Alemania
Piazzolla, AstorKrefeld homenajea a Heinrich Band y Astor Piazzolla
Juan Carlos Tellechea
Tres veces tuvo que ser postergado el espectáculo, pero finalmente ni la pandemia consiguió impedir que la ciudad de Krefeld rindiera este merecido y conmovedor homenaje a su hijo predilecto Heinrich Band, inventor del bandoneón, nacido allí hace 200 años, y al gran renovador del tango, Astor Piazzolla, en el centenario de su natalicio.
La fecha fue conmemorada con un maravilloso concierto de la orquesta Niederrheinische Sinfoniker, bajo la batuta de su director principal Mihkel Kütson, y el excelente bandoneonista Lothar Hensel como solista, en el gran auditorio de la Casa de los tejedores de seda (Seidenweberhaus) de esta urbe a orillas del Rin, antaño importante centro textil de esta fibra natural. Así ha comenzado la temporada 2021/2022 este destacado colectivo musical que toca asimismo en las representaciones operísticas de la Comunidad de Teatros de Krefeld y Mönchengladbach.
Obras del legendario Carlos Gardel, así como de Astor Piazzolla, Lothar Hensel y Luis di Matteo integraron el magnífico programa que fue abierto con el saludo de la directora de la Oficina de Cultura de la ciudad, Gabriele König, y la solemne ejecución del Himno Nacional Argentino (Blas Parera, 1813) por la referida Sinfónica de Baja Renania.
Dos revolucionarios
Las figuras de estos dos revolucionarios de la música, Heinrich Mar del Plata, donde naciera el genial compositor argentino el 11 de marzo de 1921.
Hablaron en el acto, durante el que fue entregado el Premio Bandoneón (Bandoneonpreis), el alcalde de Krefeld, Frank Meyer, el cónsul de la República Argentina, Eduardo Nazareno Muñoz, y la presidenta de la Sociedad de Amigos de la Oficina de Cultura de , Barbara Adamek. El galardón, dotado con 2.000 euros, aportados por la Caja de Ahorros local, fue concedido este año al lutier Carsten Heveling, restaurador de bandoneones históricos, en la ciudad de Wuppertal. Lamentablemente, Heveling no pudo estar presente en la ceremonia por problemas de salud.
Meyer evocó que durante el Festival (bienal) de Bandoneón de Krefeld en 1985, un bandoneonista turco que se presentaba esa tarde sufrió un percance con su instrumento. En pleno concierto, una de las teclas había quedado atascada. Heveling se encontraba en esos momentos en la sala, presenciando la actuacion como un espectador más. Ni corto ni perezoso el lutier fue hasta su automóvil, recogió las herramientas necesarias y solucionó el problema en un santiamén para que el músico pudiera continuar el recital hasta el final.
Importante obra
Entre el público estuvo presente asimismo la musicóloga Janine Krüger, autora del libro titulado Heinrich Band. Bandoneon. Die Reise eines Instruments aus dem niederrheinischen Krefeld in die Welt (Heinrich Band. Bandoneón. El viaje de un instrumento desde Krefeld, en el Bajo Rin, por el mundo), publicado por la editorial Klartext, de Essen, y que reseñáramos el año pasado. Sobre esta importante obra volveremos próximamente.
Alguna vez dijo Astor Piazzolla que él había sometido al tango a una cirugía estética. Y así convertiría el sonido de los tugurios porteños en música de cámara. Tenía poco más de 30 años de edad, cuando usufructuando una beca en París había tomado clases en 1954 con la famosa profesora de composición Nadia Boulanger.
Revelación decisiva
Ella, de 60 años entonces, era ya una muy resplandeciente autoridad: compañera de viaje de grandes figuras como Igor Stravinsky y Maurice Ravel, profesora de compositores de fama mundial como Aaron Triunfal (al piano), le soltó una revelación que marcaría definitivamente su vida musical: ¡Astor, esto es hermoso, me gusta mucho, este es el verdadero Piazzolla! ¡No lo deje nunca!
Piazzolla estudió diligentemente con esta prodigiosa maestra la técnica del contrapunto. Y eso daría sus frutos más tarde: este sencillo tanguero, como él se llamaba a sí mismo hasta ese momento, pronto sería capaz de escribir fugas perfectas y suites finamente elaboradas. Pero, sobre todo, desarrollaría su autoconfianza como perfeccionador e innovador del género.
Visión innovadora
Heinrich Band tenía 24 años cuando comenzó a desarrollar en 1845 lo que poco más tarde él mismo llamaría bandoneón, su versión sui géneris basada en el acordeón, la armónica (de fuelle), inventados o al menos patentados en Viena entre 1821 y 1824, y de la concertina (1829) del inglés Sir Charles Wheatstone (mejorada y patentada en 1844). Band dejaba construir su instrumento en la región de los Montes Metálicos Occidentales, cercana a Zwickau y Chemnitz (Sajonia), de gran tradición artesanal en esta área hasta el día de hoy.
Todos estos artefactos musicales tenían un ilustre y antiquísimo ancestro común en China, el sheng (笙, Pinyin shēng), de la familia de los instrumentos de lengüeta libre, que data del año 3000 aC aproximadamente. Con su fuelle, Band se proponía permitir a las iglesias de los pequeños pueblos de la Renania disponer de un artefacto de bajo costo que pudiera sustituir al órgano, y al mismo tiempo posibilitar a la gente más humilde tocar música en sus fiestas o acontecimientos populares.
Numerosas orquestas de entre cuatro y 15 bandoneones se formarían durante la Revolución Industrial por los trabajadores de las minas de carbón y de las siderúrgicas en la Cuenca del , pero su propagación llegaría pronto más allá de estas fronteras económicas y nacionales; primero dentro de Alemania (algunos conjuntos sobreviven hasta hoy), después a varios países de Europa, y más tarde a Estados Unidos, a la Argentina y al Uruguay. Jamás se hubiera imaginado Heinrich Band que su invento lograría la difusión mundial que entretanto ha alcanzado.
El lenguaje
Cuando los compositores escuchan la música de la calle, de los tugurios urbanos o del campo y la llevan a la sala de conciertos, primero la ponen a punto y luego apenas se la reconoce. Esto es lo que ocurrió con el ragtime y el blues, con el jazz, en general, y con el folclore europeo, en particular. Un tango de Astor Piazzolla, en cambio, sigue oliendo a tabernas de mala muerte, a burdeles y a turbios salones de baile: es crudo, apasionado y un poco frívolo.
Con su "Tango Nuevo", Piazzolla, fallecido el 4 de julio de 1992, refinó artísticamente el que probablemente sea el patrimonio musical más importante de su país y, al mismo tiempo, preservó sus orígenes. Durante mucho tiempo, Astor fue denostado y condenado al ostracismo por revolucionar el tango. Hoy, es muy difícil imaginar dónde estaría el tango sin él.
En siete piezas (Adiós Nonino; El cielo en las manos; y de su ciclo Un Argentino en París (1955): Picasso; Río Sena, Un Argentino en París, Sens unique y, en los bises, Tzigane) Astor Piazzolla, de la mano y el fueye de Lothar Hensel, hace surgir de la noche toda una vida secreta que caracteriza la atmósfera de Buenos Aires, esquiva y definitivamente consagrada al misterio, así como la nostalgia, por momentos con remembranzas troileanas, y el deslumbramiento que vivía en París.
Hensel, formado primero en la capital porteña, con Arturo Penón y Néstor Marconi, y después en París, con Juan José Mosalini, aportó con gran virtuosismo y musicalidad transcripciones suyas del ciclo Un Argentino en París, de Piazzolla, de las que no existen partituras originales autógrafas (las notas tal vez nunca fueron llevadas al papel o quizás fueron destruidas por el propio compositor, quien además improvisaba bastante).
Lo cierto es que Hensel, un ferviente admirador de Piazzolla y coleccionista de sus discos, tradujo sobre el pentagrama los arreglos originales de Astor que escuchaba en esas históricas grabaciones y que permitieron, entre otros pasajes brillantes, un gran destaque del primer violinista de la orquesta.
El bandoneonista logra con su instrumento rescatar esa atmósfera sentimental y entrañable de las composiciones que toca, no solo las de Piazzolla, sino también la rítmica Por dentro de mí, de Luis di Matteo, escrita en Bremen, Alemania, en 1988, y al mismo tiempo darle ese tono transparente y afirmativo a su propia composición, la sinfónica Ballade.
Fue una sensacional velada. Los Sinfónicos del Bajo Rin dirigidos por Mihkel Kütson y reforzados con arpa, piano y alternativamente con celesta, tocaron con gran energía, claridad y entrega. Las secciones de cuerda dieron muestras conmovedoras de su virtuosismo. Imaginariamente, la inconfundible y entrañable voz de Carlos Gardel en Mi Buenos Aires querido y en Por una cabeza sonaba arrebatadora a través de la intervención solista de la primera violonchelista de los Niederrhenische Sinfoniker.
Las eufóricas ovaciones del público pudieron ser apenas aplacadas a los bises con Tzigane, de Piazzolla, y con el encantador, dulce y delicioso Bailecito, (1943) de Giuseppe (José) Resta (L'Aquila/Italia, 1880 – Buenos Aires, 1962), emigrado a la Argentina en 1929, con arreglos para orquesta del propio maestro Kütson. ¡Feliz cumpleaños Heinrich; feliz cumpleaños Astor!
Comentarios