Alemania

Exquisitas rarezas

J.G. Messerschmidt
viernes, 6 de marzo de 2020
Reynaldo Hahn © 1907 by Lucie Lambert / Dominio Público Reynaldo Hahn © 1907 by Lucie Lambert / Dominio Público
Múnich, domingo, 26 de enero de 2020. Printregententheater. Hélène Guilmette, Ludivine Gombert, Anaik Morel, Cyrille Dubois, Artavazd Sargsyan, Thomas Dolié. Coro de "Le Concert Spirituel". Orquesta de la Radio de Múnich. Dirección: Hervé Niquet. Obertura de la Opereta Mozart por Reynaldo Hahn; canciones Gabriel Fauré ( Claire Luna, Canción del pescador ). Reynaldo Hahn ( En la cárcel, Mai paisaje ). Jules Massenet ( Plumas é e caída, si usted quiere lindo, Pitchounette, El po è usted y el fantasma oh mi, digamos, Te amo!, el improvvisatore, flores ). The dream island , ópera con música por Reynaldo Hahn y libreto por André Alexandre y Georges Hartmann según la novela de Pierre Loti "Le mariage de Loti" (versión de concierto).
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Raro es este concierto no solo por la infrecuencia de las obras interpretadas, sino también por combinar en la primera parte una obertura de opereta y una serie de canciones con una breve ópera en la segunda, todas ellas piezas inequívocamente, casi tópicamente francesas y típicas de su época. Mozart es una pieza de un estilo actualmente bastante descuidado en teatros y salas de concierto. Se trata de una obra de la década de 1920 en la que aparecen tanto pasajes adaptados libremente de la obra de Mozart como otros originales de Hahn. La obertura es una pieza elegante y ligera, estupendamente orquestada, que si tuviéramos que situar en comparación con composiciones de otros autores, diríamos que se halla a mitad de camino entre Emil Waldteufel y Gabriel Fauré, es decir, muy cerca de André Messager.

Las canciones, por su parte, aunque de tres compositores diferentes, tienen mucho en común entre si y, más que las diferencias individuales que caracterizan a sus autores y a cada pieza, ponen de manifiesto una homogeneidad técnica, una unidad de estilo, de carácter y de intención que remite a una cultura, a una época y a un medio ambiente muy concretos. Son obras a mitad de camino entre la canción de salón (en su aspecto estético) y la de concierto (en su exigencia virtuosística), cálidas, levemente decadentistas, fundamentalmente tardorrománticas, pero ya con pinceladas "preimpresionistas", aparentemente fluidas, pero con un contenido melódico y armónico elaborado de manera tan escrupulosa como bien disimulada.

Es música artificiosa y refinadamente artificial, aunque formalmente se base en textos a menudo referidos a la naturaleza. Si bien en las letras aparecen a menudo paisajes al aire libre, esta música suena a salón, a cortinajes y brocados, mullidas alfombras, estatuillas, cuadros, divanes, pesados perfumes, aromas de té y humo de tabaco. La naturaleza es contemplada, como máximo, a través de la ventana, o mejor aún, en pintura. De gran belleza son Amoureuse y Le poète et le fantôme, de Massenet. En cambio La chanson du pêcheur, de Fauré, no acaba de convencer: la suntuosa orquestación y el patetismo demasiado extrovertido y retórico de la melodía no reflejan el dolor íntimo y solitario expresado en la letra, un poema de Theophile Gautier. Sobre L'ile du reve como obra no diremos aquí nada, pues la comentamos con más detalle en un artículo aparte. Aquí nos limitaremos a reseñar la interpretación.

La Orquesta de la Radio de Múnich, impecable en todo sentido, se adapta perfectamente a la muy lograda dirección orquestal de Hervé Niquet. Tanto en la obertura como en el acompañamiento de los solistas en las canciones y en la ópera, Niquet está muy atento a todos los detalles e incontables y finos matices de estas partituras, sin que ello merme la vivacidad, la fluidez y las cambiantes emociones que requiere cada pieza. Los planos sonoros se distinguen claramente; en conjunto toda la interpretación es transparente y limpia, sin que ello disminuya la densidad y la calidez (a veces casi agobiantes) que requieren estas obras. Especialmente loable es la facilidad y seguridad con la que en L'ile du reve la orquesta y su director hacen frente a una partitura ecléctica, que exige una gran versatilidad y flexibilidad estilística. En resumen, director y orquesta ofrecen una versión verdaderamente modélica de cada una de las obras interpretadas.

Los solistas forman un grupo de características variadas dentro de una cierta unidad de estilo. Hélène Guilmette es una soprano lírica de voz cristalina, casi libre de vibrato, con muy buenas coloraturas, aspecto este último que puede reconocerse en las pocas oportunidades que en este sentido ofrece la ópera de Hahn. Por lo demás, voz e interpretación son irreprochables. Ahora bien, no nos parece la intérprete ideal para este repertorio que, a nuestro juicio, requiere voces acaso menos diáfanas, pero más carnosas, aterciopeladas y cálidas. De todos modos, tanto su interpretación de las canciones como del papel protagonista de la ópera de Hahn son muy satisfactorias. Algo semejante sucede con Cyrille Dubois, a quien calificaríamos de tenor de gracia. Sin ninguna duda es un intérprete de muy apreciables cualidades, pero al que, igual que a Guilmette, nos imaginamos mejor en Mozart o en Bellini. Aquí la sensualidad se queda algo corta. Sin embargo, hemos de reconocer que ambos ofrecen en L'ile du reve tanto pasajes de muy cuidada dicción y fraseo, de gran naturalidad y bella linea melódica, como otros de gran fuerza expresiva.

Ludivine Gombert es, en cambio, la soprano ideal para este repertorio. Posee una voz lírica rica en armónicos, redonda, de timbre "personal", dúctil, envolvente, bien impostada y que transmite una intensa sensación de calidez. Su interpretación es elegante, la expresión es de una emotividad tan intensa como contenida, poco frecuente en su autenticidad. Seduce por esta autenticidad y por la riqueza y finura de matices, sin perder nunca una cierta introspección y un cierto ensoñamiento. También Artavazd Sargsyan es un intérprete muy apropiado para la obra de Hahn. Se trata de un tenor lírico de gran vuelo, al que nos habría gustado escuchar en un papel de mayor extensión. Lamentablemente, fue el único que no interpretó ninguna de las canciones de la primera parte. El barítono Thomas Dolié es quien menos nos convence. Correcto como interprete, su voz posee un timbre no demasiado atractivo. La emisión resulta demasiado "abierta" y no lo bastante bien enfocada. Anaik Morel es la única interprete del grupo bien conocida por el público de Múnich. Se trata de una mezzo de voz redonda, amplia, agradable y que posee un indiscutible dominio de las obras interpretadas.

La labor del coro de Le concert spirituel es en extremo interesante. Se trata de un conjunto relativamente pequeño (veinte miembros) que sin embargo no hace echar de menos a ningún gran coro de ópera. No sólo las cualidades técnicas y artísticas hacen que este grupo sea estupendo. Lo más notable es que estamos ante un coro con un "sonido" muy propio y con un modo de interpretar muy particular: un coro con "personalidad". Un mirlo blanco en tiempos de una uniformizante globalización, de la que tampoco se libra la música.

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