Reportajes

Piazzolla, Astor

Piazzolla y Rovira, los tangueros que admiraban a Bach y Bartók

Juan Carlos Tellechea
lunes, 30 de agosto de 2021
Sonico: The Edge of Tango © 2021 by Sonico Sonico: The Edge of Tango © 2021 by Sonico
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Mi música hace pensar. A los que aman el tango y a los que les gusta la buena música, decía siempre Astor Piazzolla en sus mejores momentos artísticos y tras ser denostado por los tradicionalistas del género que desaparecieron sin comprender ni aceptar la transición en la que estaban  insertos. 

El octeto Sonico, que lidera el contrabajista Ariel Eberstein, conmemora el Centenario de Astor Piazzolla con el lanzamiento en redes sociales (y en formato físico para Europa) de su tercer álbum, Piazzolla - Rovira: The Edge of Tango, el próximo 17 de septiembre. Acompañarán el lanzamiento con  una gira por países de América Latina (Colombia y Ecuador), además de participar virtualmente en las primeras jornadas de estudio de Eduardo Rovira en Argentina, organizadas por el Instituto Nacional de Musicología de ese país, antes de cumplir luego un extensa agenda de conciertos por Europa. 

Dos revolucionarios impulsores de la vanguardia del tango, Eduardo Rovira con el Octeto La Plata y Astor Piazzolla con el Octeto Buenos Aires, fueron reunidos en sendos discos en este álbum. La primera de las placas, con obras como Serial dodecafónico y Sinfonía de Rovira, y la segunda con piezas como Marrón y azul, de Piazzolla. 

Integran SONICO en esta grabación una pléyade de excelentes músicos de nueva generación y de diferentes orígenes:  además de Ariel Eberstein (líder y contrabajista argentino) están Lysandre Donoso (de origen francés y chileno) en bandoneón ; Carmela Delgado (Francia/España) en bandoneón; Stephen Meyer (Estados Unidos y Bélgica) en violín; Daniel Hurtado Jimenéz (español) violín; Oscar Quiñonez (mexicano) en viola; Guillaume Lagravière (francés) en cello; Camilo Cordoba (argentino-italiano) en guitarra eléctrica; Ivo De Greef (belga) en piano y Gaetan La Mela (también belga) en  glockenspiel. 

El álbum recupera los temas del Octeto Buenos Aires, cuyas partituras fueran quemadas por el propio Astor Piazzolla, y la música del Octeto La Plata, perdida parcialmente durante una inundación. El material incluye cuatro piezas inéditas conservadas en grabaciones no profesionales. 

Cuando Piazzolla formó su octeto vanguardista en 1955, a la vuelta de su beca en París para estudiar con Nadia Boulanger, se veía fuertemente inspirado por las orquestas de Stan Kenton y Gerry Mulligan, con arreglos muy detallados y margen para la improvisación. 

Para Rovira su formación de vanguardia en 1956 resultaba un lugar perfecto para experimentar a partir de sus inquietudes por la música contemporánea de los decenios de 1920 y 1930, de Igor Stravinsky, Béla Bartók y Arnold Schönberg. 

Cuál fue el primero en iniciar esta evolución es algo muy difícil de precisar, porque ambos sentían simultáneamente en esa misma época la sana necesidad de salir adelante, de ser creativos, de abandonar la rutina y el estancamiento. Rovira, casi totalmente desconocido en el exterior, compuso cerca de 200 tangos y un centenar de obras de cámara en su relativa corta vida; murió a los 55 años de un ataque cardíaco. El centenario de su nacimiento se conmemorará en 2025. 

En el icónico LP titulado Sonico (1968), del que toma su nombre el octeto que encabeza Ariel Eberstein, Rovira mostraría por primera vez en la historia del tango sus experimentos con el bandoneón y la distorsión eléctrica de su sonido. 

De muy joven, Piazzolla tardaría en hacerse amigo del fueye que le había regalado su padre en Nueva York. Johannes Brahms y Wolfgang Amadé Mozart lo habían fascinado en las clases privadas con el pianista húngaro Béla Wilda. Más tarde se enamoraría de la música de Johann Sebastian Bach y aprendería a tocar muchas de sus piezas con el bandoneón. 

Con Alberto Ginasteria había aprendido a admirar a Stravinski, Bartók, Paul Hindemith, y disfrutaría del poema sinfónico Scheherezade de Nikolai Rimski Korsakov. Una noche de 1949 en un famoso bar de Buenos Aires, tras tocar su tango Se armó, se le acerca Aaron Copland durante una pausa para elogiar su música, algo que nunca había escuchado antes, según le dijo entonces. 

Piazzolla compuso más de 300 tangos a lo largo de su carrera, y la música de decenas de películas, como Le Pont du Nord (1982), del francés Jacques Rivette, y la película histórica italiana Enrico IV (1984), de Marco Bellocchio, protagonizada por Marcello Mastroianni 

En esta última cinta aparece la composición de Piazzolla Oblivion, especialmente conmovedora: Una pieza lírica con una melodía de bandoneón en do menor que comienza como un suspiro que se extiende a lo largo de todo un compás en la quinta; una obra maestra melódica llena de secuencias inteligentes. 

Composiciones como ésta -con bandoneón y orquesta de cuerdas- muestran por qué la música de Piazzolla tuvo tanto éxito. Son una rara combinación de naturalidad emotiva y alto control compositivo: un trabajo bastante fino, pero en los tonos se nota su origen, muy lejos del parqué pulido, en los tugurios y bajos fondos de la capital porteña.

El compositor y dramaturgo Enrique Santos Discépolo decía que El tango es un pensamiento triste para bailar. Murió en 1951 a los 50 años de edad, mucho antes de conocer los éxitos mundiales de Piazzolla. Pero casi ningún dicho parece encajar mejor con los sonidos de Astor, porque su música es tan poética como la frase de Discepolín. Tal vez habría que reformularla ligeramente: un pensamiento triste para escuchar, como ocurre tanto en el caso de Eduardo Rovira como de Astor Piazzolla.

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