España - Cataluña
Mejor el prólogo que la ópera
Jorge Binaghi

Una inauguración modesta (cancelaciones ayudando), que podría haber sido algo mejor si no hubiera sido (mirabile dictu!) por una puesta en escena que empieza bien y sigue mal. Si no ando errado, la directora Mitchell saltó a la fama por un espectáculo de Lucia en el que había creo bastante sangre y una protagonista (Damrau) muy embarazada. Parece que lo del embarazo (por fortuna no la sangre) es un rasgo estilístico -para llamarlo de algún modo- porque aquí también Ariadna está embarazada de Teseo y su hijo nace cuando llega Baco (llega es un modo de decir porque todos están siempre presentes como en el prólogo). El caso es que, por más que Zerbinetta lleve un traje de luces -no a la torera pero casi- los movimientos son bastante tradicionales.
Lo malo es que además de agregar frases que no me parece que las haya escrito alguien de alguna categoría como el autor del libreto tenemos que aguantar a personajes nuevos que interfieren con la acción (una mujer que se supone que es la burguesa gentilmujer -faltaba más; ya se sabe que el burgués gentilhombre es un machista, y no digamos Molière, Strauss Richard y don Hugo von- y un invitado no sé si trans pero con túnica roja holgada) y los personajes del prólogo (así están todos absolutamente en escena, y al final todos contentos y reconciliados, pero la pobre cantante que hace de compositor -raro que no hayan puesto a un contratenor- tiene que estar, además, dirigiendo las partes serias de su obra, y sentándose con gestos de fastidio cuando intervienen los bufos -presuntamente italianos.
El prólogo apuntaba bien, con la (in)necesaria
actualización, pero funciona bien aunque el maestro de baile siga siendo un
hombre algo ambiguo (vaya innovación). El conmovedor final de dicho prólogo no
lo es tanto por la disposición general y por algún otro motivo, pero llama la
atención que en una ópera en principio ‘breve’ como ésta se haya hecho una
pausa algo larga tras 41 minutos (minutaje oficial). O sea, bien por comenzar
antes gracias a lo que fue necesidad durante la pandemia (por cierto, ¿ha
pasado del todo?), pero la supresión de intervalos innecesarios parece que no
ha resistido a la mejora de la situación (casi mejor, porque así podemos llegar
al botellón de turno sin esperar demasiado). Ah, como en este nuevo mundo feliz
(Huxley -Aldous-, para quien no lo haya captado a la primera) nada se debe dar
por descontado y todo se debe explicar al detalle so pena de mala
interpretación, partes de esta reseña, hasta aquí, son un tanto irónicas.
Para la parte musical seamos más formales. Pons es un
buen (y a veces muy buen, director) pero su Strauss, ejecutado muy correctamente
por la orquesta (no sé por qué muchos no ven -sin exagerar- la evidente mejoría
de la plantilla que en buena parte se debe a él y a su buen hacer con
conciertos sinfónicos, etc.) le faltó más que la ironía (estuvo bastante aunque
no del todo) el lirismo y la expansión melódica de los momentos ‘serios’. Claro
que la escena jugaba en contra, pero nunca me creí nada de nada.
La sustituta de
Irene Theorin, Värelä, fue vocalmente la mejor del elenco. Voz sana, adecuada a la parte, tal
vez algo mate, pero las Lisa Della Casa no florecen en nuestros días (nunca lo
han hecho), y muy atenta a las indicaciones escénicas (no sé si felicitarla,
pero al menos es disciplinada, cosa que una diva no haría). Sancho Pereg es una
buena cantante, pero Zerbinetta pide mucho en todos los aspectos. La hizo
correctamente, pero no entusiasmó. Schukoff … bueno, la parte es breve pero dura
(típico Strauss, que en esta obra incluso lo admite), pero si tiene que estar
todo el tiempo en escena y con un problema digestivo marcado por la dirección,
eso no ayuda mucho a nadie. Es un cantante irregular, y según los papeles puede
ser bueno o una pesadilla. Aquí fue lo segundo y no digo más.
Hankey es correcta cantante y mejor intérprete, pero no tiene agudo para la parte del compositor. Muy bien los maestros respectivos (vocalmente una mención especial para López). Appl estuvo bien en Arlequín, pero le sugeriría no seguir algunos manierismos de Fischer-Dieskau que, no siéndolo, no lo ayudaron -al contrario- en algunos ataques,
De los que me faltó enumerar en la ficha técnica diré que los otros cómicos estuvieron igualmente bien o tal vez, con menos exigencias, mejores (Vicenç Esteve, Alex Rosen, Juan Noval-Moro). Las tres pobres ninfas (pobres porque aquí preparaban la mesa, hacían de parteras, nodriza, y no recuerdo qué más) resultaron en conjunto muy correctas, en especial Anaïs Masllorens en Dríade y sobre todo la Eco -de paso si castellanizamos, correctamente, los nombres, Echo con ‘h’ es un disparate que deberían corregir, pero no lo harán ni aunque por algún arcano alguien llegara a leer esto- de Núria Vilà, mientras Sonia de Munck tuvo que luchar con los agudos de Náyade). Otros roles menores y los nuevos inventados, cantantes o no, bien dentro de lo que les toca.
Ah, olvidaba: esta coproducción nació en el Festival de Aix, y seguirá su recorrido por los Campos Elíseos de París (el teatro, no la avenida), el Gran Ducado de Luxemburgo, y las casas de ópera de Finlandia y Dinamarca: aconsejaría que se sumen al menos los países bálticos y el resto de los escandinavos para abaratar costes. Como se dice por estos lares, cuantos más seamos, más reiremos. Si a alguien le dan ganas de llorar, problema suyo: no vale la pena.
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