España - Cantabria
Festival de Santander 2021La larga sombra de Copland
Maruxa Baliñas y Xoán M. Carreira

Posiblemente el curso de la música latinoamericana en la segunda mitad del siglo XX hubiera sido distinto sin las enseñanzas y el ejemplo de Aaron Copland (1900-1990). Su lucidez y su generosidad, así como su lección ética en pleno macartismo lo convierten en una figura de referencia de la vida cultural de la época de la Guerra Fría.
El programa ofrecido por la Real Filharmonía de Galicia (RFG) en el Festival Internacional de Santander, toda una declaración de optimismo, estuvo enmarcado por dos de las obras más populares de y , ambos brillantes discípulos de . las dirigió con las manos, el cuerpo y la sonrisa. No es un director que se mueva mucho, pero 'tiene cintura', cosa que demostró especialmente en las Tres danzas de 'On the Town' de Bernstein -especialmente en la última- y en el Malambo de Ginastera, que repitió parcialmente como bis.
La , en estado de gracia y con un sonido más potente de lo esperable por su número de componentes, se dejó arrastrar en una explosión de alegría que se contagió al público y la Sala Argenta del Palacio de Festivales se convirtió en una fiesta que minimizó sus graves problemas acústicos provocados por el cierre de los laterales de la sala con columnatas y no con paredes, una de las muchas extravagancias de la proliferación de salas de conciertos en España en las décadas de 1980 y 1990.
era una de las superestrellas del Festival Internacional de Santander 2021 y, junto a desborda el escenario, convierte en protagonistas a sus acompañantes y transforma la experiencia del concierto para su público. Mientras Wang se apropia de las más populares piezas del repertorio -el "Museo de la música"- pianístico, Flores ha tenido que optar por producir nuevas obras para trompeta mediante una política de encargos meticulosamente diseñada y mejor publicitada y difundida. , representaba a los intérpretes del siglo XXI en contraste con las venerables y veneradas figuras de y -que actuaron en días contiguos a la RFG- y Uchida. Al igual que Wang, Flores posee una poderosa y original inteligencia musical que
El Concierto de otoño de Arturo Márquez, la joya de la corona de esta serie de encargos, requiere el uso de cuatro trompetas distintas -trompetas en do y re, cornetín en fa y fliscornio- lo que dió lugar a las primeras bromas de Pacho Flores cuando salió a escena cargado con ellas y con dos banquetas para apoyarlas. Y aunque se notaba que Flores hubiera seguido bromeando, el público de Santander es serio y si bien parecía disfrutar de sus bromas no se atrevía a reír francamente, lo que cortó un poco su naturalidad, aunque no su "Ay, caramba" cuando terminó la magistral cadencia final del tercer movimiento del concierto (de paso, una buena excusa para respirar ampliamente).
Su maravilloso sonido, que convierte a la trompeta en un instrumento especialmente expresivo y muy variado en la dinámica, se mostró igualmente en su arreglo propio del Revirado de Astor Piazzolla, que no fue demasiado triste. De algún modo, Flores revivió la tradición de la orquesta de baile con un gran trompetista, pero llevado al mundo de la música clásica y la mezcla funcionó perfectamente.
Los múltiples aplausos que recibió su interpretación del Concierto de otoño de Márquez -también entre movimientos, sin que eso parecía afectar a la concentración de Flores o Daniel- y el Revirado de Piazzolla obligaban a un bis, y Flores nos ofreció otra obra de Piazzolla, su maravilloso Invierno porteño. Orquestalmente es mucho más rica que el Revirado y además Flores utilizó el fliscornio (él le llama "el portaaviones") con lo que amplió aún más la tristeza y melancolía de la obra, su expresividad, hasta el punto de que el final bachiano casi nos puso los pelos 'de punta'.
Las Cuatro danzas del ballet Estancia de Ginastera fue interpretada con un estilo muy 'dudameliano', aunque en general Daniel tendió a exagerar más los tempi, de modo que la primera de las danzas sonó más lenta, mientras la cuarta casi se le fue de las manos por no graduar bien el clímax final, la llevó muy deprisa y sin dramatismos pero cuando llegó la 'locura' final (nuestro amigo Ignacio le llamaría 'el despiporre') quizás adelantó un poco el clímax lo que hizo el final un poco repetitivo hasta que consiguió levantarlo, incrementar la tensión en los compases finales, y terminar muy bien.
El público aplaudió otra vez abundantemente y Daniel optó por repetir parcialmente este Malambo final, con mayor implicación de los músicos, que jalearon aún más y parecieron lanzarse aún más a lo loco (aunque en realidad Daniel mantuvo el control férreamente). ¡Lástima de sala más llena, porque los que asistimos disfrutamos mucho y salimos encantados!
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