Cartas a la directora
Respuesta a Hachè Costa
Remitido

En relación con la Carta abierta de Hachè Costa sobre mi entrevista publicada en mundoclásico.com, creo necesario manifestar mi discrepancia con algunos de sus argumentos.
1. Dice Costa que apenas han existido obras en la historia del arte que hayan procedido por una ampliación de las posibilidades de manera rotunda. Por lo menos en la historia de la música, se me ocurren algunas: Vexations (1893) de Erik Satie (por su extremo contraste entre duración y materiales), Drei Klavierstücke, Op. 11 (1909) de Arnold Schönberg (por su extenso cuestionamiento de la tonalidad funcional), el uso del ruido en los trabajos de Luigi Russolo y en los primeros estudios de musique concrète de Pierre Schaeffer, las primeras piezas de proto-serialización y serialismo integral (Mode de valeurs et d'intensités (1949-50) de Olivier Messiaen y Structures Ia (1952) de Pierre Boulez), etcétera. Aquí puede ser pertinente la lectura de algunas de las reflexiones de Alain Badiou, particularmente aquellas en las que el filósofo arguye que algunas piezas musicales funcionan como evento: es decir, el desarrollo histórico de la ontología de la música deviene incomprensible sin ellas.
2. Sobre el crecimiento de la conciencia de las clases populares a través del arte y la música, debo insistir en el hecho de que nunca tuve ninguna pretensión de tildar al público de idiota o incapacitado. Clarifico mi posición original: que el público mayoritario -las masas- no pueda acceder al “lenguaje” de la Nueva música se debe a la falta de estructuras públicas que lo permitan en un contexto social en el que la prioridad no es el desarrollo de la imaginación y la creatividad, sino el beneficio económico corporativo.
3. Sobre la soberanía del pueblo catalán: por supuesto, el pueblo puede ser soberano y también puede crecer intelectualmente. Sin embargo, le es muy difícil hacerlo en el contexto actual de obstáculos promovidos por parte de las clases dominantes capitalistas del Estado y la autonomía catalana, y también por el nacionalismo español -históricamente monárquico, colonialista y fascista. Precisamente, la soberanía en forma de Estado catalán, a mi entender, podría generar las condiciones para una existencia popular menos reduccionista, quizás más libre.
4. Sobre el elitismo: El elitismo existe en muchos campos, desde la música hasta la cocina, la moda o el deporte profesional. Si se me permite un poco de humor, dudo de que Messi se plantee jugar como un amateur, como un hombre de mediana edad, con su barriga y las cañas “post-partido” para así empatizar con la realidad de las clases populares. Trazando un paralelismo con nuestro trabajo, ciertamente tan elitista como el del fútbol profesional, no sólo he reflexionado sobre la posibilidad de utilizar un lenguaje más simple y próximo al gran público, sino que me he visto obligado a desarrollarlo debido a mi voluntad comunicativa. Messi y yo somos distintos.
A partir de esta peculiar perspectiva -la del trabajador de élite con altos conocimientos sobre su campo, aunque sin mercado-, uno podría argumentar que tal “obra” es irrelevante socialmente y que, por lo tanto, no merece existir. El peligro de este “darwinismo laboral” aplicado al arte -en particular a aquel creado en el seno de las sociedades que se rigen por unas leyes de la oferta y la demanda absolutamente condicionadas por la propaganda de la industria cultural- conlleva la negación de la diversidad estética y así la reducción de la experiencia humana.
Quizás la respuesta a la aporía que nos concierne es más simple de lo que nos imaginamos: la lucha política por unas condiciones materiales que permitan la existencia de una sociedad sin clases, unida hegemónicamente en su irrefutable diversidad y en el interés colectivo hacia el conocimiento, la reflexión y las manifestaciones artísticas como proyecciones de fenomenologías remotas.
Joan Arnau Pàmies
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