Discos
Tiempos de redefinir el tiempo
Paco Yáñez

Uno de los aspectos que marcaron de forma más acusada nuestra vida durante el confinamiento que la pasada primavera padecimos fue la inmersión en una nueva forma de relación con el tiempo, una vez suspendida la trepidante cotidianeidad a la que hoy nos vemos abocados. Durante aquellos meses, más de una vez me acordé de la música de Morton Feldman (Nueva York, 1926 - Búfalo, 1987), pues, como pocas, ésta nos lanza a una vivencia de lo temporal radicalmente al margen de las prisas que caracterizan a la sociedad occidental: una vivencia que nos exige el repensar nuestra propia relación con ese tiempo que en las partituras tardías del genio norteamericano deviene una sustancia plasmática que parece expandirse ad infinitum por medio de unas intrincadas secuencias de patrones.
La última partitura orquestal completada por Morton Feldman -apenas unos meses antes de su muerte- es la bellísima, extática y siempre sugerente Coptic Light (1986), ese tapiz sonoro tejido por el compositor neoyorquino bajo la influencia de los textiles coptos que había descubierto en el Louvre parisino, y en el cual buscó crear un campo de resonancias en claroscuro que convertían a la orquesta en un gran pedal pianístico. Con un inmenso dispositivo instrumental, que incluye dos pianos y numerosos sets de percusión, el procedimiento de microvariación va desgranado patrones transformados en ínfimos matices a través de las diversas familias orquestales, con un juego entre acordes y timbres que es inequívoco deudor de la klangfarbenmelodie schönberguiana. A pesar de su ascetismo y de la aparente restricción de materiales, la riqueza sonora creada por Morton Feldman en Coptic Light es inmensa y subyugante, así como su penetración en el núcleo mismo de la percepción temporal del hecho musical. En este lacónico último Feldman es, precisamente, esa gran forma la que revela de un modo más evidente su riqueza y su capacidad para crear planos, estructuras y pluralidad sonora, algo que llega en Coptic Light a una de las cumbres del catálogo feldmaniano por su pluralidad tímbrica, donde el último Feldman se caracteriza, precisamente, por la concentración de estos planteamientos en formaciones habitualmente camerísticas.
Todos estos aspectos se ponen de manifiesto de forma exquisita en la magnífica versión que hoy reseñamos de Coptic Light, en una lectura de la ORF Radio-Symphonieorchester Wien con Michael Boder al frente registrada los días 22 y 23 de septiembre de 2018 en Bonn. Boder incide en una transparencia que radiografía la partitura como ninguna otra de las versiones que en disco compacto hasta ahora conocía, con una definición de cada sección orquestal fascinante, lo que multiplica las irisaciones de este gigantesco caleidoscopio de brillos coptos. En conjunto, se trata, por tanto, de una versión muy luminosa, con una sonoridad ligeramente aguda, frente a otras más obscuras y sombrías, como la de Michel Tilson Thomas con la New World Symphony (Argo 448 513-2), o la de Péter Eötvös con la siempre soberbia Concertgebouworkest de Ámsterdam (RCO Live RCO11004). Por tanto, en lo que a definición técnica y tímbrica se refiere, estamos ante una lectura referencial para conocer los recovecos de una obra monumental que -doy fe- en disco apenas se convierte en un pálido reflejo de lo que es su audición en vivo, con el gigantesco contingente orquestal dispuesto por Morton Feldman en escena.
Otro aspecto fundamental a la hora de valorar una lectura de Coptic Light es su duración, la forma en que cada interpretación se relaciona con el tiempo, habitándolo, dentro de los amplios márgenes que a los directores concedía Morton Feldman en sus partituras. Con sus 27:26 minutos, la versión aquí conducida por Michael Boder podemos decir que tiene una extensión media-alta, si la comparamos con otras lecturas en disco compacto de esta pieza como las de Michael Morgan con la Deutsches Symphonie-Orchester Berlin (CPO 999 189-2), de 23:51 minutos; o la antes citada de Péter Eötvös, de unos fulgurantes 21:46 minutos. En el otro extremo, la de Michel Tilson Thomas se convertía, allá por 1995, en la versión más lenta de cuantas en disco compacto conozco, con sus pausados 29:50 minutos, en una lectura realmente bellísima, más densa y crepuscular que ésta que hoy reseñamos, tan tensa, firme y moderna, por lo que ambas son perfectamente complementarias; además de que este compacto del sello Capriccio se beneficia de una grabación realmente espectacular a cargo de la radio alemana WDR, lo que nos ayudará a sumergirnos y perdernos en semejante marasmo temporal conservando más asideros y puntos de apoyo para tomar referencias en una partitura, Coptic Light, en la que la luz, el tiempo y la estructura se con-funden como en pocas: una obra verdaderamente genial.
La segunda partitura orquestal que disfrutamos en este compacto también se mueve por derroteros temporales al uso, sin forzar los márgenes habilitados por Morton Feldman, pues la lectura de String Quartet and Orchestra (1973) que aquí nos ofrecen el Arditti Quartet, la ORF Radio-Symphonieorchester Wien y Emilio Pomàrico se va a los 25:56 minutos de duración, frente a los 26:01 (aunque en la contraportada del disco aparezcan, por error, 30:58 minutos) que alcanzaba la que tenía (y sigo teniendo) como lectura referencial para esta partitura, la registrada en 1997 por el Pellegrini Quartet y la Radio-Sinfonie-Orchester Frankfurt con Lucas Vis al frente, un registro del sello Hat Hut (hat[now]ART 206) de una nitidez endiablada que contrasta con esta nueva grabación en vivo en la que Pomàrico conecta String Quartet and Orchestra con la estela de Arnold Schönberg y Anton Webern como pocas veces habíamos escuchado, realzando el carácter elegíaco y sombrío de una partitura que la ORF Radio-Symphonieorchester Wien puebla de siniestras resonancias y un cierto tenebrismo que se convierte en el valor más interesante de una interpretación en la que encuentro al Arditti Quartet un tanto deslucido frente a la orquesta vienesa.
Escrita a comienzos de los años setenta, String Quartet and Orchestra presenta, sin embargo, un estilo ya próximo al Feldman tardío, por la estática y amortiguada inserción del cuarteto en el entramado orquestal, tendiendo un continuo que, si bien con las irrupciones instrumentales más virulentas típicas del Feldman de los años setenta, serena ya los perfiles dinámicos de la orquesta por medio de una contención en el ataque que difumina los contornos tímbricos del conjunto, en una técnica compositiva que incorpora, como es habitual en Feldman, influencias del expresionismo abstracto desde lo pictórico. Dentro de dicha influencia, es ya arquetípica la asociación entre la pintura de Mark Rothko y la música de Morton Feldman; ahora bien, si el último Feldman está poderosamente marcado por las Color Field Paintings rothkianas, en su ciclo de instrumentos y orquesta aún se deja entrever la impronta de las Multiforms que el propio Rothko comenzara a pintar a partir del año 1946. Es por ello que proliferan cuerpos sonoros diversificados con una tendencia al extatismo que, a pesar de ello, no contagia esa sensación de tiempo suspendido que preside al último Feldman (si bien hay pasajes que, indefectiblemente, nos remiten a lo musical como expresión de un tiempo infinito). Además de esta señalada impronta pictórica, hay, como antes adelanté, una influencia que en lo musical diría es acusadamente weberniana, por su extremo cuidado de las relaciones interválicas, dinámicas y tímbricas entre los instrumentos de la orquesta, con unos resultados tan poéticos como plásticos. También weberniana es esa incansable búsqueda de nuevos paisajes sonoros que en String Quartet and Orchestra disfrutamos en cada compás: una partitura que, como los demás 'conciertos' feldmanianos, no deja de encontrar texturas y esas multiformas en cada nueva inflexión, asociación instrumental, o modo de ataque.
Tal y como afirmaba el poeta norteamericano Charles Olson en su ensayo Projective Verse (1950), «una percepción debe, inmediata y directamente, dirigir hacia una nueva percepción», algo que se hace música en String Quartet and Orchestra de forma más que evidente, con su concatenación de formas acústicas continuamente renovadas, si bien en el caso de la música los movimientos y la conducción de la percepción se expanden sobremanera, tanto a lo largo como a lo ancho de la partitura, por medio de la armonía, la orquestación y lo textural. Estamos, así pues, ante un espacio de hibridación entre lo poético, lo pictórico y lo propiamente musical que el Pellegrini-Quartett, la Radio-Sinfonie-Orchester Frankfurt y Lucas Vis nos trazaban en su versión para Hat Hut con mayor definición, refinamiento y realces, por lo que continúa siendo, en mi opinión, la versión de referencia, aunque la aquí conducida por Emilio Pomàrico es digna de conocer por ese ambiente tan sombrío, revelándonos otras formas de comprender esta pieza, con una pátina que diría más europea.
Por lo que a las grabaciones se refiere, cara y cruz en este compacto del sello Capriccio. La cara, para la extraordinaria toma de sonido de Coptic Light a cargo de la WDR; mientras que la cruz es para una toma en vivo (efectuada el 5 de noviembre de 2010 en Viena) de String Quartet and Orchestra, por parte de la ORF, de más deficiente sonido. El Arditti Quartet es, quizás, el mayor perjudicado por esta grabación, en la que la ORF Radio-Symphonieorchester Wien se come al conjunto londinense, por lo que nuestra percepción de las relaciones entre cuarteto y orquesta se ve algo perjudicada frente a la extraordinaria grabación de Hat Hut, lo que no quita que, repito, sea una versión muy interesante por su tono y expresividad tan crepuscular. Por lo que a la edición se refiere, ésta comprende notas a cargo de Christian Heindl, así como biografías y fotografías de los intérpretes, redondeando un disco que destaca por su estudiadísima versión de Coptic Light, así como por aportar a la discografía de Morton Feldman la hasta ahora segunda grabación -al menos, que uno conozca- de String Quartet and Orchestra.
Este disco ha sido enviado para su recensión por Música Directa.
Comentarios