Recensiones bibliográficas
Feminismo I. 150 años de lucha y...en eso estamos
Juan Carlos Tellechea

Echando un vistazo a las novedades bibliográficas en alemán de este año constatamos que en estos meses hay un gran interés por el tema del Feminismo, también en nuestra redacción, es justo mencionarlo y resaltarlo, de ahí que hayamos resuelto profundizar en el tema. No es por casualidad este afán, tras al menos 150 años de luchas por los derechos de la mujer.
En realidad, en estos libros se evoca tan solo el último siglo y medio de revueltas, acciones, manifestaciones y hechos públicos de diversa índole en favor de la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer. Pero todos percibimos que esos empeños de nuestras madres y abuelas, infinitamente pacientes, vienen desde mucho más lejos en los tiempos y no datan meramente de la segunda mitad del XIX.
La pugna por la igualdad de derechos para todos se ve además doblemente desafiada por el racismo sordo o brutalmente manifiesto que impera en muchas sociedades que se ufanan de ser modernas. Ya lo decía la filósofa, política marxista, activista afroamericana feministra y antirracista Angela Davis, hoy profesora del Departamento de Historia de la Conciencia en la Universidad de California en Santa Cruz (Estados Unidos): las mujeres negras han tenido que desarrollar una visión mucho más amplia de nuestra sociedad que quizás cualquier otro grupo de la población. Ellas han tenido que entender a hombres blancos, a mujeres blancas y a hombres negros. Y han tenido que entenderse a sí mismas. Por eso las mujeres negras se adelantan prácticamente a cualquier otro sector de la sociedad cuando alcanzan un triunfo, señalaba Davis, alumna de Herbert Marcuse, Theodor W. Adorno y Max Horkheimer.
De esta interesante serie de libros sobre el feminismo quisiéramos destacar y reseñar tres títulos sumamente importantes y actuales. Uno es #Me Too. Von den ersten Enthüllungen zur globalen Bewegung (Desde las primeras revelaciones hasta el movimiento global), de la editorial Tropen/Klett-Cotta, de Stuttgart, escrito por las destacadas periodistas del New York Times Jodi Kantor y Megan Twohey (Premio Pulitzer de Periodismo 2018), quienes junto a Ronan Farrow de la revista The New Yorker, desencadenaron decisivamente el movimiento #MeToo con sus destapes sobre el productor cinematrográfico Harvey Weinstein.
En #MeToo ambas describen sus investigaciones y los efectos ulteriores del debate hasta el día de hoy, cuyos entresijos son dignos de una de las más asombrosas novelas de suspense (como siempre, la realidad supera a la ficción con sus connotaciones más que inverosímiles).
La otra excelente obra, titulada Feminismus. Die illustrierte Geschichte der weltweiten Frauenbewegung (Feminismo. La historia ilustrada del movimiento feminista mundial), de la investigadora y profesora de la Universidad de Harvard Jane Gerhard y el fotógrafo Dan Tucker, publicada por la editorial Prestel/Random House, de Múnich, que comenzamos a reseñar parcialmente la pasada semana,
El de Gerhard/Tucker es uno de los dos libros fundamentales de muy reciente aparición que retratan las tres olas del feminismo: la lucha histórica por el derecho al voto, el movimiento de mujeres de las décadas de 1960 y 1970, y el feminismo muy diverso de hoy.
El otro volumen medular es Big Ideas. Das Feminismus Buch (Grandes ideas. El libro del feminismo), de Georgie Carroll, entre otros, de la editorial DK Dorling Kindersley, de Múnich. Big Ideas se remonta incluso al año 1734 en su descripción del movimiento feminista, cuando en Suecia se prohibía a los hombres vender la propiedad de sus esposas sin su consentimiento.
La pandemia del coronavirus devolvió repentina e involuntariamente a las mujeres a la cocina y a los viejos tiempos, a aquellos modelos tradicionales de la década de 1950 o anteriores aún (los de las tres K, como se los denomina usualmente en los países de habla germana: Küche, Kinder, Kirche, cocina, niños, iglesia); una reacción violenta que ha hecho mucho daño y que es muy discutida actualmente aquí.
En el mercado librero, sin embargo, todavía hay pocas evidencias de esta reacción. Aunque, como señalarámos antes, hay muchas publicaciones nuevas que destacan los méritos de las mujeres y las alientan a romper con los roles tradicionales de género. No está demás añadir que incluso en los libros que destacan los éxitos del feminismo, casi siempre hay un “pero“.
Se celebra algún hito histórico, algún acontecimiento señalado, pero los libros suelen tener un capítulo en el que se describe dónde existen problemas todavía hoy en pleno siglo XXI en la lucha por la igualdad de género.
Ni que decir tiene, el sojuzgamiento al que se ven sometidas las mujeres en los países de (mala) fe musulmana y sus anacrónicas sociedades patriarcales. Las reacciones en el mundo occidental judeo-cristiano son asimismo un grave problema, ante la perspectiva de que los derechos por los que se ha luchado toda la vida también pueden ser anulados.
Los comportamientos en estos tiempos durante la pandemia muestran cuán rapidamente son retrotraídos y encauzados por anquilosados caminos los modelos vigentes, pese a estar ya firmemente establecidos y poseer estructuras que han crecido durante siglos.
#Me Too refleja también el tiempo posterior a las revelaciones sobre Harvey Weinstein, lo que ha permitido constatar que, después de todo, se trata de un problema del sistema y no solo de ese canallesco productor cinematográfico.
En uno de los capítulos más impresionantes, las autoras describen cómo reunieron a doce mujeres afectadas alrededor de una mesa para que relataran cómo tuvieron que armarse de coraje para romper el silencio. Las mujeres dicen recibir hasta hoy correos electrónicos y mensajes anónimos con manifestaciones de odio y amenazas de muerte.
Familiares, amigos y allegados las han apoyado moral, política y judicialmente, han aprobado sus denuncias de los hechos, mientras ellas, por su parte, afirman sentirse tremendamente liberadas, aunque también ser conscientes de que tienen un precio a pagar.
Las sufragistas
A la mayoría de las personas en nuestro mundo moderno y civilizado, el ejercicio del derecho al voto les parece hoy en día la cosa más natural del mundo, aún cuando no siempre hagan uso de él. Quien acude a votar tiene la percepción de cumplir con su obligación como ciudadano. Pero lo que hoy rige para mujeres y hombres por igual no siempre fue así.
Las mujeres tuvieron que luchar duramente para conseguir sus derechos cívicos. Visto hoy, a la distancia, resulta asombrosa la vehemencia con la que las sufragistas desplegaron esa contienda hasta alcanzar que fuera sancionada la legislación que les reconocía sus derechos. En Alemania les fueron reconocidos hace poco más de un siglo, al igual que en muchas partes de Europa, así como en los Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda. Pese a que desde la actual perspectiva se considera que el reconocimiento del derecho al voto de la mujer era impepinable, su introducción estuvo muy lejos de ser algo que se sobreentendiera.
Hoy por hoy la mujer continúa su lucha en favor de sus derechos civiles para definir y anclar legislativamente la autodeterminación sobre su propio cuerpo, ya sea en la elección sobre la atención médica o sobre su decisión de procrear o no. Al igual que los reclamos en favor del derecho al voto estaban acoplados a la igualdad de derechos de la mujer, la auténtica participación de las mujeres en lo económico y en lo político solo podrá darse cuando ellas puedan determinar por sí mismas si quieren ser madres y cuándo.
Ninguna mujer debiera ser forzada a la maternidad, de esto se trata en estos momentos en el movimiento feminista internacional. No es que se vaya contra la maternidad en sí misma, esa imagen distorsionada es una invención de los opositores al voto femenino y de la retórica antifeminista acuñada por abominables sectas y fanáticas facciones religiosas.
Las mujeres solo podrán alcanzar la libertad y la independencia propias de una ciudadana emancipada, cuando tengan acceso al control de la contracepción y a la interrupción del embarazo, y puedan construir sobre el apoyo que se preste tanto a la madre como al niño. De ahí que la interrupción del embarazo no sea el objetivo real en sí mismo, sino que en realidad de lo que se trata es del derecho a determinar sobre su propia vida.
Opresión y sexismo
En 1914 la sufragista canadiense Mary Richardson ingresaba a la London National Gallery con un hacha escondida entre sus ropas para destrozar el óleo La venus del espejo (1647 – 1651) de Diego Velázquez, en aquel entonces el cuadro más emblemático sobre el erotismo por excelencia.
Richardson no solo quería vengarse por el horroroso tratamiento de que había sido objeto por parte del gobierno británico la líder sufragista Emmeline Pankhurst. El atentado contra la obra maestra de Velázquez era al mismo tiempo un golpe contra la opresión de la mujer y contra el hecho de que a las mujeres, y no a los hombres, se les exigía una determinada apariencia fisonómica externa.
Sencillamente, no quería que los hombres siguieran clavando la mirada todo el día sobre ese cuadro, diría Richardson más tarde. ¿Como puede una pintura que representa la imagen represiva de una mujer ser normalmente considerada una obra maestra? La respuesta conduce a otras preguntas: ¿quien determina en realidad lo que es arte o belleza y en qué medida acuñan las obras de arte nuestro concepto de belleza?
La amenaza latente de calificar a una mujer de fea o poco atractiva fue siempre un medio sutil y efectivo para forzarla a dar su conformidad. Las sufragistas fueron estampadas frecuentemente en las historietas antifeministas de finales del siglo XIX y comienzos del XX como viejas y repugnantes comadres, al igual que en la década de 1970 fueran caracterizadas con aspecto de brujas, con largos cabellos, faltas de humor y nada atractivas.
La imagen de las feministas, como mujeres poco atractivas o poco femeninas, sigue hoy siendo cultivada en las plataformas como Twitter y YouTube, sostiene Jane Gerhard en su libro Feminismo - La historia ilustrada del movimiento feminista mundial. En realidad, entre las feministas y sus antecesoras, las sufragistas, la libertad nunca implicó desprenderse del comportamiento femenino o de los símbolos de la femineidad.
La idea de que las mujeres que demandaban la igualdad de derechos querían aparecer y actuar como hombres surge solo de los antifeministas (los hay de ambos sexos, por supuesto). Para las y los feministas (también los hay de ambos sexos), eran una expresión de libertad tanto los textos, como las imágenes u otras formas artísticas y los lenguajes visuales identificados con la mujer.
Un buen ejemplo es la novela El pozo de la soledad de la escritora y poetisa británica Marguerite Radclyffe-Hall, cuyo concepto de belleza y elegancia se aparta fuertemente de los ideales tradicionales de femineidad. Radclyffe-Hall fue una de las primeras mujeres europeas que acostumbraba a vestir ropa masculina, por un lado, y a asumir su visión de las cosas, por otro, para subrayar su afinidad con la subcultura urbana homosexual y lésbica.
La negativa de la escritora a usar corsés y pesados vestidos, para mostrarse en cambio con atuendos de hombre, era su forma de rechazo a las limitaciones impuestas a la mujer por la clase alta británica.
¿Como y quien define en realidad los ideales de belleza y la función de la belleza? Esta es una cuestión que ocupa por igual a la ciencia, la filosofía y al arte y que puede ser debatida ad aeternum. La alegría sublime que provoca la belleza es quizás su valor general más reconocido. La belleza extraordinaria nos deslumbra, nos deja sin aliento, nos sobrecoge.
Para el filósofo Immanuel Kant la belleza la percibe solo quien asume una posición neutral, libre de deseo, lujuria o de placer sexual; solo quien es imparcial puede apreciar y admirar las cualidades estéticas. El romántico inglés John Keats señalaba en su célebre oda a una urna griega que la belleza es verdad y la verdad es bella.
Para los biólogos evolutivos, la belleza en el reino animal es el factor primario en la selección natural, teoría válida también para el ser humano. Según esta teoría predominante, hombres y mujeres se acicalan, se adornan para atraer a la pareja más atractiva con el objetivo de engendrar, en lo posible, descendientes sanos y fuertes.
Ciertos rasgos distintivos de belleza se consideran válidos como indicadores de salud y de juventud, así como de superioridad evolutiva: cabellos fuertes, piel suave y un determinado coeficiente entre el talle y las caderas, en el caso de las mujeres, y una cierta altura, hombros anchos y cuerpo musculoso en el de los hombres.
En estos tiempos los biólogos evolutivos se ocupan de cómo la belleza y el atractivo influyen en la elección de pareja no necesariamente para la reproducción, sino para fortalecer los vínculos al interior de un grupo.
Pero en ninguna otra parte es tan agitado y de tan grandes consecuencias el debate como en las artes visuales y comerciales; y naturalmente también en los medios de comunicación, en los que nuestros conceptos de belleza se reflejan con altibajos, se remodelan, se idealizan, se desarman, se vuelven a ensamblar y se vuelven a concretizar.
El movimiento #Me Too tiene también su lenguaje visual propio del Empowerment femenino con muchas notables figuras de diversas estaturas y dimensiones corporales, de diferentes etnias e identidades sexuales. Gracias al Fat Acceptance Movement y al Body Positivity Movement se pueden ver en los medios sociales masivos personas que no necesariamente responden a los ideales de belleza tradicionales.
Racismo
Los Estados Unidos brindan un histórico ejemplo en el papel que desempeña la pertenencia a una etnia y el racismo en el movimiento feminista; un modelo que es observado, alterado y adoptado mundialmente. A través del reclamo conjunto por más derechos cíviles para todos los estadounidenses ha habido puntos de unión desde un comienzo entre el movimiento de las sufragistas y el movimiento para la abolición de la esclavitud de los afroamericanos.
Sin embargo, el racismo dentro del movimiento de las sufragistas condujo a la desconfianza y al rechazo recíproco entre las mujeres blancas y negras. Esa ruptura no fue facil de superar y se trasladó también a la tensa dinámica de la formación de coaliciones dentro de otros movimientos en favor de la justicia social. Las mujeres de piel más oscura que no podían hacerse oír o eran despreciadas por las blancas se organizaron finalmente en grupos autónomos o en comités y desarrollaron sus propias redes de liderazgo y métodos políticos para alcanzar sus objetivos.
Comenzando con el movimiento por los derechos civiles en las décadas de 1950 y 1960 y la segunda oleada de feminismo en el decenio de 1970, la estrategia del separatismo selectivo dentro de las alianzas caracteriza a todo el movimiento feminista del siglo XX y del XXI. Lo que no significa que no haya una fructificación recíproca entre los diferentes movimientos, entre hombres y mujeres o entre activistas blancos dentro de una minoría.
Finalmente el movimiento por los derechos civiles, así como el movimiento feminista consiguieron juntos y cada uno por su lado despertar colosalmente una nueva esperanza y desplegar un poderoso activismo para abatir las últimas fronteras, alcanzando la ciudadanía otra importancia fundamental y diferente.
El grito, la nueva ira en favor de la plenitud de derechos civiles se ha transformado en los últimos decenios de forma impresionante y sorpresiva en una serie de protestas globales que ganan otra vez las calles para reclamar por los derechos de la mujer, por los derechos de las minorías, de los homosexuales, lesbianas y migrantes (LGBTQ), así como contra el desastre climático, la pandemia, la violencia policial, el racismo, la globalización en general y el sistema capitalista neoliberal en particular. En eso estamos en estos cruciales momentos.
Notas
Jodi Kantor & Megan Twohey, "#Me Too: Von der ersten Enthüllung zur globalen Bewegung", Stuttgart: Tropen/Klett-Cotta Verlag, 2020, 352 Seiten. ISBN 978-3608504712
Jane Gerhard & Dan Tucker, "Feminismus. Die illustrierte Geschichte der weltweiten Frauenbewegung",München: Prestel/Random House Verlag, 2020, 256 Seiten. ISBN: 978-3-7913-8529-7
Georgie Carrol, "Big Ideas. Das Feminismus Buch", Sttutgart: DK Dorling Kindersley, 2020, 352 Seiten. ISBN 978-3-8310-3912-8
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