Discos
El ¿primer? gran Kurtág
Paco Yáñez

Celebramos en 2021 los 95 años de vida que el pasado 19 de febrero cumplió una de las grandes figuras de nuestro tiempo, a la par que uno de los decanos de la composición europea, György Kurtág (Lugoj, 1926). Y lo hacemos hoy por medio de un lanzamiento discográfico digno de destacar, por cuanto recoge una de las primeras grandes obras del propio Kurtág: su «concierto» para soprano y piano Bornemisza Péter mondásai opus 7 (1963-68, rev. 1975-76), una obra tan raramente interpretada en vivo como grabada, contando hasta el momento con un único precedente discográfico, el publicado en 1990 por el sello Hungaroton (HCD 31290) con la toma efectuada en los años setenta por la soprano Erika Sziklay y el pianista Loránt Szűcs, músicos que estrenaron estos Dichos de Péter Bornemisza, el 5 de septiembre de 1968, en los cursos estivales de Darmstadt.
Bornemisza Péter mondásai es una obra crucial en el desarrollo estético de György Kurtág, algo que demuestran los cinco años y medio que el compositor dedicó a su creación, así como el minucioso proceso de revisión al que casi una década más tarde la sometió. Estamos ante un extenso ciclo de 46 minutos de duración (en esta versión del sello BMC; 38:12 minutos, en la grabación de Hungaroton) que Zoltán Farkas califica en las notas de este compacto como la primera gran obra de György Kurtág, algo que podríamos firmar, precisamente, en cuanto a la extensión de esta partitura, pues para muchos (entre los que me encuentro) el mismísimo opus 1 kurtagiano, su Cuarteto de cuerda del año 1959, es ya una obra excelente (dentro de lo discutible entraría, asimismo, la opinión expresada en 1974 por György Kroó —que Farkas recoge en sus notas— de que estos Dichos de Péter Bornemisza eran la obra más importante de la música húngara desde la Segunda Guerra Mundial: algo para lo cual se deberían contar como alemanas las creaciones de György Ligeti compuestas en Colonia: partituras geniales como Artikulation (1958), Apparitions (1958-59), o Atmosphères (1961), todas ellas anteriores al opus 7 kurtagiano).
Cuestiones de nacionalidad (¿nacionalismo?) musical al margen, lo que resulta indudable es que estos Bornemisza Péter mondásai conforman, como sostiene Zoltán Farkas, el mayor monumento musical dedicado a la memoria del obispo luterano Péter Bornemisza (1535-1584), principal figura de la Reforma en Hungría, de quien Kurtág toma diversos fragmentos de sus sermones para este ciclo vocal. Partiendo de la edición de los sermones de Péter Bornemisza realizada por Sándor Eckhardt e István Nemeskürty, György Kurtág compiló en su día la selección que, finalmente, dio lugar a las veinticuatro piezas que componen Bornemisza Péter mondásai, ciclo dividido en cuatro grandes partes, respectivamente tituladas Confesión, Pecado, Muerte y Primavera: estructuración cuatripartita que, de acuerdo con Zoltán Farkas, se correspondería con la forma musical de una obertura, un scherzo, un movimiento lento y un finale, respectivamente.
A pesar de que el propio Farkas cita entre los antecedentes históricos de este concierto para soprano y piano a compositores como Heinrich Schütz (en concreto, sus pasiones), Johann Sebastian Bach (por sus fugas), Claudio Monteverdi (por su stile concitato), y Ludwig van Beethoven (relacionando la dificultad de los Dichos de Péter Bornemisza con la Hammerklavier —sonata que Kurtág deseaba emparejar en los conciertos con sus Dichos—), sin duda es el dodecafonismo la referencia histórico-musical en la que el estilo de este opus 7 kurtagiano se enraíza más directamente, algo que se refuerza por el hecho de que la cantante que estrenó este ciclo, la húngara Erika Sziklay, era una consumada recitadora del Pierrot Lunaire (1912) de Arnold Schönberg. Pero no se detiene aquí Zoltán Farkas a la hora de establecer vínculos históricos, señalando como fuentes de inspiración para estos Dichos de Péter Bornemisza, asimismo, la música para piano de Karlheinz Stockhausen o las partituras gráficas de Krzysztof Penderecki, pues el propio Kurtág habría reconocido la influencia que en el primer movimiento de la tercera parte de Bornemisza Péter mondásai tendría Tren Ofiarom Hiroszimy (Treno a las víctimas de Hiroshima, 1960). Se amplía esta proteica galería de antecedentes históricos e ilustres influencias con dos compositores húngaros tan importantes para György Kurtág como Zoltán Kodály, de quien señala Farkas otra obra de connotaciones religiosas, su Psalmus Hungaricus opus 13 (1923), y Béla Bartók audible en la cuarta sección de Bornemisza Péter mondásai, por lo que denomina «eufonía del renacer».
Dejo para otro párrafo una influencia que, asimismo señalada en el libreto de esta edición, me parece de primer orden (ya no sólo en este opus 7, sino en todo el primer Kurtág): la de Anton Webern. La cristalización de esos procesos dodecafónicos se manifiesta en Kurtág de un modo directamente emparentado con el laconismo y la extrema concisión del compositor vienés, algo que se comprueba a primera vista por la extrema brevedad de muchas de estas canciones (las más cortas, en torno a veinte segundos de duración —mientras que siete minutos dura la más larga—). Además, lo acerado y lo preciso de la voz en Kurtág, así como su tensa relación interválica con el piano, acusan esa herencia weberniana, digna de las canciones del genio vienés. Sin embargo (y como tantas veces sucede en la música de Anton Webern), estamos ante formas breves que implosionan un mundo mucho mayor, que reconcentran cual el Aleph borgiano; de ahí, la propia denominación de «concierto» para este dúo de voz y piano. De este modo, las tensiones son, en muchos puntos de los Dichos de Péter Bornemisza, extremas, anticipando al Kurtág futuro de piezas vocales como los Mensajes de la difunta R. V. Trusova opus 17 (1976-80), las Canciones de la desesperación y el horror opus 18 (1980-94), los Kafka-Fragmente opus 24 (1985-86), o la sobrecogedora Samuel Beckett: What is the Word opus 30b (1990-91).
La tensión, así, es constante en Bornemisza Péter mondásai, ya explícita (con momentos vocales realmente acongojantes), ya contenida (pero acechante, agazapada), convirtiendo las confrontaciones religiosas y morales apuntadas por los sermones de Péter Bornemisza en una música que lleva las tesituras vocales y los intervalos pianísticos al extremo. Quizás sea por ello —como apunta Zoltán Farkas— por lo que estos Dichos de Péter Bornemisza son tan raramente interpretados en vivo (o grabados, como ya hemos apuntado), con lapsos de hasta veinte años en la propia Budapest. En una de esas raras interpretaciones de su opus 7, la que tuvo lugar en la capital húngara el 19 de diciembre de 2017 (dentro del concierto que clausuraba los eventos por los quinientos años de la Reforma), György Kurtág, que no pudo estar presente en la sala por motivos de salud, envió una grabación en la que recitaba los textos de Bornemisza como contribución personal al evento. Es ésta una idea que el sello BMC ha retomado para esta edición discográfica, en la que los Bornemisza Péter mondásai son precedidos por una lectura de 8:29 minutos de duración en la que György Kurtág recita los textos del obispo luterano con una calidez, un ritmo y una entonación fascinantes: tan distintos, en su caso, de la desbordada tensión que Tony Arnold nos ofrece en su versión del opus 7 para este compacto.
Al respecto, es muy interesante la lectura del libreto de esta edición, por cuanto se adentra en lo que fue el largo proceso que condujo a la grabación del compacto que hoy reseñamos: un proceso que arrancó dos años antes del concierto del 19 de diciembre de 2017, en el que la soprano norteamericana Tony Arnold finalmente defendió la parte vocal, tras una compleja búsqueda que incluyó el rechazo de varias cantantes de reconocido prestigio (por la dificultad de la partitura) y el veto de György Kurtág a algunas otras (por motivos aquí no explicitados). No será uno quien se atreva a valorar la correcta dicción de Tony Arnold en esta grabación, por más que hayan sido muchos los años escuchando música vocal del propio Kurtág, de Béla Bartók, de Péter Eötvös, o de tantos otros húngaros, así como también muchas las horas disfrutando del cine de Béla Tarr. Ya en su día, visitando Hungría, tomé conciencia de que el magiar es una de las lenguas más enrevesadas de Europa, así que me quedo con que Kurtág haya bendecido la participación de Tony Arnold en dicho concierto y en este disco, además de destacar la experiencia previa de la estadounidense en partituras kurtagianas como los Mensajes de la difunta R. V. Trusova o los Kafka-Fragmente. Asimismo, en sus notas señala Zoltán Farkas (y, sin duda, él tendrá más criterio en este sentido) que la cuestión del idioma y la dicción no constituyó problema alguno para Tony Arnold en los ensayos, interpretación en vivo y grabación de los Dichos de Péter Bornemisza, pero que lo que puso contra las cuerdas a la soprano fue la endiablada dificultad de la partitura para llegar a los resultados que György Kurtág demandaba de cara a una grabación que diríamos canónica (y aprobada por el compositor), como ésta.
Cualquiera que haya asistido en persona a ensayos o a clases magistrales con György Kurtág (recuerdo una impresionante, por lo meticuloso, en Madrid, con el viola David Quiggle y el pianista Claudio Martínez Mehner atacando el opus 120, Nº2 de Johannes Brahms) conocerá lo implacable que el compositor húngaro se muestra con los intérpretes que abordan su música, algo que, según nos relata el libreto, sufrió la propia Tony Arnold, llegando a sus límites como cantante y teniendo que reinventarse, a nivel técnico, para poder afrontar este excelente registro. Su compañero aquí, el pianista húngaro Gábor Csalog, aquilata una larga trayectoria kurtagiana, de la que son buenos ejemplos tanto sus estrenos del compositor húngaro como sus discos para BMC en los que aborda una de las partituras más conocidas de Kurtág: su ciclo para piano Játékok (1973, en progreso). La aportación de Csalog es impecable y enormemente respetuosa con la voz de Tony Arnold, a la que acompaña estupendamente, dando rienda suelta a un pianismo más protagónico en las sinfonías que, para piano solo, disemina Kurtág en distintos momentos de la obra (piezas en las que se perciben más nítidamente esas influencias de Karlheinz Stockhausen y Krzysztof Penderecki). Con respecto al histórico disco de Hungaroton, esta nueva versión es más amplia en registros y más virulenta, mientras que la de Erika Sziklay y Loránt Szűcs resultaba algo más sombría, acusando la peor grabación en aspectos como las sutiles resonancias en pedal marcadas por Kurtág para el piano. Asimismo, Tony Arnold alcanza unos agudos mejor coloreados y sostenidos, convirtiendo su voz, por momentos, casi en una textura instrumental. Se trata, en conjunto, de un lectura, esta nueva de BMC Records, excelente y llamada a convertirse en la referencia discográfica para esta joya kurtagiana.
Por lo que a las tomas de sonido se refiere, estamos ante un trabajo exquisito, grabado en los estudios BMC de Budapest y posteriormente editado en el estudio Oktaven Audio de Nueva York, dando como resultado un disco de presencia tímbrica impresionante, cual si tuviésemos a la soprano y al pianista en nuestro salón (incluso, aunque se disponga de unos buenos altavoces y de un tweeter dividido en dos vías, como fue mi caso, las notas más agudas de Tony Arnold pondrán los equipos de alta fidelidad a prueba). Junto con numerosas fotografías, biografías de los intérpretes y los textos (en húngaro e inglés) de Péter Bornemisza, las notas vienen firmadas por el ya varias veces mencionado Zoltán Farkas: buena muestra de su gran trabajo a la hora de desentrañar tanto la propia partitura y sus vínculos históricos como el proceso de ensayos que ha culminado en este estupendo disco, tan recomendable para conocer de primera mano una de las obras que lanzaron a György Kurtág a la primera línea de la música europea.
Este disco ha sido enviado para su recensión por BMC Records.
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