Reportajes
Levente Török conquista el premio “Llíria City of Music”
Daniel Martínez Babiloni

De la conjunción formada por el director y presidente de AESDO Cristóbal Soler y la factoría “Llíria City of Music” no cabía esperar más que una propuesta al más alto nivel. De este modo, el I Concurso Internacional de Dirección de Orquesta “Llíria City of Music”, cuyo máximo responsable artístico es Soler, resultó un éxito.
El interés de la convocatoria derivaba de su singularidad, ya que, si bien existen importantes concursos en las más variadas disciplinas que sirven para impulsar carreras, los dedicados a la dirección orquestal no aparecen entre los más reputados. Del “Llíria City of Music” podríamos tomar como antecedente el promovido por la Orquesta de Cadaqués, bianual desde 1992 y ahora en pausa, en el que fueron premiados Gianandrea Noseda, Gloria Isabel Ramos, Vasily Petrenko, Pablo González, Domingo García Hidoyan o Lorenzo Viotti, entre otros.
El torneo valenciano concluyó el sábado 17 de julio, cuando el húngaro Levente Török conquistó el primer puesto del podio. Para conseguirlo, tuvo que superar cuatro fases eliminatorias e imponerse a los 188 inscritos en primera instancia, todos menores de 35 años. De ellos, llegaron a dichas fases 25 aspirantes (18 hombres y 7 mujeres) y solo tres alcanzaron la final. Por orden de actuación, en el teatro de la Unió Musical de Llíria: el español Edmon Levon (tercer premio), la rusa Luibov Nosova (segundo premio) y el vencedor, ya citado, Török.
Los tres tuvieron que defenderse con el mismo repertorio: el estreno de Cantos, de Francisco Coll, el recitativo y aria de Donna Elvira en Don Giovanni, “In quali eccessi, o Numi”, de Wolfgang A. Mozart, y la obertura Coriolano, op. 62, de Ludwig van Beethoven. Las lecturas que cada uno hizo de estas piezas permitieron que descubriéramos tres personalidades bien diferenciadas. Levon fue analítico y de buena preparación técnica, que no impidió, empero, que se le calara el tempo al final de la obertura. Nosova es una directora vigorosa y temperamental. Igualó las tres páginas con una pátina expresiva, en ocasiones, excesiva. Un aspecto que le permitió conectar mejor que sus compañeros con los oyentes, a tenor de los efusivos aplausos que le propinaron. De haber existido un premio otorgado por el público, no cabe duda de que lo hubiera ganado.
En último lugar, Török descolló por su madurez. Sus versiones las podría firmar cualquier maestro o maestra de primera fila. Por ejemplo, resolvió Cantos, reelaboración del cuarteto para cuerda homónimo, estrenado en la Semana de Música Religiosa de Cuenca en 2017, con una luminosidad que no obtuvieron las demás versiones, equilibrando las tensiones y cuidando una textura, de índole contemplativa, que invita a la quietud. Mostró sus dotes concertantes y su experiencia en el foso en el aria de Don Giovanni, bien cantada en las tres ocasiones por la soprano dramática Lorena Valero. También su Coriolano gozó del empuje necesario.
El propio compositor de Cantos, Francisco Coll, formó parte de un nutrido jurado presidido por Manuel Galduf, director de la Orquesta de Valencia entre 1982 y 1997, y, como el grueso de los profesores y profesoras que formaron la orquesta residente del concurso, natural de la ciudad. Por cierto, un conjunto que supo adaptarse a las demandas de cada uno de los directores y que merece un reconocimiento.
Llíria, ciudad creativa de la UNESCO
Concluiremos esta crónica haciendo referencia al marco en el que se desarrolló el concurso. El lugar en el que nacieron dos de las bandas de música más importantes de Europa: la Banda Primitiva y la Unió Musical. Instituciones que, más que bandas amateurs al uso, se han constituido en un efectivo sistema productivo musical. De ahí el concepto de factoría que empleaba al principio.
Ambas sociedades han
hecho de la música un modo de vida, potenciando, por ejemplo, la formación de
sus músicos desde sus inicios con ayudas y becas, concedidas tanto por las
propias sociedades, como por las familias que con cada una de ellas se
identifica (al menos hace tiempo sucedía así). De este modo, además de retroalimentar
su propia actividad, han permitido la diseminación de sus profesionales allende
provincias y mares.
Por ende, las instituciones políticas locales han sido capaces de considerar esta fortaleza, aupándola a la categoría de identidad. La inclusión de Llíria entre las cuarenta y nueve ciudades musicales que forman parte de las “Ciudades Creativas” de la UNESCO es otro hecho que lo ratifica. Sin duda, un éxito colectivo y un reconocimiento a una trayectoria, tan meritoria por sí misma, que no necesita de discursos rimbombantes como los que se oyeron, ni de atajos en la justificación histórica del desarrollo de la música en la ciudad como los que se han leído.
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