Obituario

Reinbert de Leeuw, o la amplitud de miras

Paco Yáñez
miércoles, 19 de febrero de 2020
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Aunque tuve la oportunidad de disfrutar en varias ocasiones de Reinbert de Leeuw (1938-2020) como director en vivo, tan sólo en junio de 2008 entablé conversación con él, fruto de la cual resultó la larga entrevista que, en tres entregas, publicó Mundoclasico.com [leer entrevista 1, 2 y 3] con quien fue uno de los directores más importantes de los siglos XX y XXI en el ámbito de la música contemporánea; una faceta a la que tendríamos que sumar su incansable labor como divulgador musical, sus extraordinarias dotes como pianista, así como una dimensión compositiva cuyas primeras partituras se remontan a comienzos de los años sesenta, con su Quartetto per archi (1962-63). 

De aquella conversación con Reinbert de Leeuw recuerdo, además de su inglés tan marcado por un fuerte acento holandés, su también severa expresión, lacónica, parca y concentrada, que parecía -inicialmente- poco dada a los discursos y los excesos verbales, pese a lo cual se mostró muy generoso en nuestra entrevista; sin duda, porque ésta le abría una puerta al jardín de los recuerdos, evocando, a través de sus palabras, a buena parte de las figuras más relevantes de la creación musical contemporánea desde un enfoque abierto que él mismo ligaba con una actitud vital no sólo suya, sino propia de la Holanda en la que se había formado, cuyas programaciones musicales convirtió en ágora de multiculturalidad desde el rigor... 

...y es que el rigor es una de las características que más habitualmente han sido aludidas para referirse a Reinbert de Leeuw, como la seriedad, la precisión, o la dimensión histórico-cultural que ponía de relieve en cada una de sus interpretaciones. Son aspectos más que (re)conocidos en la labor musical del director y compositor de Ámsterdam, por lo que sería redundante el volver sobre ello (y cualquiera que lo desee comprobar, tan sólo tiene que escuchar alguno de sus numerosos discos, pues en cada uno de ellos se respira seriedad y trascendencia artística). Me gustaría, por tanto, destacar otro aspecto apenas puesto de relieve al referirnos al adusto de Leeuw: su sentido del humor, en la vertiente más fina, irónica e inteligente del mismo, algo sin lo cual jamás hubiese comprendido y sido tan buen intérprete de dos compositores tan cercanos a Reinbert de Leeuw como György Ligeti y Mauricio Kagel, cuyas grabaciones para los sellos Teldec, Montaigne y Winter & Winter siguen manteniendo su referencialidad y autenticidad, quedando para el futuro como versiones canónicas, por el trabajo mano a mano que con los compositores realizó de Leeuw para dichos registros (tengamos en cuenta, por tomar un ejemplo revelador, que el Ligeti Project del sello Teldec -uno de los hitos fundamentales en la fonografía del genio húngaro- fue registrado por de Reinbert de Leeuw con su Schönberg Ensemble por expresa petición de György Ligeti). 

Citar, como acabamos de hacer, al Schönberg Ensemble supone poner sobre la mesa el proyecto vital y musical más importante de Reinbert de Leeuw: una agrupación a través de cuya historia y repertorio, desde su fundacional 1974 (gran año para las formaciones de música contemporánea, pues señala, igualmente, el nacimiento del Arditti Quartet), se puede analizar el pensamiento de su director, marcado, en cuanto a programación, por el diálogo del presente con la historia, así como por una enseñanza en cuanto a apertura de miras que creo se resume a la perfección en el que fue titular de nuestra entrevista en 2008: «La lección fundamental del siglo XX es que no hay un lenguaje único». La más perfecta y alquitarada muestra de dicho pensamiento se encuentra en una edición discográfica de la que dimos cuenta en Mundoclasico.com el 25 de enero de 2008 [leer artículo]: la Schönberg Ensemble Edition (Etcetera KTC 9000), un lanzamiento monumental que contenía 22 CDs, 1 SACD y 4 DVDs para un total de 1.840 minutos de duración, con versiones registradas entre los años 1980 y 2006. Dicha edición abarcaba compositores que iban de Corea a los Estados Unidos, y de Canadá a Europa, así como estilos tan diversos como los que representan Claude Vivier frente a Karlheinz Stockhausen, Louis Andriessen frente a György Kurtág, o John Adams frente a Pierre Boulez: proceso de extremar las posiciones estilísticas que ya viene dado por la mirada de Reinbert de Leeuw a los propios pilares del siglo XX, con compositores como Arnold Schönberg e Ígor Stravinski compendiados en dicha edición. 

En el DVD 21 de este magno lanzamiento fonográfico, nos encontramos con una partitura paradigmática del estilo metacompositivo de Reinbert de Leeuw: Im Wunderschönen Monat Mai (2003), obra escrita para la cantante y actriz Barbara Sukowa tras la gratificante experiencia de interpretar juntos el Pierrot Lunaire (1912) de Schönberg (también recogido en la Schönberg Ensemble Edition). Im Wunderschönen Monat Mai recrea canciones de Robert Schumann y Franz Schubert, así como piezas de cámara de ambos compositores para alcanzar una partitura propia que recuerda a recomposiciones semejantes a cargo de Hans Zender: otro de los grandes maestros, junto con Michael Gielen y el propio Reinbert de Leeuw, fallecido en los últimos meses, perdiendo en escaso tiempo a tres de las batutas que han definido la contemporaneidad tal y como hoy la conocemos. Como los citados directores alemanes, de Leeuw no dejaba de escuchar al coro de los maestros del pasado para establecer un listón desde el que juzgar la altura artística del presente; de ahí, esas «interpretaciones compositivas» (como Zender las llamaba), así como los arreglos que el propio de Leeuw realizó de partituras de Gustav Mahler. 

No quisiera olvidar la faceta pianística de Reinbert de Leeuw, tan seria como su dirección, pero con un plus de libertad poética en el fraseo: fruto del cual hemos disfrutado de versiones tan extremas como sus lecturas de Erik Satie; especialmente, las analógicas grabadas en los años setenta para la Philips (reeditadas en muy diversas series; también, en Decca), entre las más lentas, atmosféricas y geniales que conozco. Asimismo, conformando dúo pianístico de Leeuw nos ha dejado versiones referenciales, como sus impresionantes Visions de l'Amen (1943), de Olivier Messiaen, junto con Maarten Bon (Montaigne MO 782050); o, siguiendo con el compositor galo, su participación desde el piano en la estupenda versión del camerístico Quatuor pour la Fin du Temps (1940-41), registrada en 1980 para la Philips (446 578-2) con unos estupendos George Pieterson, Vera Beths y Anner Bijlsma. 

Por tanto, ya fuere frente al piano, ya sobre el podio, o componiendo, una mirada abierta, libre y rigurosa, que no dudó en enfrentarse al establishment cuando lo creyó necesario, una buena muestra de lo cual fueron sus protestas en los años sesenta, junto a Misha Mengelberg, Louis Andriessen, Jan van Vlijmen y Peter Schat, un grupo de compositores que solicitó a la orquesta del Concertgebouw el nombramiento de Bruno Maderna para codirigir artísticamente ese «símbolo del estatus de la clase dominante». Las protestas del grupo autodenominado Notenkrakers (Cascanueces o Cascanotas, habría que traducir, en un juego de reminiscencias tan chaikovskianas como referidas al seminario satírico que de forma homónima se publicó en Holanda entre 1907 y 1936) alcanzaron su punto álgido en noviembre de 1969, llegando a detener un concierto del director objeto de sus más duras críticas, Bernard Haitink, accionando numerosas ranitas de juguete como denuncia del conservadurismo del titular de la Concertgebouworkest de Ámsterdam. Si atendemos al contenido de la cuarta caja de la Anthology of the Royal Concertgebouw Orchestra (RCO Live RCO 06004), que recoge grabaciones desde ese mismo mes de noviembre de 1969 hasta 1979, veremos cómo en la progresiva modernización de la orquesta holandesa fue decisiva la presión de estos jóvenes músicos; entre ellos, de un Reinbert de Leeuw que un año antes ya había fundado la Nederlandse Charles Ives Society, inaugurando la tradicional apertura a la música norteamericana de Holanda. 

Como decía José María Sánchez-Verdú a raíz de la muerte de Hans Zender y Michael Gielen, en la entrevista que hace unas semanas publicamos en Mundoclasico.com, cada vez que uno de estos colosos desaparece, es como si un frondoso árbol cayese en el bosque de la música. El árbol de Leeuw llevaba décadas enriqueciendo nuestra comprensión de la música y del arte, así como ampliando nuestras miras a cuanto nos rodea. Lo echaremos de menos, pero nos queda el consuelo de que sus grabaciones seguirán marcando ese listón, tanto para que la calidad musical se siga manteniendo en futuras generaciones como para recordarnos aquella lección de pluralidad estilística que en 2008 dictó para nuestros lectores. 

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