España - Cataluña

Donizetti y sus ‘tres reinas’

Jorge Binaghi
miércoles, 19 de mayo de 2021
Sondra Radvanovsky © 2021 by Paco Amate / Pig Studio Sondra Radvanovsky © 2021 by Paco Amate / Pig Studio
Barcelona, jueves, 6 de mayo de 2021. Gran Teatre del Liceu. Escenas finales de Anna Bolena, Maria Stuarda, y Roberto Devereux, de G. Donizetti. Puesta en escena: Rafael Villalobos. Sondra Radvanovsky. Gemma Coma-Alabert, Marc Sala, Carles Pachón y otros. Coro (directora: Conxita García) y orquesta del Teatro. Director: Riccardo Frizza
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Como si ‘Dozzinetti’ hubiera escrito una trilogía (o mejor una tetralogía) cuando escribió en forma independiente y discontinua los títulos ‘Tudor’. Pero es una etiqueta tan poco exacta como cómoda, así que puede usarse si se recuerda que es eso, una etiqueta.

Un recital con estas características es un ejemplo más que relevante de un ‘tour de force’ para una diva con resistencia (cosa que, sin duda, Radvanovsky es).

Fueron dos funciones en una especie de puesta en escena con un vestuario fastuoso, suntuoso y todos los ‘oso’ que se puedan ocurrir para la protagonista, mientras los demás iban de un discreto negro y la iluminación en casi penumbra permanente se veía contrastado por un color brillante al fondo del escenario.

Es cierto que para algunos que no fuimos sólo y principalmente por la admiración- con visos de fanatismo- que la soprano canadiense despierta en la gran mayoría del público del Liceu- sino por el programa dicha ilustración escénica no haya hecho más que resaltar que tres escenas finales concebidas separadamente como gran remate dramático para óperas distintas no son lo mejor desde el punto de vista teatral y, seguidas, van perdiendo poder dramático y pueden engendrar cierta sensación (errónea) de monotonía por la similitud de la construcción: coro, escena, recitativo,  aria, ‘tempo di mezzo’, cabaletta final con coro (que por cierto el compositor no inventó). No quiero pensar si a alguien se le ocurriera agregar, además, los finales de Rosmonda d’Inghilterra y Elisabetta al castello di Kenilworth…

Para completar el programa cada escena fue precedida de la obertura correspondiente a cada título. Será por esto quizá que lo que mejor me pareció fue la primera, Bolena. Fue la que mejor dirigió Frizza (que hizo un correcto trabajo en Stuarda, en la que por única vez hubo vacilaciones de la orquesta que remitieron a épocas no muy lejanas, y, como suele suceder con la del Devereux, resultó ruidoso). 

El coro estuvo entre bien y muy bien y fue laudable su intención de actuar. De los cantantes locales quien salió mejor parada - y en especial en la Sara del Devereux – fue Coma-Alabert; el más débil resultó Sala, mejor en Percy que en Leicester. Interesante como Cecil y Nottingham Pachón (a quien casi no oí como Rochefort, que según lo que dice el libreto y siempre había escuchado es bajo y no barítono).

Sondra Radvanovsky. © 2021 by Paco Amate / Pig Studio.Sondra Radvanovsky. © 2021 by Paco Amate / Pig Studio.

Las tres escenas fueron recibidas con grandes aplausos, sobre todo para la protagonista, que al final se convirtieron en delirio. Daba gusto ver al público tan entregado y tan ‘numeroso’ (pese a que las restricciones siguen vigentes y a nadie se le ocurre saltárselas como a tantos fervorosos partidarios de la libertad mal entendida).

La labor de Radvanovsky fue de verdad impresionante. Que yo me quede siempre ‘afuera’ en sus intervenciones será un problema o limitación mía. La voz sigue sin parecerme muy bella, aunque por fortuna ese molesto vibratello que la acompaña muchas veces se hizo poco presente en esta oportunidad, y sobre todo en Bolena, donde sin embargo los trinos y agilidades fueron bastante aproximativos o más marcados que ejecutados. 

Pero ahí no encontré, como sí en las siguientes (donde por el contrario hubo un excelente trino – y no más que uno – en la plegaria de Stuarda) esos feos graves sin base real que en según qué momentos para mí deslucen su trabajo, ni tampoco esa gesticulación entre convencional y exagerada, que, además, suena siempre a cuidadosamente preparada y para nada espontánea. 

Lo mejor siguen siendo el caudal extraordinario, las medias voces persuasivas -aunque también muy trabajadas – y la extensión aunque la nota final en Stuarda y Devereux haya sido casi (o sin casi) un grito, y como sucede con voces de tal magnitud la afinación no sea siempre precisa y algunas notas aparezcan crecidas o calantes.

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