Memoria viva
Stravinsky, IgorIgor Stravinski, el constructor de sonidos
Juan Carlos Tellechea
Cuando el genial maestro Igor Stravinski moría el 6 de abril de 1971 en Nueva York, a los 88 de edad, hacía tiempo que se había convertido ya en un clásico moderno. Habían pasado 58 años desde que cambiara para siempre el curso de la historia de la música.
El estreno de su ballet La consagración de la primavera (Le Sacre du printemps) había desencadenado aquel memorable jueves 29 de mayo de 1913 uno de los mayores escándalos de la historia de la música y de las artes escénicas mundiales. Violentas escenas de pugilato entre el público y la presencia de la policía para asegurar la continuación de la función en el Teatro de los Campos Elíseos de París enmarcaron el acontecimiento.
La extraordinaria composición sigue siendo considerada hasta hoy una obra clave e innovadora del modernismo.
Corría el año 1946 y, aunque parezca mentira, la Escuela Juilliard me había decepcionado enormemente, en parte porque la música de Stravinski era casi completamente ignorada allí, evoca el director y musicólogo Robert Craft, ex alumno de ese conservatorio, en su libro referencial Stravinsky: Glimpses of a Life,* editado por St. Martin's Press, de Nueva York, y traducido al alemán por Vera L. Calábria (Sherman Oaks/California) bajo el título de Strawinsky. Einblicke in sein Leben (Stravinski. Miradas a su vida) para la editorial Atlantis Musikbuch / Schott Music, de Zúrich y Mainz.
La primera vez
Craft, quien mantendría una estrecha y fructífera amistad con Stravinski a partir de 1948, lo había visto por primera vez en carne y hueso en enero de 1946, cuando dirigía la Filarmónica de Nueva York en el estreno de su Sinfonía en tres movimientos, compuesta un año antes. Después lo vería otra vez el 8 de febrero de 1946 en el Carnegie Hall, tocando junto con el violinista Joseph Szigeti su Duo concertant (1932).
Más tarde, en enero de 1947, Craft tendría la oportunidad de observar al compositor ruso durante los ensayos de Renard en la Ballet Society. Ese año sería decisivo en la historia de este director, quien comenzaría a intercambiar una interesante y cada vez más amistosa correspondencia con Stravinski hasta convertirse en su asistente y factótum, y desarrollar con él una intensa cooperación que llevaría a la publicacion de varios libros y a la grabación de varias de sus obras.
Crónica de una amistad
Del mismo autor, las editoriales Atlantis Musikbuch y Schott Music publicaron asimismo otra obra de referencia: Strawinsky. Chronik einer Freundschaft (Stravinski. Crónica de una amistad), traducida al alemán por Caroline Schneider-Kliemt, Colonia/Tubingia, del original Stravinsky: Chronicle of a Friendship, del editor Alfred A. Knopf, de Nueva York.
Robert Craft fue también testigo del choque cultural que representó en todos los órdenes para Stravinski llegar a Estados Unidos procedente de Francia y acostumbrarse a esa nueva vida en el Nuevo Mundo.
No estoy seguro de poder acostumbrarme a esta idiosincrasia de Stravinski, como Hombre, pero siempre he admirado la extrema paciencia del artista que podía esperar tranquilamente durante días hasta encontrar la nota adecuada en un acorde, apunta Craft en sus observaciones sobre la personalidad del compositor ruso.
Igor Stravinski fue un gran creador que se sabía mover cómodamente en todos los géneros y estilos. El compositor ruso-estadounidense hizo suyo un patrimonio musical que iba desde el dodecafonismo hasta el folclore. Había nacido el 17 de junio de 1882 en Oranienbaum, cerca de San Petersburgo.
Aprendió alemán en su infancia
Una pequeña anécdota al margen: durante su infancia cuidaba de él una niñera originaria de Prusia Oriental y con ella aprendería a hablar bastante bien el alemán; estos conocimientos los mantendría durante toda su vida, con un acento inconfundible: Komm’ Se hier, mit Ihre Partitur – ich werde Ihnen zeigen, decía. Wird viel einfacher sein. (Venga usted con su partitura – le mostraré. Será más fácil).
Todo estaba contenido en la partitura, pero Stravinski desconfiaba del tan manido concepto de interpretación y, como director de orquesta, quería siempre mostrar cómo debía sonar su música.
La conmemoración
En 2021, el mundo de la música conmemora el 50º aniversario de la muerte de Igor Stravinski. Además de obras frecuentemente interpretadas como El pájaro de fuego o Petrushka y La consagración de la primavera, aún queda mucho por descubrir de este compositor. Esa es una de las razones por las que la editorial Boosey and Hawkes ha iniciado una serie de podcasts sobre Stravinsky.
Alumno de Nikolai Rimski-Korsakov, Stravinski ya había celebrado sus primeros éxitos en Rusia cuando fue a París en 1910 con el empresario Serguei Diaghilev y sus Ballets russes. Y su primera obra allí fue un gran triunfo: el ballet El pájaro de fuego, L'Oiseau de feu.
Después de Petrushka y La consagración..., siguieron otros ballets y obras escénicas: la boda campesina rusa Les Noces y la fábula burlesca Renard, L'Histoire du Soldat y la neoclásica Pulcinella, (con diseño de vestuario y escenografía de Pablo Picasso), la ópera cuasi impresionista Le Rossignol, basada en el cuento de hadas El ruiseñor de Hans Christian Andersen, y la ópera-oratorio Œedipus Rex (Sófocles) en latín.
Música de cámara, laboratorio en miniatura
Stravinski podía ser indistintamente crudo, potente y escandaloso o elegante, fresco y presentable. Empleaba para ello una amplia gama de expresiones en los principales géneros. Algo de esto se puede encontrar también en su música de cámara. Sin embargo, las obras son poco o menos conocidas.
El compositor absorbía con avidez todo lo que encontraba a su paso y lo hacía suyo. Amo todo, afirmaba. El folclore ruso se codea con el sonido refinado de Claude Debussy, los ritmos toscos con las amplias y bellas melodías, los madrigales renacentistas de Carlo Gesualdo con los conciertos barrocos de Giovanni Battista Pergolesi, la modalidad medieval con las influencias del music-hall y del jazz.
Su influencia en la vida musical de todo el mundo durante más de sesenta años fue extraordinaria, recordaba el director, filántropo y fundador de la orquesta de Basilea, Paul Sacher, días después de la muerte Stravinski.
Un camaleón estilístico
Al igual que su amigo Pablo Picasso, Igor Stravinski era un auténtico camaleón: cambiaba constantemente de estilo (primitivismo, neoclasicismo, serialismo...), a menudo de una obra a otra, pero siempre seguía siendo él mismo: No vivo ni en el pasado ni en el futuro: estoy en el presente. No sé lo que me deparará el mañana; solo puedo saber lo que es cierto para mí hoy: a eso me comprometo.
A sus contemporáneos la figura de Stravinski les parecía casi como un conglomerado de muchos compositores. Stravinski mantuvo al mundo musical en vilo y a menudo lo confundía por los constantes cambios en su modo de expresión.
Por muy interesantes que sean estos cambios en la técnica compositiva, todas las obras de los distintos períodos llevan inconfundiblemente el sello de su personalidad, agregaba Sacher.
Perplejidad y broma de mal gusto
En efecto, Igor Stravinski era un músico capaz de sumir a amigos y enemigos en una profunda perplejidad. La sensación de extravío intencionado se extendía por París hace más de 100 años, cuando el público creía asistir a la inesperada decoloración de un camaleón artístico.
Allí estaba el mismísimo Stravinski creador de un estilo neoprimitivo como obra propia, basado en melodías rusas nativas. Y así, de repente, sin ninguna razón plausible, dió un giro; y todo el asunto parecía una pésima broma que dejaba un regusto desagradable, evocaba a su vez el compositor estadounidense Aaron Copland.
El Big Bang de la modernidad
¿Qué había pasado? Sólo unos años antes, Stravinski había dado al mundo musical occidental un verdadero choque cultural con su Consagración de la primavera, un ballet que evocaba actos cultuales de la Rusia pagana, acompañado de una música de brutalidad elemental e hipnosis rítmica. Le sacre du printemps es considerado comúnmente como el big bang del modernismo, y no por casualidad.
Sin embargo, la irritación quedaba insoluble; la extraña paradoja de que el modernismo musical se iniciara así con la violenta fantasía de los sacrificios humanos, con la evocación de los horrores precivilizatorios, los cultos arcaicos y el frenesí colectivo, un juego de ruptura cultural, sobre cuya motivación Stravinski se envolvió más tarde en el más absoluto silencio.
Hoy, después de veinte años, me siento bastante incapaz de recordar los sentimientos que sentí cuando compuse la obra, aseguraba. Es cierto que ya hablaba otro Stravinski, que había creado una composición sobre la Commedia dell'Arte, Pulcinella, para la misma compañía, los Ballets Russes de Serguei Diaghilev. En esa partitura, Stravinski había reciclado obras del siglo XVIII: El estilo neoprimitivo había sido sustituido irremediablemente por el neoclásico que adoptarían Copland y Darius Milhaud.
Dodecafonismo
Durante las tres décadas siguientes, Stravinsky rendiría homenaje a la "forma más estricta de construcción" y a la "idea luminosa del contrapunto puro". Sin embargo, tras el primer periodo ruso y la fase creativa neoclásica, daría un nuevo giro en el decenio de 1950, después de cumplir 70 años, seguiría el ejemplo de Arnold Schönberg y desarrollaría su propio estilo dodecafónico.
Las reglas y restricciones de la composición en doce tonos difieren poco del rigor de las grandes escuelas contrapuntísticas antiguas. Sin embargo, amplían y enriquecen el círculo armónico de la visión: de repente se oye más y de forma diferente que antes, explicaba Stravinski al describir su inversión final, incomprensible para muchos, incluso hoy.
Stravinski había llegado a su meta, y podía dejar a sus colegas y compañeros de ruta la decisión de seguirle o no en esa esfera tan solitaria más allá de la línea de las copas de los árboles, por encima de las nubes, ligera y clara, sobriamente bella. Pero incluso esta novedad no carecía de antecedentes.
Un sentido del sonido poco convencional
Las partituras de Stravinski se han caracterizado durante años por un sonido seco, claro y sin mezclas, así como por una tendencia a las combinaciones poco ortodoxas de instrumentos y valores de color (extremos) que no eran en absoluto agradables al oído y que a veces abrían brechas entre los registros. El sentido idiosincrásico del sonido de Stravinski se adaptaba perfectamente al estilo selectivo de la dodecafonía posweberniana, con su movimiento empotrado y puntuado, una intrigante afinidad por elección.
Hay que reconocer que Stravinski había recorrido un largo camino desde la exuberante música de invernáculo del ballet Pájaro de Fuego. El compositor de origen ruso, afincado en Suiza, Francia, California y finalmente Nueva York, francés por elección y, desde 1945, nacionalizado estadounidense, fue un ciudadano del mundo tanto en su vida como en su obra.
Me encanta todo lo que he hecho en el momento dado, confesaba Stravinski, y con cada nueva pieza siento otra vez que por fin he encontrado mi camino y que sólo ahora he empezado a componer.
En una emisión televisada de 1960, el Stravinski tardío se reunía con el de sus primeros tiempos. Se le veía, pasando entre los primeros violines con una pose peculiarmente estilizada, como un bailarín solista en una compañía de ballet o como un chambelán en la ceremonia de una corte real.
Igor Stravinski, entonces de 77 años, se ponía al frente de la Filarmónica de Nueva York y comenzaba a dirigir: las escenas finales de su L'Oiseau de feu. Stravinski golpeaba el tiempo, literalmente, con movimientos de puño cerrado que por momentos recordaban al juego del cachipún. Pero, aunque no se le veía demasiado bien como director de orquesta, era difícil escapar a su hechizo: esa competencia estricta y, no en último término, esa autoridad que solo puede emanar de quien es el autor de la obra.
La Unión Soviética
Stravinski volvió a visitar Rusia una única vez, en 1962, durante la era de Nikita Jrushchov, muy brevemente para unos pocos conciertos. Durante la agitación de la Primera Guerra Mundial y la Revolución de Octubre, había encontrado un nuevo hogar en Francia y se convirtió en ciudadano francés en 1934.
En 1940 huiría a Estados Unidos con quien iba a ser su segunda esposa, Vera, ante el estallido de la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945) y se convertiría en estadounidense en 1945. Viviría primero en Hollywood y luego en Nueva York, y se mantendría activo hasta la vejez. Alejado del mundo y de los tiempos fallecería en su apartamento neoyorquino.
Primavera creativa
Stravinski nació en primavera y en primavera murió. Toda su vida fue una primavera creativa, señalaba Leonard Bernstein en un obituario. La música de Stravinski nunca se desvaneció, nunca desapareció del repertorio activo. Aunque sus obras abarcan un amplio abanico histórico, desde los éxitos de taquilla ("El pájaro de fuego") hasta las obras clave ("Le sacre du printemps"), pasando por los consejos de los expertos ("Variaciones para orquesta"), subrayaba al continuar con su metáfora.
E sempre Venezia di nuovo!
Su último trabajo fue la canción The Owl and the Pussycat (1966), para soprano y piano, aparte de dos arreglos de obras de Hugo Wolf.
En las dos últimas décadas de su vida, Stravinski visitó repetidamente Venecia, donde en el Teatro La Fenice se estrenó su ópera The Rake's Progress en 1951. Y fue aquí -en la isla cementerio de San Michele- donde recibió sus últimas honras fúnebres y fue enterrado a petición propia. Pero incluso en su vida póstuma Stravinski, esta figura clave del modernismo, sigue siendo tan deslumbrante como lo fue en vida.
Notas
Robert Craft, «Stravinsky: Glimpses of a Life», New York: St Martins Pr., 1993. ISBN 978-0312088965
Robert Craft, «Strawinsky: Einblicke in sein Leben», Zurich: Atlantis Musikbuch-Verlag, 2000, 464 Seiten. ISBN 978-3254002303
Robert Craft, «Strawinsky: Chronik einer Freundschaft», Zurich: Atlantis Musikbuch-Verlag, 2000, 687 Seiten. ISBN 978-3254002297
Robert Craft, «Stravinsky: Chronicle of a Friendship», Vanderbilt University Press, 1994, 608 pages. ISBN 978-0826512581
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