España - Cataluña
¿Preguntas sin respuesta?
Jorge Binaghi

Una gran alegría volver a un Palau de nuevo con la mitad de su aforo y pese a que ni siquiera este estaba agotado (como suele pasar, con excepciones divísticas, con los conciertos de canto).
Di Donato tiene una personalidad cálida y una óptima relación con su público barcelonés. Como muchos hoy (especialmente si son de su país o asimilados) dialoga (a veces demasiado) con los espectadores para explicar el programa, o alguna de sus elecciones, y en algunas oportunidades (esta es la segunda que lo presencio aquí) para referirse a una situación mundial concreta. Era casi obvio que, tras la primera interpretación (en su aparición y ante la recepción del público presente se la vio ya claramente emocionada), hablaría sobre esta pesadilla que no cesa. Y lo hizo muy bien, diciendo que se había estado formulando preguntas sin respuesta todo el tiempo porque no lograba entender nada salvo que la música sirve en todos los momentos de la vida y que, por supuesto, es más fácil plantarse ante la cámara de un móvil – y bienvenida sea como solución complementaria o de emergencia- pero que nada puede sustituir a hacerla en un teatro y con público, y que espera algún día volver a hacerlo ante una sala sin limitaciones de aforo y sin mascarilla. Pero también dijo que había descubierto que cantar Mahler le hacía bien porque en él encontraba la naturaleza, el amor, la muerte, y claro está, la música (el arte). Se llevó un merecido aplauso.
El concierto había empezado con la cantata de Haydn Arianna a Naxos. Larga e interesantísima, en los últimos años la he escuchado más que en muchos anteriores. Es un mentís a las afirmaciones de la emperatriz María Luisa de Austria -la denominó una porcheria tedesca para regocijo de Haydn- y de algún célebre crítico de hace cincuenta o cuarenta años cuando aparecía con alguna frecuencia en los programas de Victoria de los Ángeles y Teresa Berganza, y entonces decía muy suelto de cuerpo que debía de ser de lo más aburrido que Haydn hubiera compuesto nunca. Sobre gustos … Pero parece que al final no tenía mucha razón, o los artistas de hoy son más sensibles a sus encantos que no me parecieron nunca ocultos. Di Donato dio una excelente versión (sin entrar en comparaciones odiosas) bien acompañada por Terry (uno de esos buenos pianistas todo terreno norteamericanos todos sonrisas, pulgares en alto y golpecitos en el pecho).
Llegó el turno a tres Mahler de los Rückert-Lieder, que la mezzo cantó bien en un alemán poco claro: es evidente que también en esta época Ich bin der Welt abhanden gekommen aparece con gran frecuencia en los programas, como asimismo (menos) Ich atmet einen liden Duft y Liebst du um Schönheit. Y las preguntas sin respuesta parecieron, en efecto, tenerla.
Los momentos más altos del programa llegaron con dos arias de Cleopatra, una de Hasse, más virtuosística, Morte, col fiero aspetto, y otra de Händel, la sublime Piangerò la sorte mia precedida de su recitativo correspondiente. Aquí el arte, la técnica, el estilo de Di Donato rayaron a un elevadísimo nivel, sus agilidades, rápidas tan distintas de otras absolutamente mecánicas y sólo pirotecnia, consiguieron dar sentido al desdeño y rabia de la reina de Hasse o, menos rápidas y más contrastadas por ser superior como música, a la de Händel.
Sin intermedio siguieron canciones y arias clásicas (o de corte clásico) italianas dedicadas a los cantantes entre el público para demostrar cómo se podía dotar de nueva linfa a las por todos conocidos en los primeros momentos de estudio, y así llegaron Caro mio ben y luego una especie de medley (pero entera cada pieza) de Se tu m’ami y la menos conocida Star vicino en arreglos del pianista.
No sé si habré sido el único, pero sí seguro de los muy pocos que no encontraron muy acertada esta parte. No por la interpretación sino porque el arreglo en estilo muy de jazz por momentos no les sienta a estas obras y más bien parecen exageradas y deformadas. Dos chicos jóvenes detrás de mí mientras aplaudían con calor –pero no eran cantantes- decía en catalán muy chulo (seguramente es otra prueba de mi inadecuación a los tiempos de hoy, y probablemente se diga desde hace mucho, pero para mí era la primera vez y me quedé desconcertado ante semejante definición de un concierto de música clásica). Tal vez si hubieran ido entre los bises lo habría considerado más defendible.
Tampoco me pareció muy acertada, para un programa de concierto del nivel de la primera parte, la versión en francés e inglés de La vie en rose, y de todo este grupo la que me resultó más interesante y mejor fue In my solitude de Duke Ellington, porque, también arreglada, resultaba muy apropiada en su estilo. Con todo y por comparación los bises me parecieron mucho más logrados. Aparte de una pieza de piano a cuatro manos, también de este tipo, brillaron Over the rainbow y sobre todo I love piano de Berlin. Con recomendaciones sobre atención a la salud y a la seguridad y a tener paciencia los artistas se despidieron de un público entusiasmado …
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