España - Galicia
Ferrol no Camiño 2021Riguroso y personal
Maruxa Baliñas
Un nuevo recital de piano solo y una nueva noche de gozo en el Teatro Jofre de Ferrol. Han sido tres pianistas distintos, por edad y planteamientos los que he escuchado, con un cuarto recital en medio -el de Pablo Galdo- que simplemente prefiero borrar de mi memoria.
Si Daniel Rivera (Rosario, Argentina, 1952) es un pianista rondando la setentena, que presentó un programa clásico centrado en Liszt y el virtuosismo; Cyprien Katsaris (Marsella, Francia, 1951), ya con los 70 cumplidos, planteó su concierto desde la improvisación y la visión personal del repertorio.
Por su parte Juan Pérez Floristán (Sevilla, España, 1993) está aún en la primera parte de su carrera profesional y sus aspiraciones son distintas a las de Katsaris y Rivera, como distinto es el mundo en que le ha tocado vivir.
Aunque el programa anunciaba en primer lugar los Valses nobles y sentimentales de Ravel, Pérez Floristán optó inteligentemente por comenzar su concierto con los Tres preludios de Gershwin, que de algún modo se abren a un mundo nuevo, para volver después a Ravel, una mirada al pasado del vals decimonónico, creando así lo que él mismo denominó como una 'primera parte' del concierto.
Aunque su interpretación de los ocho Valses nobles y sentimentales de Ravel -un homenaje a Schubert, aunque con cierto toque rebelde- fue impecable, en este primer bloque yo destacaría los tres Preludios de Gershwin, especialmente el 'Español' y el nº 2 en do sostenido menor, donde Pérez Floristán mostró una técnica que no en vano le ha hecho merecedor recientemente (mayo de 2021) del Concurso Arthur Rubinstein de Tel Aviv, tras haber ganado en 2015 el Premio de Piano de Santander Paloma O'Shea.
El siguiente bloque estuvo constituido por una amplia selección de los Preludios op. 28 de Chopin, donde no sonaron los 24 que componen el ciclo pero sí un número amplísimo de ellos, aunque no me atreva a especificar cuántos porque Pérez Floristán no siempre los planteó independientes, sino creando un conjunto personal en el que destacaría especialmente el nº 15, La gota de lluvia, donde acaso la 'gotera' fuera demasiado veloz para resultar realista pero el sonido fue espléndido. Y por contraste también me impresionó el siguiente, el nº16 en Si bemol menor con su apodo 'infernal'.
La Sonata Appassionata de Bethoven fue uno de los momentos álgidos del recital. Pérez Floristán destaca precisamente por sus planteamientos no siempre ortodoxos, al decir de algunos críticos apegados a las convenciones, de la música beethoveniana, aunque es muy cuidadoso en las partituras que utiliza (ediciones reciente revisadas sin los añadidos decimonónicos tradicionales) y en el estilo, al tiempo que no tiene miedo a mostrar la misma libertad personal con que los pianistas contemporáneos de Beethoven o inmediatamente posteriores se aproximaban a estas partituras. Su interpretación es así exigente en el fondo y al tiempo personal en los aspectos externos, dando una visión muy fresca y atractiva.
El público quedó encantado con este concierto, tanto o más que con otros del ciclo, en buena medida porque Pérez Floristán ha iniciado hace ya unos años -y con la pandemia este proceso se ha acelerado- un camino personal como artista, que incluye una mayor atención a la parte teatral y de comunicación con el público (estudia teatro y ha escrito algunas obras).
No es que sus explicaciones previas a la interpretación de las piezas me hayan convencido siempre -la insistencia en el mito de la tuberculosis de Chopin y otras fábulas- pero el público se sintió muy cómodo e integrado en el concierto, sintió que Pérez Floristán tocaba para ellos y que ellos eran el centro del espectáculo, lo cual resulta muy agradable.
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