Recensiones bibliográficas
La Música abre mundos. Sobre la conformación de relaciones culturales internacionales
Juan Carlos Tellechea
Cómo puede comunicarse la Humanidad en igualdad de condiciones en un mundo con permanentes focos de conflicto, extrema pobreza, desigualdad social, olas migratorias y ahora acosado también por la pandemia del COVID-19, se preguntan dos hombres muy preoupados por el desarrollo de la cultura, el germanista Ronald Grätz, secretario general del Instituto para las Relaciones Exteriores de Stuttgart, y el violonchelista Christian Höppner, secretario general del Consejo de la Música de Alemania, director de orquesta y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín.
Su respuesta a esa más que dificil cuestión es un libro de casi 250 páginas titulado Musik öffnet Welten. Zur Gestaltung internationaler Kulturbeziehungen (La Música abre mundos. Sobre la conformación de relaciones culturales internacionales) que acaba de publicar la editorial Steidl de Göttingen con contribuciones de otros 30 músicos, musicólogos, pedagogos, lingüistas, filósofos, críticos y especialistas en temas culturales como Shain Shapiro, Dörte Schmidt, Kamal Salhi, Kira Alvarez, Karl-Josef Kuschel, Detlef Pollack y Nils Grosch, entre otros.
Es éste el sexto volumen de una serie de publicaciones denominada Perspektive Außenkulturpolitik (Perspectivas de la política exterior cultural) que ilustra temas actuales de la política exterior cultural y educacional y que divulgan conjuntamente el Instituto para las Relaciones Exteriores y el Consejo para la Música de Alemania.
Las contribuciones recogidas en este volumen están dedicadas al potencial constructivo de la música en las relaciones internacionales. Científicos, artistas, políticos y agentes culturales discuten cómo la música puede contribuir a promover la cohesión social, a hacer frente a los traumas y a moldear la diversidad cultural, así como a impulsar los procesos de paz y fomentar la democracia, tanto dentro de cada una de las sociedades, como en las relaciones internacionales.
Música es la forma más bella de libertad: un medio de entendimiento y percepción allende fronteras, de ingreso sensual a la identidad local y a la diversidad estética, afirma con convicción Verena Metze-Mangold, presidenta de la Deutsche UNESCO-Kommission. Música es un lenguaje universal, una forma compartida de expresión cultural y un legado común de la Humanidad. La evocación musical contribuye a la promoción de la paz y al entendimiento entre los pueblos, agrega.
La edad de la música no la conocemos exactamente, pero casi seguramente tiene más de 40.000 años de antigüedad. En las cavernas del Jura de Suabia fueron encontradas obras de arte de la época glacial e instrumentos musicales que muestran el importante papel que desempeñaban el arte y la cultura hace unos 40 milenios.
Por esa razón dichas cuevas fueron incluidas en 2017 en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Esos hallazgos arqueológicos son de inmenso valor, amplian nuestro horizonte enormemente y ponen en claro que la música fue uno de los lenguajes y modos de expresión primigenios del homo sapiens, algo que durante largo tiempo no estaba presente en nuestra memoria cultural.
Los hallazgos en esas cavernas del JUra de Suabia no son solo legados materiales importantes, sino que inspiran también nuevas visiones del mundo y un intercambio vívido con posibilidades de expresión sobre aquellos tiempos ancestrales. Músicos populares como Culcha Candela, The BossHoss y la cantante de ópera Oxana Arkaeva visitaron ese sitio en 2018 en el marco de un Social Media Projekt para establecer una vinculación artística entre aquel legado musical y la música actual; una experiencia impresionante como lo expresaran los propios músicos en sus respectivos informes posteriores.
La música puede desatar grandes transformaciones, afirma por su parte Shain Shapiro, representante en el Reino Unido de la Canadian Independent Music Association, y fundador de la consultora Sound Diplomacy en su artículo Mehr Musik wagen (Atreverse con más música). Cuando uno presencia una actuación en vivo y ama la canción o el tema musical que se está interpretando no desempeña ningún papel dónde se encuentra uno y quién tiene a su lado; ese momento y esa circunstancia estarán determinados por la música, agrega.
La música es el único género artístico que supera las fronteras generacionales, de clase social y de género. No importa que la música sea la de nuestros abuelos o la letra interpretada en un idioma que no entendemos; en ese momento se trata de la música, la música, la música y nada más que la música.
Esa lección cobra importancia política cuando la trasladamos de lo individual a lo social. La política internacional está en estos momentos más a la defensiva, persiste en la reacción y no en la planificación proactiva. Si todo el ciclo de noticias puede ser dirigido con un tuit, será dificil entablar un diálogo sustancial; se trata de algo más que de apagar un incendio, hay que desarrollar medidas que ayuden a reducir las causas de los incendios y brinden seguridad. Dejemos a la música aportar más a la política internacional; mejorará nuestras vidas, sintetiza Shapiro.
La música afecta la mente, el cuerpo y el alma en igual medida. Es capaz de expresar pensamientos, sentimientos y sensaciones y tocar a los oyentes directamente en toda su existencia. La música es la construcción de la identidad y la construcción de la comunidad. Sin embargo, es un fenómeno con dos caras: la música puede construir puentes en situaciones de conflicto cuando el lenguaje falla o cuando el diálogo alcanza sus límites.
Pero también puede crear estereotipos y prejuicios hostiles - como la xenofobia, el antisemitismo y la intolerancia religiosa- provocar agresión y legitimar la violencia. Las personas malignas y perversas tienen canciones asimismo, pero no hay que dejarles el campo libre cuando se trata de preparar y sintonizar a la gente para afrontar los muchos desafíos del presente y del futuro.
En vista de las trincheras y nuevas fronteras erigidas en el diálogo intrasocial e internacional, la pérdida de poder de los Estados, las transformaciones en la naturaleza y en la estructura de los conflictos, la pérdida de seguridad que se percibe, parece sensato buscar vías alternativas de comunicacion y de examen crítico, así como una nueva capacidad para predecir la conformación exitosa del futuro, a fin de posibilitar un entendimiento con personas que efectiva o supuestamente tienen otra mentalidad o actitud.
La música no debería ser considerada una panacea, pero es un instrumento congenial. Si bien no puede solucionar conflictos y cuestiones complejas, está sin embargo en condiciones de superar con la fuerza de su eficacia esas trincheras ideológicas. Para escuchar o tocar música no es necesario hablar la misma lengua, y como la música se sustrae a cualquier encasillamiento en categorías, como correcto e incorrecto, blanco y negro, moral o inmoral o cualquier otro, puede unir a las personas en una vida o en una experiencia en común.
Además, la industria cultural y las tecnologías brindan a la música enormes posibilidades -acota el politólogo J. P. Singh director del Instituto de Relaciones Culturales Internacionales y profesor de cultura y economía política de la Universidad de Edimburgo en su contribución a este libro- no solo para el crecimiento económico, sino para el fortalecimiento de una voz cultural, para esbozar modelos de identidad, y para formular cuestionamientos. La música no es solo un transmisor de significados, sino que contribuye a crear nuevos significados. De ahí que la política cultural deba ser consciente de los antiguos significados con los que se establecieron confortablemente los seres humanos en el mundo, pero también permitir nuevos significados en nuestras vidas que se correspondan con las cambiantes relaciones sociales y culturales en nuestras sociedades. Siempre hay una nueva y visionaria canción que cantar, resume el catedrático.
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