Alemania
Far and near are all around
Juan Carlos Tellechea
El público aguardaba con gran expectación y curiosidad esta segunda velada del Ballett am Rhein, titulada Far and near are all around, con el estreno mundial de Spectrum, del coreógrafo Juanjo Arqués, y de A Simple Piece, del director de la compañía, Demis Volpi, tras el debut por partida triple con A first date, a mediados de septiembre. ¡Resultó ser una velada exquisita!
A juzgar por las miradas de asombro y suma atención dirigidas al escenario desde la platea, ambas novedades alcanzaron su objetivo de maravillar con creces a los espectadores. Incluso, dos pequeñas niñas (de menos de cinco años) ubicadas a mi izquierda y a dos butacas de la mía estaban como hipnotizadas y no se perdían ni un segundo de lo que ocurría sobre el escenario, como si siguieran cada imagen de un cuento de hadas.
Con el nuevo crecimiento exponencial récord de las infecciones por el coronavirus en Alemania, y concretamente en el estado federado de Renania del Norte-Westfalia, cuya capital es Düsseldorf, esta función tenía que realizarse con un aforo extremadamente reducido. Pero Volpi y su elenco, apoyados por todos los técnicos, propusieron realizar dos funciones, una a las 18 horas y otra a las 20:00 -con el gran esfuerzo físico y logístico que ello demanda- para alcanzar la cifra total de espectadores que se preveía originalmente. De ahí que a las 6 de la tarde, las madres acudieran con sus niños al espectáculo y, realmente, doy fe, lo disfrutaron en grande.
Me vienen a la memoria los conceptos de un interesante artículo que leyera hace unos días, Alla Verità per la via della bellezza, de la historiadora y teóloga Fermina Álvarez Alonso, docente de la Universidad Pontificia Lateranense, de Roma:
el Hombre tiene necesidad de la belleza, del amor y de la verdad. Por ello, educando su sensibilidad por la belleza, se desarrolla también su capacidad racional por la verdad, proporcionando una respuesta constructiva al relativismo y a la pobreza cultural que caracteriza nuestro tiempo.
La voluntad de todos los involucrados de no desaprovechar por nada del mundo esta experiencia cultural, puede entenderse como una fuerte señal en estos tiempos pandémicos-sindémicos, como la expresión de un deseo sincero que emana del corazón. En cierto modo, el público también formó parte esta tarde de la unidad colectiva que manifestaba el arte en su máxima expresión: la danza.
Spectrum, la primera pieza de la velada, un estreno del coreógrafo español Juanjo Arqués en el Ballett am Rhein, hace referencia a las experiencias de bailarinas y bailarines durante el encierro por la pandemia (sindemia) del coronavirus. Con preciosos atuendos (vestuario y escenografía de Tatyana van Walsum), los intérpretes, muy minuciosos en sus movimientos, luchan airadamente con sus cuerpos y despliegan sus habilidades acrobáticas (Rashaen Arts, Maria Luisa Castillo Yoshida, Evan L'Hirondelle, Joan Ivars Ribes, Niklas Jendrics, Courtney Skalnik, Edvin Somai), anhelando el contacto físico con sus parejas y el entablamiento de un diálogo creativo.
El bailarín Rashaen Arts comienza a moverse frente a una pantalla blanca semitransparente, conquistando poco a poco el reducido espacio que tiene a su alcance. Luego ve una sombra del otro lado con la que toma contacto. Aislamiento en la sociedad es el tema de la coreografía que pretende representar todo un espectro (de ahí el título) de formas humanas en la comunicación.
Cuando se levanta este telón se ven elementos en forma de láminas hechos del mismo material que crean también separaciones. Los bailarines aparecen de la nada con muchos pequeños pas seule apegados muy fuertemente a la tierra, a menudo rodando por el suelo como en el breakdance o en el streetdance.
Uno lleva ropa holgada, como un piyama de manga corta y shorts, en colores graduados como el arco iris (el espectro de la luz). Los intérpretes muestran personalidad y singularidad individual. El ser humano es feliz viviendo en sociedad. Sin embargo, al final Arts vuelve a estar solo; algo nada bueno, aunque por ahora no se vislumbra un final.
La labor de Arqués puede ser vista como una pintura muy dinámica de diferentes movimientos que permite también múltiples interpretaciones individuales, todas diversas aunque orientadas hacia la misma e innovadora dirección. Entre las figuras, el coreógrafo asentado en Amsterdam muestra un magnífico pas de deux (Feline van Dijken – Eric White, quienes conviven en un mismo hogar) con música (Prometheus) minimalista, profunda y pulsante de Marc Mellitis, estupendamente interpretada por el cuarteto de cuerdas integrado por músicos de la orquesta Düsseldorfer Symphoniker. La ingeniosa coreografía, un poco cool and casual, algo alejada de la danza académica, otro poco juvenil, bastante decorativa, simple, sin ninguna pretensión abstracta, agradable a la vista fue muy aplaudida por el público.
En el intermedio musical el mismo cuarteto de cuerda (Franziska Früh, primer violín; María Peláez Romeo, segundo violín; Rafl Buchkremer, viola; Niklaus Trieb, violonchelo) interpreta muy convincentemente Ritornello 2.sq.2.ja de la estadounidense Caroline Shaw, una pieza de ritmo lento con muchas texturas que a veces suena como una letanía y en otros momentos destila gozo y diversión; lo suficientemente extensa como para preparar el escenario antes de la segunda pieza de ballet. Los espectadores deben peermanecer en sus butacas a la espera.
La joven Marina Peláez Romeo, integrante de la sección de primeros violines de la Düsseldorfer Symphoniker, tiene una muy interesante carrera por delante. Se formó en la Escuela Superior de Música Reina Sofía, en Madrid, en la Escola Superior de Música de Catalunya, así como en la Musikhochschule de Lübeck (norte de Alemania); tuvo como profesores a Andrea Sestakova, Yuri Volguin, Zakhar Bron y Heime Müller; tocó como académica y asistente en diversos colectivos musicales como la West Eastern Divan Orchestra, la European Union Youth Orchestra, la NDR Sinfonieorchester de Hamburgo, la Bamberger Symphoniker y la WDR Sinfonieorchester de Colonia, así como, tras un contrato, fue voz principal de los violines segundos de la Münchner Rundfunk Orchester.
A Simple Piece, de Demis Volpi, con música de Caroline Shaw, estrenada también aquí mundialmente, es una coreografía muy poderosa, casi arcaica que exige del cuerpo de baile una perfección sincrónica sobresaliente y que fue ejecutada con gran acierto. Desde los altavoces, la banda sonora de la pieza a capella (Partita For 8 Voices; Premio Pulitzer de Música 2013), en cuatro movimientos, de la citada compositora estadounidense, hace el resto; subyuga a intérpretes y público con sus palabras dichas muy quedamente, sus murmullos, sus jadeos, sus conmovedoras melodías que parecen en algunos pasajes de origen oriental, muy zen, de tiempos pretéritos, así como sugerentes disonancias.
En la estricta coreografía de Volpi, los bailarines se colocan en una especie de cuadro geométrico, enfatizando las reglas de la distancia, en una alusión a los bailes de salón del Barroco y sus precisas reglas. Esencialmente, los ocho protagonistas, de pie, mantienen fijas sus posiciones con movimientos muy graduales, a menudo entrecortados, abreviados como en un filme de dibujos animados, desde el fondo del escenario hasta el frente de la rampa.
Es muy raro ver que alguien gane espacio para las piernas o abandone su puesto, como en una actitud liberadora; se percibe nítidamente esa compulsión y falta de libertad. En Volpi la individualidad es borrada de momento. Casi no hay diferencias de género. Todos usan la misma indumentaria, una especie de pantalón bombacho de tonos oscuros, con enormes bolsillos de los que tanto bailarinas como bailarines extraen confeti, y una blusa blanca con singulares y largos flecos; eso sí, más transparentes para los hombres que para las mujeres.
Los movimientos no son idénticos; incluso en el constreñido colectivo todos y cada uno de sus integrantes tienen características propias, aunque es necesario mirar con mucho detenimiento para notarlo claramente. Tal como en la música, hay ocho intérpretes; la cifra está determinada por las normas de higiene contra la pandemia-sindemia. El director del Ballett am Rhein reacciona a los sonidos de la composición, pero no los ilustra.
En la partitura de Shaw la libertad parece ser mucho mayor que en la coreografía. Volpi se esmera durante todo el tiempo por bailar contra las imposiciones musicales y lo consigue. Los intérpretes no sobresalen ni del conjunto ni de la escenografía neutra que tienen detrás, no les está permitido protagonizar un brote propio y así es cómo esa sociedad en miniatura permanece en un nivel abstracto formal que lleva a la reflexión. Ovaciones, exclamaciones de ¡bravo, bravo, bravo!, cerraron esta velada de gran refinamiento.
Programa
Spectrum (estreno mundial), ballet de Juanjo Arqués con música de Marc Mellits. Escenografía y vestuario Tatyana van Walsum. Iluminación Volker Weinhart. Dramaturgia Maurice Lenhard. Asistencia coreográfica Uwe Schröter. Intérpretes: Rashaen Arts, Maria Luisa Castillo Yoshida, Feline van Dijken*, Evan L'Hirondelle, Joan Ivars Ribes, Niklas Jendrics, Courtney Skalnik, Edvin Somai, Eric White*.
Intermedio musical: Ritornello 2.sq.2.j.a, de Caroline Shaw.
A Simple Piece (estreno mundial), ballet de Demis Volpi, con música de Caroline Shaw. Vestuario Carola Volles, Iluminación Volker Weinhart. Dramaturgia Carmen Kovacs. Asistencia coreográfica Brent Parolin. Intérpretes: Yoav Bosidan, Rubén Cabaleiro Campo, Clara Nougué-Cazenave*, Rose Nougué-Cazenave*, Norma Magalhães, Marié Shimada, Daniel Smith.
*Estas bailarinas o estos bailarines conviven en un mismo hogar y por lo tanto están exceptuados de las regulaciones que imponen mantener distancia entre las personas para prevenir una infección por el coronavirus.
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