Alemania
La versatilidad de Faust
Juan Carlos Tellechea

La música barroca sigue teniendo su gran público en Alemania. La Akademie für Alte Musik de Berlín, fundada en 1982, fue nuevamente aclamada este domingo en el festival Theater und Philharmonie Festtage 2020 de Essen con un programa enteramente dedicado a los Bach (Johann Sebastian y su hijo Carl Philipp Emanuel), cerrando así el ciclo consagrado a grandes intérpretes, en este caso a la fabulosa violinista Isabelle Faust. No hay mucho que pensar cuando se trata de identificar a una gran solista de fama mundial que se mueve de forma tan desenvuelta como ella entre el repertorio de los siglos XIX y XX, así como entre el Barroco y la música clásica.
Faust y la extraordinaria violista Tabea Zimmermann, quien también participa en este festival de Essen, se cuentan asimismo entre los músicos que presentarán toda la obra de cámara de Ludwig van Beethoven, en un gran proyecto organizado con motivo del 250º aniversario de su nacimiento por la casa natal del compositor, dirigida desde hace pocos días por el célebre violinista Daniel Hope.
La versatilidad de Faust es ya proverbial. Solamente unos días después del lanzamiento de su excepcional grabación del concierto de Arnold Schönberg con la Orquesta Sinfónica de la Radio de Suecia, la vemos aquí en la Filarmónica de Essen tocando conciertos de Bach con una de las mejores orquestas especializadas en esa época, la Akademie für Alte Musik Berlin, de acendrado prestigio mundial.
Varios conciertos de Bach sobreviven a los tiempos mas no en sus formas originales, para clavecín y orquesta, sino para otros instrumentos. Este es el caso de los dos Conciertos para violín solo que toco Faust en la segunda parte del recital, en sol menor BWV 1056R y en re menor BWV 1052R. En realidad, éstos son reconstrucciones modernas de obras originalmente para clavecín, aunque ambas piezas, en sus deslumbrantes interpretaciones, parecieran por cierto como creadas de forma exclusiva para su Stradivarius Dornröschen (Bella durmiente del bosque o Rosita espinosa, traducción literal) de 1704.
Incluso el conocido Concierto para oboe y violín BWV 1060R que Faust tocó con la oboísta de la Akademie, Xenia Löffler, fue también recuperado de una versión para clavecín. Ambas se entendieron a las mil maravillas turnándose con toda naturalidad y desenfado en las intervenciones solistas y separándose orgánicamente de forma maravillosa del denso conjunto de movimientos. Especialmente el Largo ovvero Adagio suena melodioso y emocionante con Faust y Löffler en sus respectivos instrumentos.
Lo mismo ocurrió con el Concierto para dos violines, cuerdas y bajo continuo en re menor BWV 1043 con Faust y el concertino del colectivo, Bernhard Forck, que abrió (Vivace) el magnífico recital de esta tarde. Tal como camina, cuando entra y sale del escenario, como flotando en el aire, así mostró Faust su agilidad y claridad ejemplares en el toque, si bien por momentos los portamentos y rubatos pudieran haber parecido algo tímidos o ensimismados.
Con el Largo ma non tanto y con el Allegro final la velada se convirtió en una preciosa sucesión de secciones rápidas y cantadas. Las versiones originales para violín no lograron superar la acción depredadora de los siglos, por lo que algunos arpegios y pasajes de dobles cuerdas pudieran sonar algo clavecinísticos. Sin embargo, resultan un placer inefable escucharlos de la forma tan brillante y briosa como nos los entrega Isabelle Faust.
El programa incluyó también en la primera parte la vibrante Sinfonía en do mayor Wq 182 nº 3 de Carl Philipp Emanuel Bach escrita medio siglo después por el segundo hijo superviviente de Johann Sebastian. Magnífica y fascinante fue asimismo la interpretación de la Sonata a trío número 5 en do mayor para dos violines, cuerdas y bajo contínuo BWV 529.
Aquí es justo mencionar el excelente trabajo de las cuerdas, las maderas, el clavecín y la percusión que apuntalaron con éxito la gran arquitectura de este recital. Los primeros violines de Kerstin Erben, Barbara Halfter y Eduard Kotlyer; los segundos violines de Dörte Wetzel, Uta Peters, Thomas Graewe y Edburg Forck; las violas de Sabine Fehlandt, Annette Geiger y Stephan Sieben; los violonchelos de Katharina Lüschig y Antje Geusen; el contrabajo de Matthias Beltinger; el fagot de Katrin Lazar; así como el clavecín de Raphael Alpermann.
La fórmula áurea en el género de los conciertos (Allegro o Vivace, Adagio o Largo, Allegro; rápido, lento, rápido), para contrastar las secuencias de los movimientos que legara Antonio Vivaldi a la posteridad y que tan bien integrara Bach a su obra, resplandeció intensamente en esta velada.
Las ovaciones del público de pie al final del concierto fueron atronadoras y Faust, así como Xenia Löffler, quien cambió su oboe por una flauta dulce, tocaron a los bises un fragmento de la Cantata Himmelskönig, sei willkommen (BWV 182) junto con los músicos de la Akademie für Alte Musik de Berlín.
Como las aclamaciones no se aquietaban, Faust y el conjunto tocaron como segunda propina, y en un arreglo para violín, con asombroso ritmo, la celebérrima y alegre Badinerie de la Suite número 2 en si menor BWV 1067, generalmente para flauta. ¿Quien dijo que Johann Sebastian Bach no era un músico genial y además con tan buen humor?
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