España - Andalucía
La noche que intentó ser transfigurada
José Amador Morales

Tras haber aguantado el tipo frente a la pandemia el pasado año, y con nota, el Festival Internacional de Música y Danza de Granada ha inaugurado su septuagésima edición, ahí es nada, con las consabidas medidas sanitarias de seguridad, evidentes fundamentalmente por el uso de mascarillas y aforo reducido, así como por la escasa presencia de aficionados extranjeros, al menos en la ocasión que comentamos. No obstante el ambiente de expectación e interés era el habitual y el espectacular entorno monumental de la Alhambra se nos antojaba más hermoso que nunca.
Bajo el título La magia de la noche el concierto inaugural presentó una propuesta escénica para un programa de música incidental (stricto sensu sólo la segunda obra lo era). Así pues, la Noche Transfigurada de Schönberg fue interpretada bajo una sugerente iluminación, con un semicírculo situado detrás del escenario en el que eran ofrecidas diversas imágenes y una proyección videográfica sobre unas pantallas colocadas tras la columnata jónica del piso superior del Palacio de Carlos V. En ellas se visualizaron, desde el inicio, las figuras a cámara lenta de una mujer girando sobre sí misma en violentos escorzos en el extremo izquierdo, y la de un hombre caminando decidido desde el derecho; no era muy difícil prever el encuentro amoroso final en el centro, donde esperaba la luna. Al mismo tiempo, a ambos lados del escenario se proyectaban los versos (en alemán y en castellano) del poema de Richard Dehmel sobre el que Schönberg escribió su música.
El problema principal de la propuesta de
radicó en que, una vez superado el impacto inicial, con un efecto estético ciertamente atractivo y sugerente, la música avanzaba pero el apartado visual no, ofreciendo una expectativa que acabó por defraudar, dificultando la percepción de la obra musical en sí misma.Más refinado y brillante, la misma música en sí misma lo es, y ayudado por la intrínseca naturaleza incidental de la obra de Felix Mendelssohn, Paul McCreesh sirvió un Sueño de una noche de verano, visiblemente más cómodo y entregado. A estas alturas de la velada, las proyecciones sobre los muros de imágenes geométricas o figurativas así como de una añeja película de cine mudo sobre la obra homónima de Shakespeare, fueron simples aditivos que poco o nada aportaban ya artísticamente a la obra. Muy bien en sus breves cometidos tanto
como, particularmente, o, todo un derroche vocal que merece una atención mayor por parte del festival de su tierra natal. Igualmente rindieron a un nivel excelente tanto el coro como la Orquesta Ciudad de Granada.
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