España - Madrid
Soberana hipérbole
Germán García Tomás

El Teatro de la Zarzuela ha despedido temporada por todo lo alto con El rey que rabió, uno de los títulos líricos más entretenidos surgidos de la pluma de Miguel
al alimón con el comediógrafo y de la deliciosa vena melódica del alicantino Ruperto .Toda una sátira humorística al ejercicio de la política de su tiempo, en pleno sistema de la Restauración, y cuyo jugoso texto ha envejecido tan bien que se puede trasladar sin quitarle ni una coma a nuestra época actual, pues hemos cambiado bastante poco desde aquel 1891 en que vio la luz esta zarzuela grande con aires de opereta en el mismo coliseo que la ha subido de nuevo a escena y cuya última función pudimos presenciar.
Todos recordábamos la producción de hace más de una década de quien fuera por entonces su director, Luis Olmos, muy conseguida desde el punto de vista del realismo escénico. Es ahora la propuesta de Bárbara
, autora del montaje de la ópera La casa de Bernarda Alba de Miquel presenciada en este teatro, la que idea una nueva ambientación para una de las zarzuelas más taquilleras de aquella década prodigiosa de los 90 del siglo XIX.La directora reviste la trama de un aura de fantasía donde los personajes parecen surgidos de un libro antiguo de cuentos infantiles cuyas estéticas, diseñadas por Clara Peluffo Valentini, adquieren perfiles caricaturescos y extremadamente hiperbólicos, sobre todo los de la corte palaciega, que se acercan a cierto universo clown, -desde faldas de vuelos anchísimos hasta pelucas gigantescas-, ubicándose en una escenografía de Juan Guillermo
que recrea toda la pomposidad del palacio real y la belleza de los paisajes campestres, una opción que consideramos válida para describir ese país imaginario del que nos habla el libreto y que alude a España sin decirlo expresamente.Otra pieza fundamental es la radiante iluminación de Vinicio
A nivel de elenco, se percibe que ha primado en general el componente actoral, aunque todos juegan sus mejores bazas vocales y teatrales, siendo capaces de resaltar el elevado componente de comicidad inherente a la obra. Aunque el personaje titular estuvo interpretado en el estreno por la soprano Almerinda Enrique –del primer reparto- saca adelante al Rey con una brillante desenvoltura en escena, con un canto muy bien fraseado y vocalizado pese a cierta emisión forzada en el registro agudo. Entonó con acierto su romanza del acto tercero, que fue recompensada por el público.
dentro de esa conocida costumbre del travestismo femenino en nuestro teatro lírico de finales del XIX (a la que el propio Chapí había recurrido en 1882 en La tempestad y haría tres años después con El tambor de granaderos), el papel siempre se encomienda a un tenor lírico o ligero por razones de mayor verosimilitud.Como su amada Rosa, tuvo a su lado a la joven debutante Sofía –proveniente del segundo cast-, soprano lírica con una carrera a seguir de cerca, pues le pone intención a su canto, bien medido y administrado, con una llamativa tonalidad levemente oscura y gran facilidad para el agudo, y además, se mueve con holgura en escena, pero quizá tiene que refinar aún más el aspecto expresivo, pues faltó emoción y mayor variedad de matices en su famosa romanza “Yo que siempre de los hombres me burlé”.
Estupendo actor y mejor cantante el General del bajo Rubén , que en esta faceta bufa exhibe su penetrante voz al lado de una chistosa caracterización teatral. Conocemos la fama de comediante del tenor José Manuel , que aquí vuelve a descubrirnos dando vida a Jeremías, un ingrato y plañidero papel al que dota de su sello personal permitiéndose alguna que otra morcilla entre lloro y lloro y despertando por ello las mayores carcajadas en el público, que Terceto del acto tercero.
Del resto es destacable la aportación de los consejeros del Rey (Carlos Cosías, Ígor Peral y José Julián Frontal) aunque se subrayan hasta el extremo las maneras del Capitán, en la piel del actor Alberto Frías, un personaje que, pese a sus griteríos, da muchísimo juego en el enredo. A la siempre polifacética soprano Ruth González se le da un pequeño y discutible protagonismo vocal (no aporta demasiado) como el malhumorado Paje en el coro que abre el acto tercero, cantado, como cada uno de los vistosos números corales, con entusiasmo y dicción ideal por la agrupación titular del teatro.
Bastante simpática fue la traducción escénica del célebre Coro de doctores: todo un guiño a los sanitarios con mascarillas y con la presencia añadida de un títere canino.
Es clave para el éxito general la interesante dirección no exenta de detallismo del joven mexicano Iván López
, que engarza voces y orquesta con admirable buen gusto, dotando a la deliciosa música de lustre, colorido y frescura.
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