Alemania

Un Otello para Desdemona

Esteban Hernández
martes, 1 de octubre de 2019
Jonas Kaufmann y Hanja Arteros © Bayerische Staatsoper/Wilfried Hösl Jonas Kaufmann y Hanja Arteros © Bayerische Staatsoper/Wilfried Hösl
Múnich, martes, 24 de septiembre de 2019. Bayerische Staatsoper. Verdi: Otello. Dir. escena: Amélie Niermeyer. Escenografía: Christian Schmidt. Vestuario: Annelies Vanlaere. Video: Philipp Batereau. Dramaturgia: Malte Krasting, Rainer Karlitschek. Jonas Kaufmann (Otello), Claudio Sgura (Jago), Evan LeRoy Johnson (Cassio), Gaetano Salas (Roderigo), Tareq Nazmi (Ludovico), Milan Siljanov (Montano), Anka Harteros (Desdemona), Katarina Bradić (Emilia). Chor der Bayerischen Staatsoper, lario Fagone, dir. Bayerisches Staatsorchester. Dir. musical: Adam Fischer
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Es evidente que quien contrata a Amélie Niermeyer lo hace pensando en su teatro, y huelga decir que cualquier drama shakesperiano lo demanda a gritos. Su notoria experiencia se abre paso desde un primer momento en esta reciente producción muniquesa al evidenciar un cambio inusual de baraja, propiciado quizás por ser esta su primera experiencia en absoluto con este título, convirtiendo en protagonista del drama shakesperiano a Desdemona en detrimento de Otello.

La mujer del general será en efecto quien más presente esté gracias a la convivencia continua de dos planos escénicos, obra de Christian Schmidt, evidenciados en profundidad o altura, ocupando ésta el segundo cuando sus ausencias y silencios la alejan del primero. Este hecho hace que la registra alemana dé la espalda desde un primer momento al libreto, provocando con ello diálogos de difícil encaje si no se tiene asimilado el espacio en el que transcurre el texto de Arrigo Boito.

El debate étnico que siempre generó el título es eliminado de un plumazo por Niermeyer, pues efectivamente, oscurecer la tez en el siglo 21 carece de todo sentido, pudiéndose justificar los celos y el carácter a través de la simple conducción escénica del drama, un drama y un final que por desgracia está presente con demasiada asiduidad en nuestra sociedad. Las estancias en proyecciones 3D (con leves fallos técnicos en la presente velada) que ocasionalmente aparecen entorno a Desdemona son habitaciones oscuras, sin escapatoria, símiles a aquellas por las que deambulan cientos de mujeres que mueren asesinadas cada año en nuestros países a manos de quien en su día, cual bellaco Otello, les juraron amor eterno.

La clave del Otello de Verdi para Niermeyer es concebirlo como una psicodrama con alma de gran hermano, en el que la trama entre los dos personajes principales es fruto de un seguimiento continuo en aras de entender la personalidad de cada uno. De este modo la aparente ingenuidad de Desdemona se revela en una gran fortaleza interior, que hace creer a la esposa que podrá recuperar la confianza del marido a través del amor, e incluso cambiarlo.

En los roles ideados por Niermayer hay una clara evolución, siendo quizás la más patente la de Jago, sobre quien precisamente Verdi decide no justificar con rotundidad sus actos. De este modo el alférez transforma su aparente actitud lúdica inicial, con trazas de infantilismo, en una obsesión enfermiza por lograr la muerte de quienes considera adversarios. Claudio Sgura es un Yago correcto, teniendo en cuenta la compleja evolución psicológica del personaje, aunque se nota cierta merma en las virtudes que demostró Gerald Finley en la primera puesta en escena de la producción. 

Jonas Kaufmann esculpe sobre el Otello deseado por Verdi, en una línea similar al carácter que demostró su personaje en su debut en Londres, con una violencia que incide en el aspecto psicológico en detrimento de lo físico, de su vulnerabilidad. Su instrumento no brilló con la usual luz en esta nueva propuesta, o al menos no la que mostró en su estreno a finales de la pasada temporada, pero sí hizo gala de sus virtudes en las alturas, ajenas por otra parte a los Otello incisivos que tendríamos en mente, y sus defectos en la tierra, que pasan entre otras cosas por esa relación amor/odio que la platea siente hacia sus famosas veladuras.

Anja Harteros es a día de hoy la pareja que mejor se complementa con Jonas Kaufmann, y de ahí sin duda su casi ineludible presencia en el que se presenta como quinto cartel que reúne a esta memorable pareja en Múnich. No es sin duda la soprano más verdiana del panorama actual, pero su flexible y maduro instrumento encuentran perfecto encaje en éste Otello en el que la complicidad y la teatralidad juega un papel crucial. El resto del reparto, a la altura de las circunstancias.

La batuta de Adam Fischer, en sustitución del aclamado Petrenko que condujo la premier de 2018, se siente en todo momento abrazada por una orquesta que en este inicio de temporada, pese a la ausencia de Petrenko, sigue concertando a un buen nivel, tanto como para ser nuevamente elegida como mejor orquesta del año en el recientemente publicado Jahrbuch de Opernwelt.

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