Italia
La Traviata de los espejos o Los espejos de la Traviata
Jorge Binaghi
El Festival de este año daba un paso más en la
recuperación y los dos títulos tenían varias representaciones cada uno y se
daban escenificados. Ahora falta recuperar el tercero, aunque sea en concierto.
Ciertamente la puesta en escena de la popular ópera de
Verdi ha sido ya muy vista, incluso aquí mismo. Se la conoce como ‘La
Traviata de los espejos’ por la colosal y fascinante escenografía debida al
genial Svoboda que sigue causando efecto. Pero aparte de ese detalle,
ciertamente poderoso, el resto ha sufrido algún cambio (por ejemplo la
coreografía) y no para mejor. Al mismo tiempo, y con todo el respeto que me
merece Brockhaus (ha sido uno de los pocos valientes que ha denunciado desde el
principio la situación en el Regio de Turín que ahora ha pasado a lo judicial
-que por ahora en Italia no es como en España, por suerte) la dirección ha
quedado algo pasada y sólo funciona en algunos momentos, por lo general los de
carácter más íntimo (el coro carnavalesco haciendo cabriolas ante el lecho de
muerte de Violetta no es que sea un acierto precisamente).
Desde el punto de vista de la música el mayor problema ha
sido la ‘concertación’ de Bortolameolli que dirigió una orquesta apagada ya
desde el vamos a la que cuando quiso conferir energía sólo logró volumen,
aunque todos los instrumentos estuvieran en su sitio.
La protagonista de Pavone no es mala; tampoco me parece
particularmente buena. Como muchas otras hoy (algunas muy famosas y con los
mismos problemas o limitaciones) es una soprano líricoligera (en este caso en
clara evolución hacia el lírico pleno por lo que hizo muy bien en no rematar el
final del primer acto con el dichoso ‘mi’ que Verdi no escribió), lo que nos da
un color metálico (especialmente en el agudo), un centro y grave débiles (y en
la escena en lo de Flora se notó y cómo), y una expresividad en principio
limitada aunque para mi sorpresa su momento más logrado fue el Addio del
passato en versión integral (no así la lectura de la carta que pasó sin pena
ni gloria). No todas pueden ser la Dessay (a la que esta elección me temo que
la haya ayudado mucho a acortar su fulgurante carrera).
Ciaponi es una voz bonita y un actor discreto. Con un
recitativo precedente a su aria del segundo acto con los tiempos que eligió el
director (exasperantes) logró mantenerse incólume hasta que en la cabaletta
(doble también) tuvo la no muy brillante idea de rematarla con otro agudo no
escrito que sonó feo y estrangulado. Que el papel puede ser aún muy fuerte para
él (lo escuché hace un par de años en el Beppe de Pagliacci, y aunque la
voz haya crecido todavía no lo ha hecho tanto) se vio en el cuadro de Flora y
sobre todo en un Parigi o cara en el tercero corto de respiración.
Vitale parecería tener una buena voz, de color adecuadamente
oscuro. Lamentablemente se le escucha bien y es persuasivo sólo en las medias
voces y en los centros porque en los otros registros suena o engolado o abierto
y el agudo se estrecha. También nos tocó la cabaletta doble (que además de ser
la más fea de cuantas Verdi escribió y aunque tuvo el valor de interrumpirla
por motivos teatrales me provoca siempre la misma pregunta: ¿por qué, cuando
había voces que podían salir airosas de la empresa de una versión ‘sin cortes’
los cortes se practicaban y ahora no?).
El coro estuvo perfecto y su director Faggiani mereció las ovaciones. Los secundarios estuvieron entre correctos y discretos, menos Gastón que me pareció lamentable. Los enumero: Valeria Tornatore (Flora), Estibaliz Martyn (Annina), Marco Puggioni (Gastone), Francesco Auriemma (Barone Duphol), Stefano Marchisio (Marchese D’Obigny), y un interesante Francesco Leone como el doctor Grenvil.
Hubo mucho aplauso al final (menos durante la función, con dos pausas), y mucho público (más que el año pasado porque el cupo se ha ampliado por fortuna). Pero me temo que mientras muchos salgan como algunos tarareando el famoso brindis al final del espectáculo todavía la verdadera apreciación de esta ópera inconmensurable no ha calado entre el respetable. Y mientras le sirvan brindis en todas sus salsas, con todos los cantantes, en cuanto concierto que se respete (algo así como es el caso de ‘Nessun dorma’, ‘Una furtiva lagrima’, la barcarola de Offenbach o incluso si se me apura de Amapola), será difícil lograrlo. Ahora quizá más que antes.
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