Austria
Les Talens Lyriques y su ‘Année de Pèlerinage’: si es Viena debe ser 'Ariodante'
Agustín Blanco Bazán

Como peregrinos en una larga temporada itinerante se describen a sí mismos los músicos de Les Talens Lyriques en el prospecto informativo de su temporada 2019-2020. Y no es para menos: hasta Bogotá llegará este avezado grupo instrumental de época bajo la batuta de Christophe Rousset, el clavecinista e investigador de música barroca crecientemente embarcado como un director de orquesta en un repertorio cada vez mas amplio. Pero, Colombia aparte, este es un peregrinaje definido como parte de une année Européenne bajo la advocación de un espíritu europeísta y declaradamente anti-Brexit. Porque no es posible creer en aislamientos frente a un multinacional como Händel siempre tan alemán, en Londres o en cualquier otro lado, o un Bach alemanísimo, tan abstracto como para ponerse como un guante cualquier nacionalidad. No sin razón Rousset y sus talentos aguardan con entusiasmo su actuación en la Thomaskirche de Leipzig, luego de haber pasado por Bucarest con Agrippina y en la ocasión que justifica esta crónica, un excelente Ariodante en Viena.
La llegada de los peregrinos a Viena fue acogida con entusiasmo entre los barroquistas locales por una razón muy simple: a diferencia de Londres, pocas son las oportunidades de ver allí óperas de Händel, y mucho menos en la Ópera del Estado, donde el monopolio de la orquesta estable sólo cede cuando, como en esta oportunidad, sus integrantes están en gira con el nombre de Los filarmónicos de Viena (Orquesta Filarmónica de Viena en la inexacta pero usual traducción castellana). La puesta de David Mc.Vicar fue estrenada en el 2018 por otro francés, William Christie, al frente de su conjunto Les Arts Florissants. Es así que en dieciocho meses los vieneses han podido apreciar dos excelentes conjuntos, Les Arts Florissants bajo la batuta enérgica y compacta de Christie, en contraste con la intensa luminosidad que Rousset extrae de sus instrumentistas. Y como bono en este primer Ariodante escenificado en la Ópera del Estado, tanto Christie como Rousset ofrecieron la versión integral, con coros y ballet completos.
Con Rousset la acústica de la sala, en general poco apropiada para el repertorio barroco, se comportó reproduciendo texturas claramente diferenciadas con una atrayente sensación de espaciosidad que benefició una interpretación transparente y sensible, con variaciones cromáticas y de dinámicas que hicieron olvidar las limitaciones que los instrumentos de período tienen a los oídos del oyente contemporáneo. Como contrapartida las voces sonaron con algún distanciamiento, ¡pero qué solistas!: Stephanie Houtzeel articuló el protagonista con emisión heroica y bien contenida y Chen Reiss (Ginevra) aun cuando con voz algo pequeña, deslumbró con su cálido timbre lírico y su depurada expresividad. Su voz me hace recordar a los principios de Harteros e Isokoski y espero que siga en esta línea.
David McVicar, aquel enfant terrible que revolucionó Händel con su disco dancing Giulio Cesare en Glyndebourne hace algunos años, ofreció en Viena un regie de reflexiva y profunda percepción. El cuadro escénico son paneles movibles de muros ancestrales y un fondo marítimo azul y gris, con una playa de pedregullo donde el protagonista en algún momento yace extenuado frente a un destino que a veces parece interrogar mirando extasiado al horizonte. El gran contraste es la abusiva y promiscua personalidad del villano Polinesso que el contratenor Max Emmanuel Cencic interpretó con asertiva proyección vocal. Y su actuación fue antológica por su acento en un nihilismo empeñado en destruir los ideales de los demás personajes, tan acorde con la belleza del paisaje natural.
Decisiva en el éxito de esta balanceada y polifacética puesta en escena fue la actuación del excelente ballet de la Ópera de Viena. Y también los corifeos del Gustav Mahler demostraron la diferencia entre hacer cantar pasajes corales a los solistas o utilizar un coro hecho y derecho.
En enero Les Talens Lyriques acompañará bajo la dirección de Laurence Cummings la antológica puesta de Saul de Händel originada por Barrie Kosky en Glyndebourne. También volverá a la misma sala en junio para L’incoronazione di Poppea dirigida por Rousset, en una producción de Stephen Langridge.
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