España - Andalucía

Volodos, destreza apabullante y sincera musicalidad

José Amador Morales
jueves, 8 de julio de 2021
Arcadi Volodos © 2021 by Fermín Rodriguez Arcadi Volodos © 2021 by Fermín Rodriguez
Granada, lunes, 26 de julio de 2021. Auditorio Manuel de Falla. Arcadi Volodos, piano. Franz Schubert: Sonata para piano en Sol Mayor, D. 894, op 78; Johannes Brahms: Sechs Klavierstücke, op 118. 70 Festival Internacional de Música y Danza de Granada.
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Considerado como uno de los más destacados herederos de la tradición pianística occidental, Arcadi Volodos se ha presentado en la presente edición del Festival Internacional de Música y Danza de Granada ofreciendo un programa en torno a la relación de dos compositores netamente románticos, sí, pero también extremos en estilo y concepto musical como son Schubert y Brahms. Avancemos ya que dicha simbiosis se logró (¡y de qué manera!) por obra y arte del talento - artístico en general y pianístico en particular – de este músico excepcional. Así pues, Volodos conectó el más puro ensimismamiento schubertiano con la intensidad de la introspección brahmsiana; la ligereza cantabile cuasi mozartiana de Schubert, con la densidad cuasi orquestal de Brahms…

Nada más sentarse frente al piano, en una silla con respaldo y bastante retrepado, atacó la Sonata para piano en Sol Mayor, D. 894, ciertamente parsimoniosa pero con un tempo ajustado a sus inmensas necesidades expresivas. Y es que Volodos se toma su tiempo, especialmente en el enorme primer movimiento, para desplegar toda la belleza y majestuosidad de la pieza, no exenta de tintes dramáticos en muchos momentos. Otros pianistas se demoran aún más de los 40 minutos que el pianista ruso empleó para esta sonata, como Arrau, Sokolov o Richter cuya sombra interpretativa es evidente en los últimos años de nuestro protagonista –, si bien por encima de Pollini, Brendel o Pires (cuyas versiones, dicho sea de paso, están en las antipodas de su concepto tímbrico y expresivo). Pero ello permitió escuchar como nunca la paleta dinámica y armónica de la partitura, el equilibrio sonoro de todos los planos que se escuchaban con una claridad y transparencia únicas y el contraste entre un lirismo de alto vuelo poético con una ajustada solemnidad. El antaño “super “virtuoso de los escenarios, se reveló finalmente, como un maestro del tono suave y sedoso, capaz de desgranar la partitura con la más exquisita sencillez. Del mismo modo que la intimidad reflexiva del ‘Adagio’ transmitió la riqueza melódica de la música con una sobriedad natural, las resonancias de ländler del ‘Minueto’ devinieron frescas y nada burdas. Y ya el ‘Finale’ sucumbimos ante el contraste tonal entre luz y sombra, vitalidad y drama mediante la genial interacción polifónica de sus manos.

Sin descanso (y sin salir a recibir los insistentes aplausos), Volodos se sumergió en los Sechs Klavierstücke, op 118 de Brahms, delimitando la personalidad de cada pieza. En sus manos el piano reprodujo un sonido denso y sensual, con énfasis en los tonos rotundos del registro grave. Aquí Volodos dio una lección de brillantez expresiva y aplomo técnico de gran altura. La extraordinaria riqueza del timbre fue evidente desde las primeras notas del “Intermezzo” en la menor inicial, por otra parte poderosísimo. La pulsación consistente pero no “martilleante” fue especialmente llamativa en la muy expresiva segunda pieza mientras que el extremo y subyugante contraste dinámico de la “Balada” no ocultó el hermoso equilibrio de las progresiones armónicas, sostenido por un minucioso juego de pedal. Pero fue en la última pieza donde Arcadi Volodos sublimó las expectativas y realmente sintetizó todo lo experimentado durante la velada, volviendo a aunar honda expresión (como el carácter dramático a la par que misterioso obtenido a partir de fascinantes sonoridades oscuras del registro grave ), destreza apabullante y sincera musicalidad.

Tal fue el éxito que Volodos, visiblemente complacido, regaló hasta seis bises en lo que resultó de facto otra parte más del recital, enganchando con el programa oficial previamente ofrecido mediante el “Intermedio nº1” op 117 de Brahms así como el “Andantino” de la Sonata en La Mayor D. 959 o el Minueto D. 334 de Schubert, para continuar con un bellísimo y evocador El lago de Federico Mompou y un conmovedor Preludio en si op 2 nº 2 de Alexander Scriabin.


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