Alemania
Shift, Change, Turn, and Variations
Juan Carlos Tellechea
Un fantástico elenco se ha combinado en esta velada con sus mejores cualidades, el dinámico pianista canadiense Jan Lisiecki, de 24 años, un velocista del teclado, como él mismo se califica, y la viva interpretación de la Orpheus Chamber Orchestra de Nueva York, recibidos con calurosos aplausos en la apertura del ciclo de Conciertos magistrales de la temporada 2019/2020 producido por Heinersdorff Konzerte – Klassik für Düsseldorf.
La orquesta, fundada en 1972, tiene una personalidad muy propia, toca sin director, no hay jerarquías internas, todo es muy democrático, los músicos rotan constantemente en todas las posiciones (cuerdas y vientos) y el resultado es una ejecución vivaz, variada, fascinante, de una transparencia cautivadora que los respectivos guías de cada sección coordinan a la perfección con miradas, señas y gestos casi imperceptibles.
Con su toque exuberante, juvenil, controlado y sutil, Lisiecki le dió a los dos conciertos (en re menor y en sol menor, por este orden) para piano de Felix Mendelssohn Bartholdy la frescura y la sensibilidad que demandan. Además, en el profundo y reflexivo diálogo entablado con las cuerdas en el Andante del Concierto número 1, el pianista confirmó con creces la madurez interpretativa que lo distingue en esta etapa de su fulgurante carrera; a decir verdad, estamos ante alguien que es mucho más que un virtuoso. De un joven a otro, el compositor tenía 21 años cuando comenzó a elucubrar este concierto en Roma, antes de escribirlo y estrenarlo al año siguiente, en 1831, (él mismo, personalmente, al piano) en Múnich.
Los 33 músicos de la Orpheus Chamber, quienes jamás afinan sus instrumentos sobre el escenario, fueron de lleno al grano al comienzo de la primera parte con el estreno europeo de Shift, Change, Turn, and Variations, de la violinista, compositora y educadora estadounidense Jessie Montgomery (Nueva York, 1981), estrenada mundialmente el pasado septiembre en el Carnegie Hall.
Montgomery, artista residente durante un año de la orquesta, escribió esta impresionante composición de 15 minutos, de gran tensión, brillante en el despliegue de sonidos y en su modélica precisión, inspirándose en la suite de 12 piezas cortas para piano Les Saisons (1875), de Piotr Chaikovski.
Resultó ser esta la introducción apropiada al Concierto para piano número 2 de Mendelssohn Bartholdy (escrito durante su viaje de bodas a lo largo del Rin en el verano de 1837 y estrenado en septiembre de ese mismo año en Birmingham) que Lisiecki tocó en estrecha comunión con la orquesta, con gran vitalidad en el Allegro appassionato, seducción en el Adagio. Molto sostenuto, y vibrante en el Finale. Presto scherzando, con precisa y veloz digitación. El pianista promociona en esta gira europea su nuevo disco compacto, Mendelssohn, grabado con la orquesta.
El conjunto estuvo tan bien entrelazado, armonizado y redondeado aquí que difícilmente podríamos imaginarnos un programa en el que hubiera faltado o hubiese sido quiitada alguna de estas piezas. Para nada hubo que echar de menos a un director al frente de este singular colectivo musical. Éste se basta solo.
La Sinfonía número 4 en la mayor opus 90 (Italiana) de Mendelssohn sonó vibrante y con gran refinamiento a lo largo de sus cuatro movimientos, bellísima en el Allegro vivace; cálida en el Andante con moto, un ensueño, aterciopelado en el Con moto moderato; e incontenible en el Saltarello. Presto. Es el lenguaje único de un creador de increíble profundidad que, sin embargo, nunca ha rehuído el encanto de la ligereza, la presteza, la agilidad. Estruendosos aplausos, ovaciones, aclamaciones de viva voz en una sala abarrotada de público, pusieron cierre a esta magnífica tarde en el gran auditorio de la Tonhalle de Düsseldorf.
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