Discos
Personalísima apoteosis de la danza
Paco Yáñez

Paaaso a paaaaaso, la orquesta rusa musicAeterna y su director, el griego Teodor Currentzis, nos van ofreciendo en el sello Sony Classical los exquisitos capítulos de lo que —así lo esperamos— acabará conformando una de las más personales integrales de las sinfonías de Ludwig van Beethoven (Bonn, 1770 - Viena, 1827) de entre cuantas hasta ahora disponemos en disco compacto. Y es que si su registro de la Quinta sinfonía (1804-08) —igualmente publicado por Sony (19075884972) y ya reseñado enMundoclasico.com, en julio del 2020— nos deparaba una versión altamente original y renovada de uno de los clásicos del genio de Bonn, qué decir del disco que hoy reseñamos, de esta versión de la Sinfonía Nº7 en la mayor opus 92 (1811-12) grabada con mimo (y unos plazos poco habituales en la industria del disco hoy en día: una semana en estudio) prácticamente en las mismas fechas que la Quinta, así como, de nuevo, en la Wiener Konzerthaus (antes del parón que ha detenido, hasta donde tenemos noticia, a esta serie de registros beethovenianos por parte de una orquesta y de un director que no abusan, precisamente, de los lanzamientos discográficos, pero que, cuando los editan, nos ofrecen algo radicalmente nuevo y, como antes señalaba, personal).
Claro que esa acusadísima personalidad no resultará del gusto de todos, algo que ha demostrado (hasta con saña) el editor ejecutivo de ClassicsToday.com, David Hurwitz, que en su canal de YouTube se refiere a esta versión como «la última atrocidad cometida en el nombre de Beethoven», entre otras muchas lindezas con las que destroza una interpretación que analiza cotejándola con el libreto de esta edición discográfica: firmado por Peter Quantrill y con numerosas citas del propio Currentzis; entre ellas, la de que la Séptima «tiene la más perfecta forma jamás alcanzada en una sinfonía», en la que cada nota tiene su lugar exacto para conseguir una absoluta simetría, algo que el director griego —tirando para casa— compara con las columnas del Partenón y la síntesis de arquitectura y espiritualidad que en los templos helenos podemos observar (especialmente —nos sugieren en las notas— en los de estilo dórico).
Más allá de filias y fobias críticas, de exégesis argumentales en las notas, o de símiles helenísticos, lo que pone sobre la mesa esta nueva grabación de la Séptima sinfonía es la tensión que entre clasicismo y romanticismo subyace a buena parte de la creación beethoveniana de madurez. Por un lado, Teodor Currentzis pone el acento en esos elementos estructurales y constructivos, plenamente clásicos, con una elegancia que vuelve a situar a Beethoven en la proteica estela de Joseph Haydn, confiriendo a su lectura una mezcla de poderío y refinamiento que se agradecen, pues la versión de musicAeterna no deja en ningún momento de golpearnos, sea emocional o intelectualmente, pero lo hace con una gran sutileza, sin brusquedades que corten la lógica de la sinfonía o su poética, así como uno de los aspectos más importantes en este opus 92: su verdadera obsesión con el ritmo, que Teodor Currentzis moldea de forma muy particular y plástica en cada uno de los movimiento, dotándolos de un vigor y un sentido dramático propios, así como de concepciones altamente idiosincrásicas, como es el caso de una de las versiones del celebérrimo 'Allegretto' más curiosas de cuantas jamás hayamos escuchado.
Antes, el 'Poco sostenuto - Vivace' inicial nos ofrece, en sus 13:52 minutos de duración, uno de esos perfectos ejemplos de construcción a los que Teodor Currentzis se refería, con una introducción sobria y seca: muy enfática y a modo de pilares para enmarcar al más pujante tema central, que entra de forma distendida, aunque arrolladora, muy bien desarrollado por toda la orquesta rusa, pero con una mención muy especial para la percusión y para una cuerda que vuelve a sonar primorosamente, en contrapuntos realmente hermosos con las maderas, así como sirviendo de nexo para cada una de las secuencias de una forma sonata firmemente contemplada, como parte de este episodio que el director griego pretende tan sólidamente estructural, aunque sin renunciar a un ápice de alegría, danza y —¿paradójicamente?— espontaneidad (algo que Beethoven habría aprendido de Haydn y Mozart, y que Currentzis no deja de señalar: espontaneidad, eso sí, lograda desde un dominio absoluto de la forma, desde su total interiorización). Por otra parte, el sonido de musicAeterna vuelve a estar a caballo entre una orquesta historicista y una moderna, pues si bien sus instrumentos son de época (o réplicas), no acaba de sonar como las de los Frans Brüggen, John Eliot Gardiner, o Jordi Savall, quedando en un terreno híbrido que tiene, asimismo, sus ventajas (aunque, en conjunto, la sonoridad se acerca más a las versiones historicistas, que no tanto el concepto interpretativo: aspecto en el que Currentzis mueve a su orquesta por territorios más libres).
El 'Allegretto' sería un paradigmático ejemplo, así como el movimiento más personal de los cuatro aquí grabados, haciendo de sus 8:14 minutos la versión más heterodoxa y peculiar que hasta ahora hayamos escuchado en un movimiento beethoveniano grabado hasta la saciedad. Pese a que el arranque en los metales es contundente y vigoroso, con un perfil dinámico 'al uso', la entrada de violas y violonchelos en ostinato marca el comienzo de un planteamiento rítmico-dinámico de lo más personal, con un rebajamiento del volumen sonoro que nos recuerda al segundo movimiento del Concierto para violín (1878) de Piotr Ilich Chaikovski grabado en 2014 por Teodor Currentzis con Patricia Kopatchinskaja para la Sony (88875190402), en el que los perfiles dinámicos volvían a ser tan silentes y rebajados como en ninguna otra versión (hasta donde uno conoce) hayamos escuchado. Aunque es la primera exposición del ostinato la más extrema en este sentido, las modulaciones dinámicas serán una constante en esta lectura: una de las formas en que Teodor Currentzis insufla vida y perfiles a esta joya del sinfonismo; un movimiento que, así, no deja de metamorfosear su rostro, ya por cambios de dinámica, ya por un manejo del tempo también muy personal y sugerente, aunque nunca llegando a extremos por arriba, ni en cuanto a velocidad ni en cuanto a dinámica, afianzando, de este modo, lo poético y tirando el director griego del lado más romántico de Beethoven para, desde el respeto a la estructura, moldear de forma más libre una versión que a muchos les sonará caprichosa y excéntrica en una primera escucha, pero que, si se le da el beneficio de la duda (aunque a mí me ha convencido plenamente desde la primera audición), acaba resultando de una lógica total y arrolladora.
Arrollador lo es, cómo no, el 'Presto'; máxime, después de escuchar las sutiles delicadezas del 'Allegretto'. Los 8:30 minutos de esta versión hacen de este scherzo un ejercicio de afirmación personal altamente asertivo, sin acusar especialmente los ecos populares que Beethoven inserta en el Trío, y agudizando los elementos de danza y mecanismo, por lo que su lectura se inclina más a lo férreo y a lo vigoroso que a lo poético y delicado. Mismos presupuestos de fuerza e ímpetu para un 'Allegro con brio' que, en sus fogosos 9:11 minutos de duración, me parece incontestable. Por ritmo, estilo y articulación, es en este movimiento en el que Currentzis lleva a su agrupación más cerca de lo que conocemos por versiones historicistas, aunque con una energía y un sonido orquestal propios de versiones con instrumentos modernos. Es tal la vigorosidad de este 'Allegro con brio' en todo su desarrollo, que me parece impensable que nadie le pueda poner pega alguna, siendo, quizás, de entre los cuatro movimientos (junto con el tercero), el que comparta y sintetice más tradiciones interpretativas, por lo que en él escucharemos ecos tan dispares como los que reverberan desde las versiones de Frans Brüggen (Philips 442 156-2) y John Eliot Gardiner (Archiv 439 900-2), o los mismísimos George Szell (Sony SBK 48158) y Carlos Kleiber —en su versión holandesa con la Concertgebouworkest (Philips 070 100-9), mi predilecta entre las del berlinés—, algunas de las versiones de cabecera (en muy distintos modos de acercarse a Beethoven) de este crítico.
Por tanto, brío, vigor, articulación acerada y enérgica; pero, asimismo, un trabajo muy delicado en cada una de las repeticiones para dotarlas de un sentido propio, eludiendo su simple carácter de puente entre tonalidades, armando con sus sucesivas entradas un juego de variaciones que anticipa al mismísimo Anton Webern por el sentido tan personal de cada una de ellas (algo que parece haber sacado de quicio al antes citado David Hurwitz, que tilda tal procedimiento de caprichoso y propio de alguien que pone su propio ego y voluntad de destacar por encima del texto beethoveniano —como en el caso de la grabación de la Quinta sinfonía por estos mismos intérpretes, el libreto vuelve a omitir qué edición de la partitura utiliza Teodor Currentzis en esta versión, aunque claro está que, sea cual fuere, las decisiones del griego son, en algunos pasajes, tan personales como propio era, en el pasado —en su vertiente más romántica—, tomar estas partituras y recrearlas desde la personalidad del intérprete—). Es por ello que no caeremos en dogmatismos ni en fidelidades a «la voluntad de Beethoven» (!), cosa que requeriría ya no sólo de conocer cualquier edición de las partituras de esta Séptima en detalle, sino, quizás, de una sesión de espiritismo...
...así que, volviendo a la cordura, lo ofrecido en esta nueva entrega de la ¿integral? beethoveniana de Teodor Currentzis y musicAeterna me ha vuelto a parecer estupendo, de una frescura y una convicción plenas, además de dejarnos destellos tan personales como ¿irreverentes?; especialmente, en lo que al 'Allegretto' se refiere: sin duda, uno de los más heterodoxos que hayamos escuchado, y que bien merece una y más escuchas para comprender este tan otro modo de enfocarlo.
Tanto la Quinta como la Séptima sinfonía ya ofrecidas por Sony comparten registro, hace tres años, en la gira vienesa de musicAeterna, por lo que la continuidad de estos lanzamientos está, ahora mismo, en punto muerto, a pesar de que en el documental grabado por la orquesta rusa durante la pandemia, Plan B (2020), pudimos disfrutar destellos de una Novena sinfonía (1822-24) que nos deja con enormes ganas de que llegue hasta nosotros en disco compacto, pues lo allí escuchado era de impresión.
Las tomas de sonido me han gustado más que en otros registros de Teodor Currentzis y musicAeterna para Sony Classical con Damien Quintard como ingeniero de sonido: registros que, como los de la Sexta sinfonía (1903-1904, rev. 1905) de Gustav Mahler (Sony 19075822952) o la también Sexta (1893) de Chaikovski (Sony 88985404352) resultaban demasiado decibélicos y cargados en los graves, por lo que llegaban a saturar la escena sonora y a hacerla un tanto tosca y borrosa al entrar los instrumentos de registro bajo o los tutti. El menor orgánico de la orquesta beethoveniana (especialmente, frente a la mastodóntica partitura mahleriana) ayuda a que la edición del sonido sea, aquí, más transparente, al tiempo que con una fuerza muy de agradecer en esta verdadera y personalísima apoteosis de la danza.
El libreto del antes citado Peter Quantrill resulta muy interesante, poniendo a la Séptima como antesala del último Beethoven y relacionándola ya no sólo con esa antigüedad griega tan importante para los románticos alemanes, sino con el desarrollo de esa cultura europea que tanto nos ha nutrido, como ella misma lo ha hecho de los griegos.
Este compacto ha sido enviado para su recensión por Sony Classical España
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