Discos
En el siglo XXI también hay vida wagneriana
Josep Mª. Rota

Después de escuchar este Ring por tercera vez, me veo en condiciones de escribir una crítica serena y objetiva. Este Ring se grabó en directo, en versión concierto, en dos tandas, los días 22 y 24 noviembre de 2012 y los días 1 y 15 marzo de 2013. Sepa el lector que los conciertos se dieron en la Philharmonie, espacio en el que apenas quedan huecos para ensayos y conciertos. Este registro forma parte de la integral de las obras de Richard Wagner que Pentatone decidió grabar con motivo del bicentenario del nacimiento del maestro. La batuta rectora del magno proyecto recayó en el polaco Marek Janowski, criado en Wuppertal y afincado en Berlín, al frente, precisamente, de la Rundfunk-Sinfonieorchester Berlin.
A diferencia de sus hermanas de edición, este Ring se presenta de manera diferente, muy atractiva, en un moderno diseño. La caja tiene la medida, un poco más pequeña, de los añorados álbumes de LP. Los trece discos compactos (cuatro para Die Walküre y tres para Siegfried) vienen en una carpeta. Gracias al formato, el libro de 252 páginas puede leerse con comodidad, como antaño.
Lo primero que hay que decir es que, en cuestión de sonido (SACD), este Ring está sin duda a la cabeza de todos los que se han editado, superando sin duda al mítico registro de John Culshaw para Decca o al de Otto Gerdes para Deutsche Grammophon, a las antípodas el uno del otro. Desde el punto de vista artístico, también está por encima de otros registros de este siglo, como los dirigidos por Zagrosek, (Stuttgart), Young (Hamburgo), Weigle (Frankfurt), etc. Sin embargo, está lejos, muy lejos, de los Furtwängler, Knappertsbusch, Krauss, Keilberth, Kempe, Solti y Böhm. También debe ceder la primacía a Thielemann, ya sea en Bayreuth o en Viena.
Los protagonistas del Ring son, naturalmente, Marek Janowski y la Rundfunk-Sinfonieorchester Berlin. El amor que tiene Janowski por Wagner es indiscutible. Su savoir faire como director al frente de grandes orquestas está fuera de cualquier duda. A pesar de no haber pretendido nunca ser un experto wagneriano, lo ha acabado siendo. La Rundfunk-Sinfonieorchester Berlin es una gran orquesta, a menudo oscurecida por la sombra que proyectan las otras orquestas de la ciudad, que no son pocas1. Gracias a la batuta del maestro y a la calidad de la grabación, se pueden escuchar muchas cosas en la orquesta que a menudo pasan desapercibidas. Y lo que se escucha es muy bonito y de mucha calidad. Una duda me asalta: ¿se grabó realmente en directo o también se usaron tomas de los ensayos para la edición final?
La visión de Janowski es clara y unitaria: ligera, transparente, más dramática que épica, más precisa que expansiva, más directa que retórica. Gustará más o menos, pero Janowski es sincero en el planteamiento. Esta visión, a veces urgente, otras, precipitada, a mí no me gusta. Tendrá sus adeptos, no lo dudo, pero no es mi caso. Así, en Das Rheingold, los gigantes entran a la carrera entre timbalazos, los yunques del Nibelheim retumban en los altavoces y los dioses ascienden al Walhalla envueltos en una marea orquestal atronadora.
En Die Walküre, la cosa cambia. El maestro toma unos tiempos más mesurados, más comedidos, y la obra avanza con dramatismo y consistencia. Un bello acto primero, lírico y sensual y un segundo acto que nunca decae. El acto tercero se abre con una imponente Walkürenritt y sigue con emoción creciente hasta la despedida de Brünnhilde a Sieglinde. Sin embargo, la emoción desaparece en los “Adioses de Wotan”, que son fríos y sin sentimiento.
Siegfried es posiblemente la obra más redonda del ciclo. La orquesta dibuja con claridad tanto el antro de Mime como la cueva de Fafner. Sin embargo, en la cabalgata de Wotan al encuentro de la Ur-Wala falta dimensión épica y profundidad dramática. También es evocadora la orquesta cuando Siegfried atraviesa el fuego de la Roca de la valquiria. El final de la obra luce como debe.
En Götterdämmerung se repite la ecuación: claridad orquestal y presencia individualizada de todos los instrumentos, que son sorprendentemente audibles; por otra parte, los clímax orquestales suena precipitados cuando no atolondrados y la presteza del tiempo elegido llega a provocar desasosiego. Los tutti siguen siendo atronadores. En conjunto, falta grandeza.
Ya sea por cuestiones de calendario o artísticas, el reparto carece de unidad: dos intérpretes para Brünnhilde, dos para Siegfried, dos para Mime, dos para Erda y dos para Fafner. Por uno u otro motivo también, las partes de Loge en Das Rheingold y de Mime en Siegfried vienen interpretadas por el mismo cantante, cosa que a mí no me convence. El caso de Erda es más triste, pues Maria Radner murió en el avión de Germanwings estrellado en los Alpes. Timo Riihonen dobla papel como Fafner y Hunding, en la primera tanda de noviembre, y Matti Salminen, Fafner y Hagen en la segunda de marzo. Las tres Hijas del Rin sí son las mismas en Das Rheingold y Götterdämmerung y una de ellas dobla papel como Flosshilde y Schwertleite. No se da otro caso, tan habitual en las producciones del Ring, de doblar papeles secundarios (Hijas del Rin, Valquirias, Nornas, Freia-Gutrune o Fricka metida entre las Valquirias).
La primera, en la frente. Tomasz Konieczny es un Wotan sin aura, sin grandeza mítica ni desolación humana. Su emisión nasal es estentórea; recuerda a Simon Estes en el peor sentido de la comparación. ¿No sería mejor que interpretara a Alberich2? A su lado, la veterana Iris Vermillion tiene auténtico porte divino como Fricka. Jochen Schmeckenbecher tampoco causa especial impresión como Alberich; a medida que avanza el Prólogo, se encuentra más a gusto y da mejor resultado. Su hermano nibelungo es Andreas Conrad, muy acertado como Mime. Christian Elsner no tiene la voz adecuada para el sinuoso dios Loge, pero compone un personaje muy creíble. Günther Groissböck es un buen Fasolt, cosa que no puede decirse de Timo Riihonen como Fafner monocorde y monocromo. El equipo de dioses y ondinas es solvente, con especial mención para Ricarda Merbeth como Freia.
En Die Walküre, Tomasz Konieczny no resulta mejor que en Das Rheingold. Si allí su Wotan joven podría pasar, su Wotan maduro no se sostiene. En el segundo acto, su registro grave es inconsistente y la emisión resulta aún más desagradable. En el tercero, se despide de Brünnhilde de manera decepcionante. Petra Lang es una ex-mezzosoprano de amplio registro; su grave es redondo y los agudos son seguros, aunque a veces la voz se destempla en el registro superior. Su concepto del personaje estaba entonces en proceso de maduración. La sorpresa agradable viene con Robert Dean Smith, Siegmund, y Melanie Diener, Sieglinde. El tenor canta con gusto, mantiene el fiato y llega a los agudos con seguridad y sin tiranteces. La soprano no le va a la zaga; su Sieglinde es efusiva y emocionante. Iris Vermillion vuelve a ser una imponente Fricka, amenazadora, segura de su poder divino y de la justicia moral de sus exigencias. Timo Riihonen es un Hunding de voz grave pero insulsa; en ningún momento crea un personaje. El equipo de Valquirias es compacto y solvente.
Stephen Gould es el mejor Siegfried de este principio de siglo. Defiende la parte con valentía y aplomo. Allí donde otros solo declaman o gritan, él canta. En la “canción de la forja” aguanta como un jabato. Con "el Pájaro del bosque", se expresa con delicadeza y ardor juvenil a la vez. En el acto tercero, después de despachar a Der Wanderer con autoridad, se las tiene que ver con Brünnhilde y sale airoso en el empeño. La también ex-mezzosoprano Violeta Urmana es una valquiria de medios poderosos. Ambos llevan la obra a un final resplandeciente. Christian Elsner, Loge en el Prólogo (pero también Parsifal en la obra homónima grabada también por Janowski) es un Mime eficaz, muy teatral. Tomasz Konieczny sigue sin convencer, ahora como Der Wanderer. En el “torneo del saber” no muestra ni una pizca de divinidad; en la trifulca del acto segundo con Alberich y Fafner, uno no sabe quién es el dios y quién el nibelungo. En el encuentro con Erda, Tomasz Konieczny no consigue dar nobleza al personaje ni transcendencia al encuentro con la Madre primigenia, aquí una acertada Anna Larson. Jochen Schmeckenbecher sí está muy acertado como Alberich. Matti Salminen, como era de esperar, es un Fafner amenazador.
La voz de Lance Ryan, Siegfried en Götterdämmerung, es fea de natural; si a eso le añadimos su molesto vibrato, que se acentúa cuanto más larga es la nota, que la emisión suena estrangulada, que a la voz le faltan peso y fuerza y que nunca suena heroica, más bien quejosa, ya se pueden imaginar. Para más inri, los agudos son abiertos y estridentes. Petra Lang, a pesar de que la valoración global de su interpretación es positiva, suena destemplada, incluso gritona. Se agradece su entrega en el canto, que sufre las tiranteces propias de las mezzosopranos que abordan esta difícil parte. Matti Salminen, Hagen, es el veterano de la función y de todo el Ring. La voz ya no es la que era, no nos vamos a engañar, pero sus tablas suplen de sobras el desgaste vocal. Jochen Schmeckenbecher repite su eficiente Alberich. Markus Brück, Gunther, y Edith Haller, Gutrune, son una buena pareja de Guibichungos, lo que, dicho sea de paso, tampoco es nada del otro mundo. Marina Prudenskaya es una Waltraute conmovedora.
Este Ring de Janowski para Pentatone merece ser conocido. Como todo el ciclo del maestro para el mismo sello. En el siglo XXI también hay vida discográfica y wagneriana. Este es el Wagner discográfico de este siglo, con un sonido excelente (SACD) y una moderna y atractiva presentación. La acogida del público que pudo asistir en directo a las funciones concertantes fue de máxima satisfacción por unanimidad (acaso ya cansados, incluso en Berlín, de tanta “genialidad” de los Régisseurs de turno, que siguen lanzándose como aves carroñeras sobre el maltrecho Der Ring des Nibelungen en los escenario de aquí, allá y acullá). Si a esto le añadimos que a mí me costó tan solo 39,99€, precio no ya de rebajas sino más bien de saldo, mi recomendación es total y absoluta.
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