Entrevistas
Entrevista con Martin Schläpfer, director del Ballet Estatal de Viena
Juan Carlos Tellechea

El laureado coreógrafo Martin Schläpfer, director del Wiener Staatsballett (Ballet Estatal de Viena) y de la Ballettakademie der Wiener Staatsoper (Academia de Ballet de la Ópera Estatal de Viena), estrena este próximo 30 de septiembre en la prestigiosa Ópera Volksoper de Viena una nueva producción de su ballet Ein Deutsches Requiem, con música de Johannes Brahms.
Tras el rotundo éxito alcanzado en 2020 por su genial coreografía “4“, (con la Cuarta Sinfonía de Gustav Mahler), y en junio último con Sinfonía nro. 15 (la última de Dmitri Shostakovich) que será emitida gratuitamente a todo el mundo vía internet el 21 de septiembre, Schläpfer se apresta a estrenar Marsch,Walzer, Polka, una visión muy humorística, cariñosa, pero también distanciada de todo lo que se asocia con el vals vienés y la dinastía de los Strauss: Johann Strauss (hijo), Josef Strauss y Johann Strauss (padre).
El nuevo acontecimiento tendrá lugar el 14 de noviembre próximo en la magnífica Wiener Staatsoper durante una velada de ballet titulada Im siebten Himmel (En el séptimo cielo), que contará además con un estreno mundial de Marco Goecke (con música de Mahler) y Symphony in C de George Balanchine (Georges Bizet).
Martin mundoclasico.com antes de los estrenos mundiales.
Juan Carlos Tellechea: ¿Qué reflexiones ha suscitado la paralización de las actividades culturales en general a causa de la pandemia?
Martin Schläpfer: Como trabajador de la cultura, era especialmente importante para mí no aparecer como un alarmista o incluso un acusador ante el mundo exterior, porque esta pandemia nos afectaba a todos. Todo el mundo tuvo que pasar a un segundo plano. En el Ballet Estatal de Viena no tuvimos que temer por nuestra existencia, como les ha ocurrido a otros. Pero tampoco quiero endulzar nada. También fue una época muy difícil para mí, como director de ballet en medio de la toma de posesión de una compañía tan grande y del negocio que hay detrás, por no hablar de todo lo que me quitaron como artista. Las emisiones en directo por internet, la oficina en casa... todo lo que surgió en esa época no es una alternativa para mí personalmente y difícilmente cambiará mi visión del arte.
¿Qué balance (positivo o negativo) hace de esta situación?
Por principio, no hago balances. Pero como soy escéptico por naturaleza, desconfiaba mucho de las esperanzas de que esta crisis acercara a la humanidad. Y ya estamos viendo lo contrario: las divisiones, los cismas se han hecho aún mayores, el uso que hacemos de nuestro planeta es más desolador que nunca. Ha sido increíblemente interesante observarme a mí mismo y a la gente que me rodea. No he trabajado menos que antes de la pandemia, al contrario.
¿Ha pensado alguna vez en trasladar esta dolorosa experiencia humana al ballet?
Sin duda, estos componentes experienciales están incluidos en mi última creación, la Sinfonía nº 15, de la última sinfonía de Dmitri Shostakovich. Es la segunda vez que trato con el compositor Dmitri Shostakovich en una coreografía. En 2019, creé un ballet para acompañar su segundo concierto para violonchelo, y ahora he asumido su Sinfonía nº 15 para mi segundo estreno mundial con el Ballet Estatal de Viena. Es una música que me inspira inmensamente en todos sus colores, con toda la vida que lleva, una vida con todas sus alegrías y tristezas, sus esperanzas y rechazos, su ligereza y su exposición. Es una música que -sin ser programática ni contar nada concreto- me da un "texto" para mi danza.
¿Cuál fue su sentimiento central con el "Ein Deutsches Requiem“ (“Un réquiem alemán")?
Se trata de la valentía -incluso ante una composición sagrada- de permitirse seguir siendo plenamente humano, con todos los defectos y contradicciones que conlleva serlo. No se trata de lo divino, sino de cómo vivimos con los demás, de lo real. Curiosamente, para mí, "vivir en la realidad" es más trascendente que la búsqueda directa de lo divino.
La velada de ballet “Im siebten Himmel“ ("En el séptimo cielo") parece caracterizarse por sus grandes contrastes, ¿qué lo inspiró a crearla?
Usted lo ha dicho: los contrastes. La Symphony in C de George Balanchine es una erupción volcánica de cristal, siempre y cuando se baile de forma soberbia. Yo describiría el arte de Marco Goecke como una especie de explosión bajo la tierra, que reverbera con fuerza. Mi ballet "Marsch, Walzer, Polka", con su nueva escenografía de Susanne Bisovsky, traza un arco hacia la Sinfonía en Do, pero es más sensual, más colorido, una llovizna de lava líquida. Compositores que no podrían ser más diferentes -la familia Strauß, Gustav Mahler y Georges Bizet- son respondidos en este programa por tres lenguajes coreográficos que espero revelen el inmenso espectro y "poder lingüístico" del arte del ballet.
Cuando piensa en el estado actual del mundo, con tantas tensiones, desilusiones y decepciones políticas, ¿se siente capaz de trasladar eso a la danza?
No creo que quisiera hacerlo. Integración de situaciones en mi trabajo – a eso digo “sí“. El mundo no es solo el mundo humano y lo que nos rodea. El mundo es indeciblemente mucho más, y para mí eso también debe estar contenido en un ballet, debe resonar en mis piezas. El hecho de que haya luminosidad más allá de nuestra fatídica convivencia es para mí el elemento de esperanza, de belleza, de poesía, de utopía.
¿Qué es lo más importante para usted en sus coreografías, las figuras, las formas...?
En el arte real, no se puede tener una cosa sin la otra. Ni siquiera cuando se rompe la forma, como un Jackson Pollock que arroja la pintura contra los lienzos extendidos en el suelo. Eso también hay que dominarlo. Solo se puede dejar algo y seguir adelante si se ha estado allí, si se ha vivido allí. Ese es el dilema de nuestros acelerados tiempos: apenas unos meses de practicar en algún lugar, ya estás moviéndote de nuevo y adelante. Para mí, esto significa solo arañar la superficie, pero acepto que la diferencia apenas se nota ya. Para mí, se trata de principios, de lo que el arte debe tratar de redimir: lo real, lo profundo, lo verdadero.
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