Alemania
Un Trovatore abreviado y comprimido
Juan Carlos Tellechea
La renombrada Ópera de Leipzig ingresó al universo virtual del livestraming con una nueva y magnífica producción de Il TrovatoredeGiuseppe Verdi, con la experimentada régie de Jakob Peters-Messer y la precisa dirección musical de Antonino Fogliani al frente de la Gewandhausorchester.
Todo el elenco, sin excepción, tuvo un deslumbrante desempeño en esta versión abreviada y semiescénica, comenzando por el tenor Gastón Rivero (en su magistral Manrico), la soprano Roberta Mantegna (Leonora) y la mezzosoprano Marina Prudenskaya (Azucena), así como la también mezzosoprano Sandra Maxheimer, el barítono Dario Solari (Conte di Luna), el tenor Álvaro Zambrano (Ruiz) y el bajo Sejong Chang (Ferrando).
La producción, ambientada de forma atemporal en cualquier lugar del mundo y en ninguno en particular, fue comprimida en una hora con respecto a su duración habitual de dos horas y media, pero cuidando mucho el sentido de la dramática historia y manteniendo el envoltorio de los principales e impactantes temas musicales de Verdi.
La régie y el director coincidieron en que fuera eliminado el primer cuadro; para mantener la gran escena del segundo acto y el coro de los gitanos, para después volver al segundo cuadro del primer acto y continuar como es habitual.
Del escenario donde se desarrolla la historia originalmente (en Vizcaya y Aragón en el siglo XV) quedan solo algunos vestigios, como las espadas de la época y quizás los austeros enseres de la vida seminómada de la gitana Azucena. Los enconados rivales visten uniformes militares que nos retrotraen a la época de los camisas negras del fascista Benito Mussolini (vestuario Sven Bindseil). Más allá de los temas de la venganza, la rivalidad, la política y el amor, Peters-Messer enfoca muy especialmente en su acertada versión los traumas de sus personajes, mostrándolos desde su juventud e infancia, antes de que todo termine en el desastre en el que concluye.
Fogliani, quien debuta en esta oportunidad en la Ópera de Leipzig, ofreció una sobresaliente y equilibrada interpretación de la partitura verdiana que conoce a la perfección, balanceando con gran puntillosidad a la excelente orquesta de la Gewandhaus, dispuesta al completo sobre el escenario, con los extraordinarios cantantes y el coro, excelsamente preparado por Thomas Eitler-de Lint.
Salta de la pantalla la gran entrega y consagración de los intérpretes, tras la larga y ardua preparación de los últimos meses. El director musical se toma inicialmente las cosas con calma; necesita imperiosamente esa base belliniana para romper el drama con contornos rítmicos, así como con esa gran fuerza de empuje y suprema calidad que muestra en la ejecución.
Dos hombres, Manrico y el Conte di Luna, están enamorados de la misma mujer y no saben que son hermanos. Un niño fue arrojado al fuego hace muchos años y durante mucho tiempo no está claro quién fue. Una mujer misteriosa, la gitana Azucena, se guarda el secreto para sí misma. Al final, uno de los dos hombres cae muerto, ejecutado por su propio hermano.
Así transcurre esta dramática ópera de Verdi, quien con su libretista Salvatore Cammarano cuenta la historia de terror con atmósferas especiales y breves escenas, algunas de las cuales tuvieron que ser sacrificadas en la abreviación introducida por la Ópera de Leipzig. Por supuesto, el público ya debería conocer de antemano el relato, porque solo es parcialmente comprensible en esta producción.
Las escenas cambian incluso más rápido que en la versión original y además en el reducido espacio que tiene el escenógrafo Markus Meyer sobre lo que normalmente sería el foso de la orquesta. No obstante, la producción sigue fielmente el sentido del relato. El trovador Manrico entra a la realidad de la escena de pie sobre una estructura metálica elevada; previamente y en su niñez, los caballeros con alas angelicales ya peleaban con sus gigantescas espadas. Peters-Messer, nos muestra asimismo de forma impecable la pasión de los celos con imágenes moderadamente surrealistas. Todo está concentrado sobre la mejor opción posible que permite la situación pandémica. Por último, Azucena se sube a un ataúd y sale de nuevo del féretro sin añadir ninguna nueva tensión a la pieza.
Pero, cuando la atención se afloja un poco, hacia el final de los cien minutos de actuación, Marina Prudenskaya proporciona una vez más un grandioso momento en el que sueña en el calabozo con volver al bosque nativo y, en conjunto con los hermanos que rivalizan hostilmente, se abre un momento de gran anhelo y una utopía condenada al fracaso.
Para ese entonces la magnífica Leonora de Roberta Mantegna ya se ha suicidado envenenándose, tras maravillar con su preciosa coloratura y sus expresiones histriónicas de enorme sufrimiento.
La veteranía de Gastón Rivero en el papel que ha paseado por medio mundo tiene, a su vez, el poder de penetración y la segura altura que requiere la magnificencia de su personaje, héroe del título.
Mientras, Darío Solari encarna en el Conte di Luna a un hermano y villano con una peligrosa elegancia que lo hace hasta casi simpático, si no fuera por el abominable fratricidio que acaba de perpetrar y que lo marcará psíquicamente por el resto de sus días.
La portavoz de prensa de la Ópera de Leipzig anunció a mundoclasico.com que la casa planea nuevas emisiones para Año Viejo y para 2021 que serán oportunamente dadas a conocer en su página web.
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