España - Galicia
Ribeira Sacra 2021Música contra el dolor
Maruxa Baliñas

Zoran (Zagreb, Croacia, 1969) es un guitarrista excepcional, incluso cuando se le escucha en el contexto del Festival Internacional de Guitarra de la Ribeira Sacra, en el que hemos tenido la fortuna de escuchar a una selección de la élite de los guitarristas del siglo XXI. Pero por encima de su enorme excelencia técnica se sitúan su deslumbrante inteligencia y su arrollador talento musical, capaces de integrar los elementos más dispares en una nueva identidad gozosamente mestiza. Además estas virtudes de Dukic se combinan e interactúan catalizadas por una empatía desbordante que explica algunos momentos de su carrera profesional.
Y esto se mostró desde el principio del concierto, que comenzó con una combinación de transcripciones de cuatro piezas de J. S. Bach que se fueron intercalando con el Invierno porteño, Adiós Nonino, y La muerte del ángel de Astor Piazzolla, una mezcla mucho menos extraña de lo que podría parecer a primer vista, toda vez que Piazzolla se inspiró mucho en Bach a la hora de componer sus propias obras y Dukic -como antes indicaba- destaca precisamente por su inteligencia musical y su talento que le permiten ser tan sincero y expresivo en un repertorio como en otro, y ciertamente es difícil determinar si Dukic suena mejor en o en , aunque acaso en Bach destacó más su variedad dinámica, su flexibilidad, y su musicalidad, valores que en Piazzolla se dan por supuestos. A destacar su interpretación de Adiós Nonino, que resultó sumamente conmovedora.
Tras un pequeño descanso -sin movernos del asiento- Dukic interpretó dos obras modernas, el Lamento (1996) de Dusan Bogdanovic (Belgrado, 1955) y otra cuyo título no llegué a entender, aunque podría tratarse de Lullaby for Sarah de Simone Iannarelli (Roma, 1970, alumno de Roland Dyens), una pieza en scordatura que Dukic toca a menudo en sus conciertos y que grabó en 2016.
La siguiente obra del programa fue el arreglo realizado por Roland Dyens (Túnez, 1955; París, 2016) del famoso Oblivion de Piazzolla. Por lo que comentó Dukic en su casi perfecto castellano, esta era la primera vez que tocaba la obra en concierto, pero no se notó. Es una obra preciosa y el arreglo de Dyens funciona muy bien. Y con este Oblivion finalizó Dukic su homenaje personal a Piazzolla, un compositor que no está recibiendo grandes fastos oficiales en la celebración de su centenario pero a quien sin embargo los intérpretes le son fieles por lo que su música está sonando con mucha frecuencia en este 2021.
La última pieza del concierto fue Cinema Paradiso de Stephen Goss (Gales, 1964), una obra de unos quince minutos compuesta en 2017 precisamente para Zoran Dukic, quien la estrenó en el Festival Internacional de Guitarra de Coblenza (Alemania) el 3 de junio de 2017. No conocía a este compositor, Goss, pero ya en el primer concierto del festival, el de David Russell, suya fue también la magnífica obra que cerró el concierto, las Cantigas de Santiago. Cinema Paradiso consta de seis partes, concretamente Paris, Texas (un homenaje a Wim Wenders), Modern Times (centrada concretamente en la escena donde la máquina se traga a Charlot), Noir (un homenaje al cine negro principalmente basándose en Miles Davis y Duke Ellington), Mandalay (que evoca Dogville de Lars von Trier y Mahagonny de Kurt Weill), 451 (en honor a Fahrenheit 451 de François Truffaut, si se compra la partitura esta pieza falta porque arde como en la película, hay que conservarla de memoria y que te la enseñe alguien) y finalmente Tarantino ("una especie de tarantela agresiva y bestial, fuera de control" en palabras de Dukic).
No entendí el título del bis que nos regaló Dukic, ni conocía la obra. Era una pieza rara, quizá croata porque a veces parecía evocar el sonido del cimbalón con Dukic pinzando desde arriba las cuerdas.
En su biografía oficial figura que "Entre 1990 y 1997, Zoran Dukic ganó más concursos que ningún otro guitarrista en el mundo" y al principio una se pregunta ¿y por qué le dió por los concursos? y entonces recuerda una espantosa guerra, la Guerra de Croacia, entre 1991 y 1995, y deja de hacerse preguntas, y se queda sólo con ese hombre sonriente y con cara de bueno que ya le suena de verlo como público en otros conciertos. ¡Qué fácil es olvidar esa guerra europea y dar una circunvalación mental al pensar en Zagreb!
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