la orquesta, de forma que levedad (vocal) y hondura (instrumental) encuentran en este registro del sello PHI una lectura aún más contrastada que la del año 1990 para Harmonia Mundi, que diría más coral y masiva, no tan calibrada en cada mínimo detalle como esta nueva versión, tan de orfebrería y ligeramente más dilatada en su primer número (si bien el resto de las partes del BWV 80 se alternan, en lo que a duración se refiere, entre las tomas 1990 y 2017, sin que exista una demora más acusada en ninguna de ellas). En el apartado de solistas, volvemos a encontrarnos en ambos registros de Philippe Herreweghe con el bajo bachiano por antonomasia, el incombustible Peter Kooij, dando lecciones de dicción, profundidad y sentido espiritual en el aria "Alles, was von Gott geboren", así como en el recitativo "Erwäge doch, Kind Gottes", ahondando en una sobriedad que es marca de la casa en este compacto, de un color, en global, más oscuro que el registro de 1990, así como más atento a los timbres y a la personalidad de cada solista. Es algo que escuchamos a la soprano Dorothee Mields en su aria "Komm in mein Herzenshaus", o al tenor Thomas Hobbs en su recitativo "So stehe dann bei Christi blutgefärbten Fahne", además de en su aria con el contratenor Alex Potter, también muy sobrio y contenido, aunque no creo que alcance el nivel del contratenor más habitual en los registros de las cantatas del sello PHI, el francés Damien Guillon. Por último, en los cuatro números corales el Collegium Vocale Gent vuelve a dar una lección y a confirmar por qué es, en opinión de muchos (a los que me sumo), el mejor coro bachiano de nuestro tiempo. Su canto es ahora menos festivo que en 1990, pero ha ganado en verticalidad de líneas, definición y espiritualidad, sin importarle abismarse al registro grave en las últimas notas replegados más sobre sí mismos como un acto de fe que como un alarde: línea de celebración que primaba en la lectura de 1990. Por lo que al ensemble se refiere, igualmente suena estupendo, con una mención muy especial para los oboístas del conjunto flamenco, que rubrican una lectura digna de las más efusiva recomendación.
La segunda partitura de este compacto, la Cantata "Christ lag in Todesbanden" BWV 4 (1707), presumiblemente la más antigua de cuantas de Johann Sebastian Bach conservamos, la echábamos en falta desde hace años en el catálogo de Philippe Herreweghe, pues se trata de una de las piezas litúrgicas más bellas del Kantor, aunque no ande escasa de buenas versiones; especialmente (para quien esta reseña firma), las del Bach Collegium Japan y Masaaki Suzuki para el sello BIS (CD-751) y la de Cantus Cölln y Konrad Junghänel para Harmonia Mundi (HMC 901694). La que ahora nos presenta Philippe Herreweghe sorprende desde su sinfonía inicial por su concentración y oscuridad, así como por una lentitud que no es tanto cronométrica (pues con sus 18:58 minutos de duración es más rápida que la de Konrad Junghänel, de 19:50 minutos), sino anímica, aliada con el color un tanto sombrío que parece absorber no sólo la luz, sino el tempo, hasta en la fuga del coral que da nombre a la cantata. El bellísimo dúo de soprano y contratenor "Den Tod niemand zwingen kunnt" encuentra en este registro otra lectura de lo más peculiar por unos claroscuros que diría caravaggianos, así como por su recogimiento, tan intimista y realzado en lo tímbrico por contraste con un órgano excepcional por su acompañamiento armónico a los solistas vocales, así como por sus juegos rítmicos tan rebuscados frente a las líneas más luminosas de soprano y contratenor. Es por ello que el cuarto número se vive, tanto en el primer violín como en la voz del tenor Thomas Hobbs, como un ejercicio de liberación y brillo, aunque entreverado, una y otra vez, con un recogimiento muy en línea con las palabras de Lutero: un diálogo del yo con Dios a través de la comunidad en el canto que tiene en "Es war ein wunderlicher Krieg" un ejemplo paradigmático por cómo las primeras voces y el coro intercambian planos y presencias para conformar, desde cada individualidad, el rebaño que alza su canto al Señor. De nuevo, para tan refinado planteamiento litúrgico-coral, prima en la dirección de Herreweghe la contención al frente del Collegium Vocale Gent, ora en lo instrumental: sutilísimo, ora en lo vocal, de unos matices dinámicos portentosos por sus milimetradas graduaciones. Es algo que se repetirá en el coral final, dejándonos una sensación un tanto peculiar en una primera escucha, pues la de Herreweghe no es una lectura de la cantata BWV 4 ni mucho menos al uso (especialmente, si pensamos en Suzuki o Junghänel). Como sea que hace ya casi medio año que tengo y escucho este compacto, he de decir que con el tiempo se acaba asimilando y disfrutando de esta versión tan recogida, sombría y heterodoxa, de un esfumado polifónico tan poco habitual en Herreweghe, más próximo habitualmente al color y al realce de cada línea contrapuntística. De modo que, con las antes citadas de Suzuki y Junghänel, una versión más para elevar a lo referencial y conocer otra forma de abismarnos, con recogimiento y concentración, a una de las cantatas más bellas de Johann Sebastian Bach (con su regusto un tanto arcaico, si pensamos en lo que habría de componer el Kantor en años sucesivos).
De este modo, llegados a la tercera partitura del compacto, la Cantata "Gott der Herr ist Sonn und Schild" BWV 79 (1725), tendríamos que decir que la progresión del disco es per aspera ad astra, pues la luminosidad de su primer coral es netamente triunfal, tanto en las voces como en el ensemble; destacadamente, en el tan enfático timbal, así como en los metales: perfecto contrapunto para un coro en el que destacan las sopranos belgas con una perfección en su dicción y una construcción contrapuntística tan bella, que apunta a las, prácticamente coetáneas, pasiones bachianas. Análogos planteamientos en el coral "Nun danket alle Gott", con un nuevo recital, en lo que a énfasis y ritmo se refiere, por parte de timbal y metales; mayor, incluso, que en el conclusivo "Erhalt uns in der Wahrheit", en el que Herreweghe vuelve a rehuir lo excesivamente festivo, dejando que la música se pierda impulsada más por su arquitectura y retórica previa, como triunfo de un discurso ya autosostenido, que por una traca final para imponer lo que tan consecuentemente rubrica. Previamente, es de recibo destacar el canto de Dorothee Mields, Thomas Hobbs y Peter Kooij en sus arias y recitativos, con una proximidad a las grandes pasiones en estructura y sentido estético que resulta idónea para un Philippe Herreweghe algunas de cuyas más aclamadas lecturas discográficas se encuentran, precisamente, entre dichas páginas. Aunque quizás no linde a tan alto nivel como lo alcanzando en BWV 244 y BWV 245 en sus dos registros para cada pieza para Harmonia Mundi, esta nueva entrega de las cantatas bachianas en el sello PHI nos deja momentos de una gran intensidad espiritual por su recogimiento y sabiduría a la hora de construir la arquitectura que es santo y seña del Kantor. No estamos, por tanto, ante un ejercicio de lirismo o lucimiento, sino ante un muy aquilatado dominio de los vínculos entre espíritu y forma, lo cual, a la hora de escuchar a Johann Sebastian Bach, se agradece, y mucho.
Las tomas de sonido, como es habitual en PHI, son excelentes a todos los niveles, presentando una gran naturalidad, así como un balance entre instrumentos, solistas y coro totalmente cristalino cuya espacialización supera a la mayoría de los registros publicados de estas partituras. La edición del compacto incorpora un escueto ensayo a cargo de Michael Maul, además de biografías y fotografías de los intérpretes, con los habituales bellos formatos de PHI, discográfica que avanza un nuevo paso en esa muestra de afinidades (s)electivas en las cantatas bachianas por parte de Philippe Herreweghe, pues el director belga ha declarado en diversas ocasiones que no está entre sus objetivos el grabar la totalidad las cantatas, sino aquéllas por las que siente una especial predilección, alcanzando en su propio sello el cuarto volumen monográfico dedicado a estas partituras, después de un buen ramillete de cantatas grabadas en sus anteriores etapas discográficas en Virgin y Harmonia Mundi. De modo que, aunque finalmente (que ya se verá) no sean todas, que al menos sí sean el mayor número de ellas posible, pues por calidad y lenguaje, estaríamos, en mi opinión y con todos los respetos para (especialmente) la integral de Masaaki Suzuki en BIS, ante la colección de cantatas bachianas de referencia; al menos, este nuevo compacto del sello PHI apuntala tal pensamiento.
Este disco ha sido enviado para su recensión por Sémele Proyectos Musicales
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