Discos
Bajo la batuta de Abbado
Josep Mª. Rota
Deutsche Grammophon acaba de comercializar, en uno de sus cubos habituales, los registros completos de Claudio Abbado al frente de los Berliner Philharmoniker en 60 CDs. Yo lo compré al precio irrisorio de 59,99€. He visto que ahora está por 120€ aproximadamente, lo que sigue siendo una ganga1. La edición reproduce las carpetas originales en cartón fino, lo que la hace aún más atractiva. La parte del león se la llevan Beethoven, Brahms y Mahler, aunque hay un poco de todo, de Mozart a Kurtág y Stockhausen.
Si quien o quienes andaban buscando un sustituto para Herbert von Karajan al frente de los Berliner Philharmoniker pretendían dar con el contraste máximo, la elección de Claudio Abbado fue sin duda la más acertada. Se cuenta que, cuando el maestro milanés se presentó ante los profesores berlineses, dijo llanamente: “Buenos días, señores, me llamo Claudio”. ¿Puede haber mayor contraste entre la sencillez de Abbado y la megalomanía de von Karajan? Sin el salzburgués, la mejor orquesta del mundo (o una de las mejores), perdió a un tirano de la batuta; y con él perdió también toda su opulencia sonora, toda su riqueza tímbrica, toda su fuerza expresiva, todos sus colores caleidoscópicos.
Bajo la batuta de Abbado, la orquesta no suena para nada a von Karajan. Ni por asomo a Furtwängler. El maestro supo darle una impronta personal, que ha tenido sus admiradores, pero también sus detractores. Algunos de los registros se tomaron en vivo, ya sea en Berlín, Londres o Tokio. Los aplausos al final de los conciertos demuestran que el rigor doméstico es superior al de la sala de conciertos.
Beethoven
Las sinfonías de Beethoven, lo primero en orden alfabético, producen una cierta decepción. El maestro suele pasar de pianissimi inaudibles a tutti fortissimi atronadores, atolondrados la mayor de las veces. Entremedio, la tensión desaparece, la música languidece y la energía se va. Este patrón, lamentablemente, se repetirá a lo largo de la edición.
Otra cosa son los Conciertos para piano con Maurizio Pollini. Tengo por muy meritoria la labor de Abbado como maestro concertador. Buen equilibrio entre solista y orquesta.
Los discos Beethoven en Berlín, con Cheryl Studer y Evgeny Kissin (Egmont y Fantasía para piano) y de música incidental (McNair y Terfel) son muy agradables.
Brahms y Mozart
El Brahms del maestro Abbado es lo que me ha gustado más de los tres grandes ciclos (Beethoven, Brahms y Mahler). Las sinfonías están muy logradas, como también lo están las grandes obras orquestales (oberturas, variaciones, rapsodia y serenatas). Los conciertos están duplicados y hasta triplicados. La edición ofrece los dos Conciertos para piano con Maurizio Pollini y luego con Alfred Brendel. El Concierto para violín se ofrece en las versiones de Shlomo Mintz, Viktoria Mullova y Gil Shaham. Este último y Jian Wuang interpretan el Doble concierto.
Como dije, en conjunto, una gran labor de Abbado, la orquesta y los solistas. Los tres discos de la otrora rival Philips, los dos conciertos de piano con Alfred Brendel y el de violín con Viktoria Mullova, no desmerecen en nada a los del sello amarillo.
Su Réquiem alemán es muy sentido, con una clara intención de destacar el texto, al que la música sirve con adecuación. Lo mismo podría decirse de su introspectivo Réquiem de Mozart, con un estupendo cuarteto solista. Aquí prima el recogimiento sobre el dramatismo.
Música del siglo XX
Los discos de música del siglo XX son muy interesantes. También es cierto que hay menos donde elegir y menos competencia con la que comparar. Su Hindemith, pulido y librado de asperezas, produce una excelente impresión. Aquí hay pulso, fuerza rítmica y expresiva. Su Debussy suena muy natural, acaso porque las obras del galo son más camerísticas que sinfónicas. Zápisník zmizelého (Diario de un desaparecido) de Leoš Janáček, en la voz un poco estentórea de Philip Langridge, se sigue con interés. La Sinfonietta, en cambio, suena estridente en algunos momentos, como Romeo y Julieta de Prokófiev, atronador y machacón más de la cuenta. Mis limitaciones me impiden valorar justamente el disco de Kurtág: Grabstein für Stephan, y Stockhausen: Gruppen.
Mahler
El Mahler de Abbado se considera de referencia. De hecho, su integral sinfónica era, para mí, uno de los atractivos principales de esta edición. Sin embargo, debo decir que no me ha emocionado2. En ningún caso voy a poner en duda la autoridad del maestro, tan ligado a la obra de Mahler. Es más, hay cosas que me han gustado mucho. La Séptima la encuentro especialmente conseguida. Una gran versión (ya tenía yo en gran estima su Séptima con la Chicago SO, también en Deutsche Grammophon). La belleza orquestal que consigue Abbado al frente de los Berliner Philharmoniker es excepcional. La intervención de Renée Fleming en la Cuarta (más las Canciones de Alban Berg) es cautivadora. Des Knaben Wunderhorn suena estupendamente en las voces de Anne Sofie von Otter y Thomas Quasthoff.
Chaikovski, Musorgski y otros
En el disco dedicado a Chaikovski, hay pulso dramático. Sin embargo, en la Obertura 1812 pasa de pianissimi inaudibles a los cañonazos atronadores sin ningún tipo de progresión ni tensión. Una vez más se repite la ecuación: Abbado resulta mucho mejor como maestro concertador (Concierto para piano nº 1, con Martha Argerich).
También es satisfactoria su selección de obras de Musorgski, en el que el Coro filarmónico de Praga se muestra superior a otras agrupaciones corales de más postín. Sin embargo, los Cuadros de una exposición suenan demasiado comedidos.
Como vengo repitiendo, la labor de Abbado es muy buena como acompañante de pianistas: Yevgeny Kissin, Martha Argerich, Lilya Zilberstein y, una vez más, Maurizio Pollini, en los conciertos de Prokofiev, Ravel, Rachmaninov, Schumann y Schoenberg.
Recitales y ópera
En los discos de recitales, acompaña con gusto a Christine Schäfer y a Karita Mattila. Si el pulso es el adecuado en Mozart, no puedo decir lo mismo de sus canciones orquestales de Richard Strauss, en las que falta consistencia orquestal y los contrastes dinámicos son chocantes.
Otra cosa es el Abbado operístico. Su Falstaff es realmente bueno. Sólo se echa en falta un poco de italianità en el reparto3. Su disco de oberturas y preludios del maestro de Busseto es espectacular. También es muy bueno el disco de arias verdianas de Roberto Alagna.
No puedo poner al mismo nivel su Wagner. Si su Obertura de Tannhäuser y su Preludio y Muerte de amor de Tristan obtienen una discreta mediocridad, su Preludio y Suite del tercer acto de Parsifal languidecen y aburren. El disco de Bryn Terfel tiene mucho más atractivo. Como pasaba con los conciertos, Abbado es un magnífico acompañador, aquí, de voces.
Galas
Quedan los tres discos de galas, que, como no podía ser de otra manera, son un éxito de público. Tengo un especial cariño por el disco Wagner Gala, del San Silvestre de 1993, con Cheryl Studer, Waltraud Meier, Siegfried Jerusalem, punteros wagnerianos del momento, y del entonces desconocido Bryn Terfel. Yo estuve allí.
En conjunto, muy recomendable, por partida triple: para disfrutar de grandes obras de nuestra civilización, para conocer la labor de un gran maestro y para recordar parte de la historia de los Berliner Philharmoniker. Presentación excelente y sonido excelente de Deutsche Grammophon, tanto en directo como en estudio. En caja compacta y a precio de ganga. Si la encuentran, no la dejen escapar.
Notas
1. En algunos lugares se da ya como agotada. Sí sigue disponible su “hermana” con los Wiener Philharmoniker.
2. Como ciclo, yo sigo prefiriendo los de Rafael Kubelik y Leonard Bernstein, a las antípodas el uno del otro. Y por encima de todos, Bruno Walter, claro.
3. Algo parecido a su 'Don Carlos', en una versión francesa poco idiomática. Ambas óperas las reeditó Deutsche Grammophon en la caja “Verdi 6 great operas” con motivo del bicentenario del nacimiento de Giuseppe Verdi en 2013.
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