Alemania
Turco para estudiantes avanzados
Juan Carlos Tellechea
El Festival de Música del Bajo Rin (Niederrhein Musikfestival) 2021 concluyó con un maravilloso concierto del Ensemble del Festival en la Sala Robert Schumann, de Düsseldorf, con obras de Léo Delibes, Jean Sibelius, Nikolai Rimski-Korsakov y Omar Acosta, entre otros.
La fundadora y directora artística del festival, Anette Maiburg, firmemente comprometida con el intercambio cultural internacional, ha impulsado desde su creación en 2005 el encuentro de artistas de diferentes rincones del planeta, combinando la música clásica, la popular y la folclórica, con el canto, la danza y otras formas de expresión artística, para crear diálogos sorprendentes y fascinantes.
La presente edición del festival comenzó con un concierto al aire libre el pasado 13 de julio en la ciudad de Viersen.
El de esta velada, titulada singularmente Turco para estudiantes avanzados, fue uno de esos acontecimientos memorables. A través de la lectura del libro autobiográfico Mein Deutschland heißt Almanya (Mi Alemania se llama Almanya), el destacado actor de origen turco y nacionalizado alemán Adnan Maral relata frustrantes y menos frustrantes episodios vividos desde su más tierna infancia en este país, al que emigraron sus padres y en el que ha tenido que luchar a brazo partido para conquistar su lugar como artista, enfrentando prejuicios y discriminaciones. Por supuesto, en la disertación se echa de menos una postura manifiestamente crítica hacia Turquía y su controvertida situación política y social actual.
La ponencia fue alternada con fragmentos musicales (arreglos de Christoph König) inspirados en el deslumbrante encuentro milenario entre Oriente y Occidente, pese a los reiterados conflictos, hostilidades y rivalidades que han marcado cruentamente su historia. El exquisito programa del concierto fue abierto con los poéticos Aires de danza: Térana, Rektah, Persian, del segundo acto de la emblemática (y poco representada) ópera Lakmé, de Léo Delibes, para flauta, clarinete, violín, violonchelo, arpa, contrabajo y percusión; excelente evocación musical de una civilización lejana y el inquietante conflicto entre el fanatismo religioso (hasta nuestros días) y la sensualidad.
En contraste con el romanticismo de Delibes, la segunda pieza fue el Homenaje a Manuel de Falla, para clarinete solo, del compositor y clarinetista Béla Kovács, brillantemente interpretada por la solista Yulia Drukh; una obra difícil, donde las haya, que exige gran concentración con sus graves y agudos para crear esa peculiar atmósfera de influjo moro e inequívocamente hispana que recrea el espíritu del autor de Siete canciones populares españolas, El amor brujo, La vida breve, El sombrero de tres picos, Noches en los jardines de España, Fantasía bética, Serenata andaluza y tantas otras.
El espectro musical de la velada abarcó además el Nocturno y la Danza de Khadra, de la emotiva música incidental opus 51 de Jean Sibelius para el drama El banquete de Belsasar, de Hjalmar Procopé, que toma su tema de la mitología bíblica del Libro de Daniel (capítulo 5 del Antiguo Testamento); el armenio Hov Arek (¡Ven, viento!), recopilado por Komitas Vardapet, importante testigo del genocidio perpetrado por el denominado gobierno de los Jóvenes turcos del Imperio otomano contra el pueblo armenio entre 1915 y 1923; así como la hispanoamericana Ida y vuelta, de Omar Acosta, con fantásticas intervenciones de la flauta (Anette Maiburg), el clarinete (Yulia Drukh), el arpa (Susana Feige), las cuerdas (Karina Buschinger, Piotr Skweres, Matthias Hacker) y la percusión, cajón incluido, (Fethi Ak), en su bellísimo sincretismo (o si lo prefieren, al decir de Fernando Ortiz, transculturación) musical.
El Ensemble del Festival de Música del Bajo Rin ya ha interpretado y grabado música de compositores brasileños, cubanos, argentinos, venezolanos y españoles, por citar algunos de sus creativos trabajos anteriores.
La clausura del concierto y del festival lo marcó una música de ensueño: “El mar y el barco de Simbad“, de la Suite sinfónica Scheherazade de Nikolai Rimski-Korsakov, con toda la orquesta en pleno, y el enorme destaque de la violinista Karina Buschinger, con esos sonidos orientales totalmente extraordinarios que tratan de reflejar las influencias indias, persas y árabes mezcladas en los míticos cuentos de Las mil y una noches. En general, Oriente fue muy popular en la creación musical clásica europea de finales del siglo XIX.
Como joven flautista, ya me fascinaba La Belle Epoque ese período en el que compositores, pintores, escultores, arquitectos y escritores colaboraban estrechamente para cambiar el mundo y hacer realidad un concepto estético global, afirma Anette Maiburg en su página web. Hasta el día de hoy, este enfoque me guía en mi trabajo como directora artística, productora y música y se combina con una demanda social de participación, unión y aprendizaje mutuo: un intercambio vivo entre artistas de todo el mundo, de diferentes géneros musicales y formas de arte,
concluye Maiburg, nacida y criada en Mönchengladbach (Bajo Rin), formada en Düsseldorf, y ex docente de las escuelas superiores de música de Colonia y Lübeck.
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