Alemania

Tonight's Folly is Tomorrow's Regret

Juan Carlos Tellechea
miércoles, 5 de febrero de 2020
Martin Homrich © 2020 by Monika und Karl Forster Martin Homrich © 2020 by Monika und Karl Forster
Gelsenkirchen, domingo, 19 de enero de 2020. Gran sala del Musiktheater im Revier Gelsenkirchen (MIR). Orlando Paladino, ópera heroico-cómica en tres actos de Joseph Haydn (1732 – 1809), con libreto en italiano de Nunziano Porta, basado a su vez en el libreto de Le pazzie d'Orlando de Carlo Francesco Badini, al que pusiera música el compositor Pietro Alessandro Guglielmi en 1771, inspirado asimismo en el poema épico Orlando furioso de Ludovico Ariosto, representada por primera vez en Eszterháza el 6 de diciembre de 1782. Régie Jetske Mijnssen. Preparación escénica Claudia Isabel Martín. Escenografía Ben Baur. Vestuario Jana Findelklee, Joki Tewes. Diseño de iluminación Stefan Meik. Sonido Dirk Lansing. Dramaturgia Fabio Dietsche/Olaf Roth. Intérpretes: Angelica (Penny Sofroniadou), Rodomonte (Petro Ostapenko), Orlando (Martin Homrich), Medoro (Khanyiso Gwenxane), Pasquale (Tobias Glagau), Eurilla (Dongmin Lee), Licone (Benjamin Hoffmann, integrante del Opernstudio Renania del Norte-Westfalia), Alcina (Lina Hoffmann/Anke Sieloff), Caronte (Gerard Farreras, integrante del joven ensemble del MIR). Figurantes (dobles): Angelica (Theodora Hondromatidis), Alcina (Kathrin Wöste), Eurilla (Clara Schönberner, Katrin Bewer, Kathrin Wöste), Pasquale (Gianluca Bruno), Medoro (Peter Ekemba), Orlando (Dirk Turon), Rodomonte (Thomas Wöste). Figurantes del MIR. Fortepiano: Martín Sotelo. Orquesta Neue Philharmonie Westfalen. Director Werner Ehrhardt. 100% del aforo.
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Por fortuna el director general del Musiktheater im Revier Gelsenkirchen (MIR), Michael Schulz sigue una acertada política de poner en escena en el corazón de la Cuenca del Ruhr obras muy poco representadas en otros teatros, como El caso Makropulos, de gran éxito aquí.

Schulz, él mismo regista, formado en Hamburgo con el mítico Götz Friedrich, mantiene asimismo muy buenos contactos con otros escenarios e intercambia producciones con ellos. Este es el caso de Orlando Paladino, escenificada hace dos años en Zúrich por la neerlandesa Jetske Mijnssen (Amsterdam, 1970), traída ahora al MIR.

Se trata de una ópera heroico-cómica o si lo prefieren semi-seria, que mezcla elementos épicos contados con muy buen humor e ironía, todo un redescubrimiento en la actualidad, avanzando en una exitosa carrera, como hemos podido constatar en Gelsenkirchen.

Basados originalmente nada menos que en el extensísimo poema épico-caballeresco Orlando furioso (1532) de Ludovico Ariosto (1474-1533), sobre Rolando, sobrino de Carlomagno (742-814), hijo de su hermana Gisela, los sucesivos libretos de Carlo Francesco Badini (para el compositor Piedro Alessandro Guglielmi en 1771) y Nunziano Porta, para Joseph Haydn en 1782, fueron transformando la historia hasta llegar a este carrusel de vida y amor apasionados de Orlando Paladino.

En definitiva, los caballeros y las princesas medievales solo querían una cosa...¡eso...! y la directora neerlandesa Jetske Mijnssen sabe de sobra cómo relatar este viejo cuento, ambientándolo en un pub irlandés en la década de 1960.

El letrero sobre la puerta de entrada del bar ya lo desvela, Tonight's Folly is Tomorrow's Regret (La locura de esta noche es el arrepentimiento del mañana). Los que se exceden lo lamentan al otro día.

Cualquiera que vague a esas horas conoce las emociones y los escenarios pertinentes: la taberna como lugar de desgarros y fracasos, de ascensos y declives, donde asoma constantemente la misma historia, contada siempre de nuevo, una y otra vez.

Sin embargo, ahora se trata de un drama bastante peculiar acerca del frenético Rolando (u Orlando); hay que agradecerle a Mijnssen que no sea necesario arrastrar pesadas armaduras de caballeros sobre el escenario, nada más que por el estruendo que ello representaría. Basta con extraer el lado humano, los aspectos sobradamente humanos del material literario que le sirve de referencia.

La escenografía (Ben Baur), la taberna irlandesa con su bella pátina algo vetusta, se convierte en un excelente terreno para la representación en la que el elenco entero se desenvuelve maravillosamente bien. El primer acto está dedicado a describir la conflictiva situación amorosa.

Personajes extraños se encuentran en el escenario; dudan o desesperan de amor, buscan e intentan...instintivamente. En el ajetreo el espectador pierde fácilmente la visión general, pero la historia real es lo de menos. La música y el canto son lo importante.

Orlando ama a Angélica, pero ella mantiene una relación con Medoro, lo que precipita a Orlando a la locura. Paralelamente, ante el mostrador del bar, Pasquale y Eurilla se enamoran volcánicamente y ponen en marcha el carrusel del amor.

Es una tórrida y agitada velada, según los casos, la que viven la Angelica de la soprano griega Penny Sofroniadou, quien debuta en el papel; el Medoro del tenor sudafricano Khanyiso Gwenxane, ambos muy jóvenes y excelentes intérpretes; la humilde Eurilla de la soprano surcoreana, Dongmin Lee; el Pasquale del tenor Tobias Glagau; el iracundo Rodomonte del barítono ucraniano Petro Ostapenko; el Orlando del imponente tenor Martin Homrich; o la fogosa Alcina de la mezzosoprano Lina Hoffmann y sus tiradas de cartas del Tarot con gran recaudación de dinero.

Todos están sedientos de amor, cada uno a su manera. El único que permanece con la bandeja de servir en sus manos es el propietario del pub, Licone (el tenor Benjamin Hoffmann). En este primer acto la cosa va de describir los amores conflictivos de los personajes.

En el segundo, se trata catalizarlos, según Mijnssen, y la historia comienza otra vez desde un principio, la sinfonía se toca de nuevo. Esto tiene su plausibilidad, pero Angelica y Medoro continúan fluctuando entre el amor propio y la autocompasión; Rodomonte sigue siendo el patán consuetudinario bebedor de cerveza; Orlando insiste en cultivar su ira y sus berrinches; y Pasquale su ego.

Solo que ahora la noche revela anhelos y temores secretos, pensamientos y deseos ocultos, con la escenografía invertida (el mostrador a la derecha y no a la izquierda; los asientos y mesas a la izquierda y no a la derecha) y aparecen los otros yo (los dobles) de cada personaje (vestuario de Jana Findeklee y Joki Tewes). La concepción de la regista neerlandesa conduce a cuadros psicológicos encantadores, especialmente en las primeras escenas; sin embargo, se agota gradualmente cuando la historia no sale de la taberna y permanece allí.

Lo único que queda es la música de Joseph Haydn, clara y facil de entender. Haydn no utilizaba coros en sus piezas, pero el hecho de que esta ópera no canse se debe al elenco que canta a muy alto nivel; tanto en las arias, los dúos, los tríos o en conjunto extraordinariamente bien.

El MIR contrató al director Werner Ehrhardt (Colonia, 1957), un especialista en música del Barroco, fundador del afamado grupo de música de cámara Concerto Köln, para dirigir esta versión de Orlando Paladino que cambia el papel de orquesta de ópera de la Neue Philharmonie Westfalen y prepara la partitura con un cálido sonido de cuerdas.

Ehrhardt utiliza el poder retórico de la música de Haydn sin ahorrar en efectos especiales que recuerdan al oratorio The Creation (1796-1798) del mismo compositor. El joven músico argentino Martín Sotelo (Buenos Aires, 1990) agrega a su vez comentarios lacónicos en su fortepiano.

Cuando el carrusel se pone otra vez en movimiento, en el tercer acto, el de la catársis, recomienza la vida cotidiana y los personajes experimentan cambios. Alcina sigue con sus abracadabras adivinatorios, pero ya no hechiza a nadie y tampoco consigue la pasta que antes lograba arrebatarle a sus ingenuos clientes, salvo a Caronte del (excelente) bajo Gerard Farreras que emana del sótano con un cubo de limpieza para borrar las huellas del amor que quedaron salpicadas por el piso del bar. Entretanto, Orlando, en silencioso examen de conciencia, se arrepiente de sus fechorías.

Sin embargo, de esta vívida tarde en el MIR no hay nada, pero absolutamente nada de que retractarse. La armoniosa labor de Mijnssen y su equipo, de Ehrhardt y la orquesta, así como de todo el elenco fue merecida y estruendosamente ovacionada por prolongados minutos por el millar de espectadores presentes; mientras, el carrusel de la vida y el amor sigue eternamente su curso sin parar jamás.

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