Francia

Aix-en-Provence

L’Artiste Funambule

Jesús Aguado
miércoles, 28 de julio de 2021
Kopatchinskaja, Pierrot Lunaire © 2021 by Vincent Beaume Kopatchinskaja, Pierrot Lunaire © 2021 by Vincent Beaume
Aix-en-Provence, lunes, 12 de julio de 2021. Théâtre Du Jeu De Paume. Pierrot Lunaire - L’Artiste Funambule. Salvatore Sciarrino, Caprice N°2. Georges Enesco, “Ménétrier”, de Impressions D’enfance Op. 28. Sofiya Gubaidulina, Dancer On A Tightrope. Darius Milhaud, Jeu. Carl Philipp Emanuel Bach, “Presto” en do menor para piano, Wq.114 N°3 (Arreglo de Patricia Kopatchinskaja). Anton Webern, Cuatro piezas para violín y piano, Op. 7. Arnold Schönberg, Pierrot Lunaire. Silvia Costa, puesta en escena. Patricia Kopatchinskaja, narradora y violín. Joonas Ahonen, piano. Júlia Gállego, flauta. Reto Bieri, clarinete. Meesun Hong Coleman, violín y viola. Thomas Kaufmann, cello. Johanne Humblet, funambulista.
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Patricia Kopatchinskaja es una especie de fuerza de la naturaleza sobre el escenario. El espectáculo que presentó este año en el Festival de Aix-en-Provence es una especie de recreación de lo que podría haber sido un cabaret berlinés de la época del estreno de Pierrot Lunaire, de Schönberg, la obra más larga de las interpretadas. Compartía escenario con el resto de los músicos del conjunto, y con la funambulista Johanne Humblet, que durante la primera parte del mismo acompaña con sus evoluciones sobre la cuerda floja la interpretación musical.  

La lista de piezas interpretadas nos habla del interés de Kopatchinskaja por la música de vanguardia, con dos compositores aún vivos, Sciarrino y Gubaidulina, y el resto, incluyendo a Schönberg, encuadrables en lo que se suele llamar “música contemporánea” aunque tenga más de cien años. La única excepción sería C.P.E. Bach, presente en un arreglo de la propia Kopatchinskaja que hacía pensar en la famosísima orquestación de Webern del 'Ricercare a 6' de la Ofrenda Musical de Johann Sebastian Bach, por la forma en la que conseguía que una pieza tan clásica sonase tan moderna.  

El espectáculo comenzó con la pieza de Sciarrino, únicamente con ella y la funambulista en escena. La sonoridad típica del autor italiano, en el límite de la audibilidad, el uso de armónicos y la velocidad endiablada de las notas estableció el ambiente del espectáculo, con Johanne Fumblet comenzando sus evoluciones en el alambre. Todo el escenario y el vestuario estaban diseñados en blanco y negro por Silvia Costa, la directora de escena. La sonoridad de Enesco no era tan agresiva, con su uso de temas folklóricos, y con la pieza de Gubaidulina volvió el lenguaje más vanguardista, además de aparecer en escena el pianista Joonas Ahonen. La pieza, titulada Bailarín en la cuerda floja fue, además, la primera en la que Johanna Humblet caminó realmente sobre el alambre. Es una obra relativamente larga, en la que al principio el piano se limita a seguir al violín, para pasar a una segunda parte en la que el teclado tiene más protagonismo, además en sentido literal, ya que en la primera sección el pianista manipula directamente las cuerdas con las manos.  

Milhaud fue una especie de alivio a la tensión creada, una especie de guiño a los muchos niños presentes en la función, ya con el clarinetista Reto Bieri en escena. A continuación, el resto de los músicos ocupó su lugar, y tras una breve introducción hablada de la funambulista, comenzó Pierrot Lunaire, obra en la que Kopatchinskaja ejercía como narradora. Hablar de expresividad en la obra por excelencia del expresionismo musical puede parecer redundante, pero lo cierto es que la violinista la llevaba aún más allá de lo que es habitual escuchar en las versiones grabadas de la pieza, a veces incluso forzando un tanto el registro casi cómico, pero en cualquier caso logrando un efecto realmente catártico, aunque no estoy muy seguro de que los niños y niñas presentes no tengan que contarle dentro de unos años a sus psicólogos su asistencia al concierto, pues hubo momentos realmente terroríficos. Me viene a la mente la undécima canción, Rote Messe, con todo el escenario bañado en luz roja y con Johanna Humblet colgada del alambre cabeza abajo justo encima de Patricia Kopatchinskaja, y creo que es una de las imágenes más poderosas que he visto últimamente sobre un escenario.  

Entre la segunda y la tercera serie de siete canciones que forman Pierrot Lunaire, Kopatchinskaja volvió a tomar el violín para interpretar las Cuatro piezas de Anton Webern, su opus 7, que se integraban perfectamente en el espíritu expresionista de la velada. Una velada intensa y fascinante.  

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