Italia

Idas y vueltas

Jorge Binaghi
viernes, 26 de marzo de 2021
Miung-Whung Chung © 2021 by Teatro alla Scala Miung-Whung Chung © 2021 by Teatro alla Scala
Milán, viernes, 5 de marzo de 2021. Teatro alla Scala. Sinfonia n.º 44 de Haydn. Rossini: Stabat Mater (1832/1842)- Rosa Feola, soprano; Veronica Simeoni, mezzosoprano; René Barbera, tenor y Alex Esposito, bajo. Coro (preparado por Bruno Casino) y Orquesta del Teatro. Director: Miung-Whung Chung
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Los teatros proponen y el Covid dispone...Llegué a Milán con una invitación oficial (para justificar mi viaje, además de los tests de rigor que podrían ser iguales y con el mismo plazo en todos los países de la Unión Europea al menos, ya que es una molestia, un desgaste de energías y una erogación nada menor de dinero y tiempo) para asistir a dos conciertos, pero el día anterior al primero (este) aparecieron 35 bailarines positivos de los cuales al día siguiente quedaba sólo uno, pero el daño ya estaba hecho. 

Me metí la invitación en el bolsillo y seguí ambos conciertos en streaming tratando de concentrarme lo más posible, cosa que al menos en mi casa no me resulta siempre factible. Necesariamente las reseñas serán más breves porque no se me ocurre tomar notas (cosa aún más difícil ahora porque no soy de los que llegan a los teatros - cuando semejante acto de arrojo sucede- con el programa de mano impreso en casa).

Chung hizo una interpretación de ambas obras más bien ‘beethoveniana’, lo que en el año del contemporáneo de ambos autores quizá no esté mal. La verdad es que nunca había escuchado tanto ‘empaque’ y ‘profundidad’ en este Haydn. Claro que el nombre que se le da Trauersymphonie lo justifica. La orquesta siguió enfoque y batuta con gran diligencia y notable brillo en los pasajes íntimos, pero sobre todo en los patéticos, que fueron mayoría (no solo el ‘allegro’ inicial o el ‘finale.presto’ sino incluso el ‘menuetto’). Tal vez (se trata más que nunca de una impresión) este tipo de aproximación hizo que pareciera más larga que lo que realmente es.

El mismo resultado -mejor, sin ninguna ‘dilatación’ , y tal vez con más justificación por el drama del texto latino- se obtuvo en esa obra extraordinaria que es el ‘Stabat mater’ rossiniano. Ciertamente algún pasaje (en particular los del excepcional coro, siempre preparado por el gran Casoni, convertido en solistas a uno por palco con lo que la dificultad de ejecución es mucho mayor) parecía más cercano a Verdi, pero no en vano el más joven Giuseppe admiraba a su mayor Gioacchino al punto de insistir para un Requiem colectivo a su muerte. 

Por supuesto, el cuarteto solista sufrió modificaciones, y del originariamente previsto sólo se mantuvieron Barbera (en una interpretación que para mí ha sido la más convincente de las suyas, en todos los números en que tuvo que cantar y señaladamente en el difícil y conocido ´Cujus animam’ que es el número 2 , por lo que los tenores odiarán eternamente a Rossini aunque no pueda decirse que fuese versión de referencia, pero sí muy buena), y Simeoni, que convirtió cada intervención suya, a solo o en compañía, en un ejemplo de musicalidad y buen gusto, y no se dedicó a sonar como Ulrica o Quickly como es tentación habitual: homogeneidad entre los registros, extensión adecuada, expresividad contenida. En su versión del número 7 (la cavatina ‘Fac ut portem’) culminó una actuación memorable. Igual que la del bajo: Esposito se lució en todo momento con su estilo, técnica y timbre, recordando por qué sigue siendo (para quienes tengan oídos) en el principal cantante italiano de su cuerda y en particular en la interpretación de Rossini (aquí en particular en los números 4 y 5 y en el cuarteto en el que los solistas intervienen por última vez, el número 9, ‘Quando corpus morietur’).

Feola es tal vez una soprano de timbre poco personal y algo liviana para la parte de soprano, pero sonó muy bien en todo momento y se lució, pese a competir también con versiones memorables, en el dúo con la mezzo –núm.3, ‘Quis est homo?, y muy en particular en los temibles agudos del ‘Inflammatus’, número 8. Habrá que destacar que como la orquesta se distribuyó en la platea los solistas tuvieron que cantar detrás de ellos por lo que su labor resultó extraordinariamente difícil y aún más digna de encomio.

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