Recensiones bibliográficas
Compendio de la desmesura
Alfredo López-Vivié Palencia
Hitler nunca citó directamente a Wagner en el asunto de los judíos… El antisemitismo de Wagner, siendo feroz, se detuvo justo antes del racismo ‘científico’ o ‘biológico’… En la visión del mundo que tenía Hitler no había sitio para milagros de redención al estilo de Parsifal.
Wagner era un antisemita malicioso, pero su antisemitismo no alcanza la filosofía política. Buena parte de su errática ideología –las tendencias anarquistas, la desaprobación de los ejércitos permanentes, el recelo frente al poder organizado- es antitética a la mentalidad totalitaria.
Empiezo la reseña con estas citas, porque en cuanto hayan leído el título del libro seguro que ustedes querrán saber enseguida la opinión del autor sobre este extremo.
Alex Ross (Washington DC, 1968), crítico musical de The New Yorker, se hizo famoso en todo el mundo tras la publicación de su libro The Rest Is Noise (la mejor prueba es que ese libro consiguió la proeza de una traducción al español). Tirando de la estela de la fama, al poco publicó Listen to This (que no alcanzó tanta popularidad). Y ahora aparece con un tomo de dimensiones wagnerianas –que, según cuenta, comenzó a preparar en 2008-, “sobre la influencia de un músico en no-músicos: resonancias y reverberaciones de una forma artística en otras”. No lo dudé, y me bastó la firma (y su precio casi de saldo en tapa blanda) para hacerme con él: Ross no es historiador ni un musicólogo del plan antiguo, de manera que –con el recuerdo de sus dos libros anteriores en la cabeza- lo compré en la seguridad de que me iba a explicar cosas muy sesudas de forma comprensible para un lego en ambas materias.
Al recibirlo me impresionó su tamaño: 640 páginas de texto, más de cien páginas de notas, índice onomástico, y ¡cinco páginas de agradecimientos! Todo ello editado en caracteres pequeños, y salpicado de ilustraciones sabiamente escogidas aquí y allí. La segunda impresión la da el estudio más que concienzudo de las manifestaciones artísticas de inspiración wagneriana que conforman la parte del león del libro. La tercera –que no debiera serlo tanto, porque el autor ha prevenido al lector sobre esta cuestión- es la absoluta falta de referencias a la música derivada de Wagner: Ross únicamente habla de la recepción –siempre con reacciones extremas- de los dramas wagnerianos conforme se iban estrenando –y reponiendo, porque no falta un extenso capítulo sobre las escenografías en Bayreuth tras la reapertura en 1951 y hasta el célebre Anillo del centenario- en Europa y Norteamérica (Permítanme la cita de la única sonrisa que provoca el libro: John Philip
Tampoco es que Ross dedique demasiadas páginas a la política. La sombra de Wagner en los gobiernos europeos antes, durante y después de las dos guerras mundiales está estupendamente descrita, con una concisión y claridad admirables. Por ejemplo, mientras Anatoly –ministro de Educación con Lenin- prologó la primera edición en ruso de Arte y Revolución equiparando la figura de Wagner a las de y Meistersinger , en el otro lado Joseph sabía muy bien que Wagner aburría a los alemanes (Ross se detiene en las celebraciones del partido nazi en Nüremberg, donde para desesperación de había que llenar el teatro con paramilitares llevados a punta de bayoneta que se pasaban toda la función de roncando), y permitía la distribución de discos de jazz americano omitiendo los nombres de los artistas. En mitad de todo esto, Tristán –convertido en icono antifascista- seguía interpretando la música de Wagner. Eso sí, Ross se extiende en la apropiación de Wagner por parte de movimientos adyacentes a la política: y el Anillo inspiraron las reivindicaciones del feminismo, o de los derechos de los gays, y por descontado del ecologismo.
En el postludio del libro Ross recuerda la tesis que escribió para graduarse en Harvard sobre el Ulysses de James
Ross no habla demasiado de pintura, aunque el libro está aderezado con referencias a los grandes maestros, desde
No tiene nada de forzado, sin embargo, estudiar con cierto detenimiento la obra del aragonés Luis
No tomen el título de esta reseña en sentido negativo. La obra –y la persona- de Richard Wagner es desmesurada, de manera que todo lo que una y otra hayan influenciado ha de ser igualmente desmesurado (sea algo tan espantoso como el Holocausto, o algo tan inocuo como una serie de películas de aventuras con naves espaciales). Si
Lo que sí le reprocho es la falta de un último paso: más allá de la anécdota de Donald
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