Italia
Un turco no muy brioso
Jorge Binaghi
Con este título termina la ‘trilogía cómica’ (puestos a inventar…) rossiniana de esta temporada de otoño. De las tres es seguramente el título menos conocido y el menos popular. No por culpa propia, pero estamos ante un libreto más o menos experimental para la época al que Rossini responde de modo desbordante, pero, por ejemplo, sin una verdadera gran aria para el protagonista ni para Zaida, el personaje de Narciso está para complicar algo más la trama y sobre todo para dar un lugar a un primer tenor, ninguno de los tantos números ha logrado una fama por sí mismo (vaya uno a saber por qué, aunque alguno no parece ser de su mano), y entonces se requieren más que nunca una puesta en escena divertida y original, y una batuta ideal para Rossini.
Ambas cosas han faltado aquí. Andò es un excelente
director cinematográfico (ahí está su Viva
la libertà con
Toni Servillo), pero no parece ser la ópera un mundo igualmente
congenial a sus capacidades. Sólo en el aria de Albazar, la menos
interesante de todas, concebida como una prueba cinematográfica
(¡justamente!) hay una idea adecuadísima que pone aún más de
manifiesto la chatura del resto: simpático, pero con una escena muy
abierta, y todos los convencionalismos posibles; si hay alguna risa
se debe sobre todo a los intérpretes.
No es Fasolis el director para esta obra. El maestro se mueve como un pez en el agua en el repertorio barroco y su incursión en el primer Mozart (aquí mismo una excelente Finta Giardiniera) podía hacer esperar algo mejor, pero el milagro no se materializó. Una conducción pesada y muy fuerte, con poca fantasía, lastró la excelente labor de la orquesta, pero también la de los cantantes. Estos, en sí mismos, eran buenos o muy buenos, pero una vez más se demuestra que las partes no son el todo, aunque tratándose de Rossini (cómico o serio) los cantantes sean elemento preponderante.
Y así, el protagonista de Schrott brilló menos que en Pesaro, no por cuestiones vocales (su voz sigue siendo -cada vez más- bella, pareja y extensa), sino porque se lo vio reservado cuando suele ser extravertido (a veces incluso demasiado) en este tipo de papeles, y a Selim esa reserva no le va. Sedujo en su entrada (demasiado breve) y cantó mucho y bien. No por primera vez pensé que a veces conviene que un artista se olvide de lo que le piden los directores de escena.
Feola estuvo brillante en la difícil parte de Fiorilla. Puede ser que no deslumbre por timbre, pero todo lo que hace y canta es de primer nivel, en particular su rondó del segundo acto.
Mastrototaro se llevó el gato al agua con su segunda aria cantada desde un palco. Fue un buen Geronio, pero desde mi punto de vista la parte no es para un barítono, sino para un bajo bufo (eso sí, que cante).
Siragusa aprovechó sus dos arias, en especial la segunda (otra, como las citadas anteriormente, que la tradición acostumbraba cortar), para obtener aplauso, e hizo lo que pudo con su Narciso, que para mucho más no da.
El papel más original (también privado de aria propiamente dicho aunque cante y actúe mucho) es el del poeta, Prodoscimo, verdadero deus ex machina y creador de la acción. No había oído antes ni visto a Arduini del que se me había hablado muy bien. Confirmo sus capacidades, pero me pareció un tanto apagado en canto y actuación, no sé si debido a la puesta en escena.
Verrecchia me sorprendió. La había escuchado como interesante Isoletta en La straniera de Bellini en Florencia no hace mucho, y en un rol más fácil como este de la turca despechada la voz parecía tener problemas ya desde sus primeras frases, como si estuviera cansada, aunque la actriz se movió bien.
Y no entiendo qué llevo a dar a Amati el papel de Albazar. No es mal cantante, por lo que pude oír, y se mueve bien, pero su volumen no es en sí mismo exiguo sino insuficiente para un espacio como la Scala.
El coro tuvo de nuevo una velada feliz aunque nada pudo tampoco él contra el tedio que parecía presidir todo. Ni había mucho público, ni éste sonaba particularmente complacido aunque no escatimó aplausos, en especial en los saludos finales. Cierto también es que se trataba de la primera representación, y al parecer la segunda salió mejor.
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